Luis Miranda exhibe su expresionismo criollo

La obra del guayaquileño Luis Miranda ocupa la sala autoral del MAAC, en una muestra-homenaje. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

Luis Miranda pide a sus hijos que lo lleven hasta la calle Salinas, también conocida como la 18, lugar de comercio carnal en Guayaquil. Los hace parquear cerca de una de esas ‘vitrinas’ donde mujeres ligeras de ropa, o del todo desnudas, ponen su cuerpo a la venta. Al artista le suele bastar un apunte mental o unos trazos groseros en un pedazo de papel para luego trasladar las imágenes de esas mujeres a sus pinturas.
En sus óleos las plasma con risa fingida o exagerada, con un rictus desencajado o abundante maquillaje. “Había una niña negra, tendría unos 15 o 16 años, a la medianoche la llevaban unos hombres negros, la desnudaban y la sentaban en un banco al lado de una puerta donde había un camastro. Entonces ella lloraba”. Es una de las tantas escenas que el artista recuerda y describe hoy, a sus 82 años, cuando ya necesita de un bastón para caminar.
La jovencita, llorona y mustia, está retratada de piernas cruzadas en la obra Desnudo (1961), un óleo sobre tela. La prostitución es uno de los ejes temáticos de la exposición ‘Color y calor de la Costa ecuatoriana’, que el artista guayaquileño mantiene abierta hasta el mes de febrero en el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo (MAAC), en Guayaquil, junto al tradicional barrio de Las Peñas.
En el mismo espacio donde el autor exhibe media docena de obras inspiradas en el tema de la calle Salinas, entre pinturas recientes y antiguas, también consta un cuadro titulado Las Dulce Sueño de la Metrovía (2011), pero esta vez las mujeres tienen rostros de amenazantes animales.
La muestra, un homenaje y reconocimiento del Ministerio de Cultura y Patrimonio, ocupa la sala autoral del museo con más de 90 obras entre óleos y acuarelas y unos pocos bocetos. La Cartera de Estado reconoce en la obra del guayaquileño “un estilo propio”, denominado como expresionismo criollo y social.
La exposición recoge principalmente la obra reciente del artista, presentada junto a pinturas que han marcado momentos importantes a lo largo de su trayectoria. El pintor de la realidad costeña ha captado la esencia de la gente de la Costa en su medio natural, con sus rasgos, su modo de sustento y de vida en general.
“El tema principal de mi pintura ha sido siempre el hombre trabajador, el hombre que suda, pero no llora. Es toda una celebración del trabajo”, dice Miranda. El motivo humano, directo y simple, tomado del entorno preferentemente suburbano protagoniza la muestra retrospectiva, que incluye bananeras y cacaoteras, cangrejeros y pescadores.
A inicios de los años 50, Miranda salía a pintar a lo largo de los astilleros que están ubicados a orillas del río Guayas. La muestra antológica del MAAC incluye vistas de desaparecidos muelles de Guayaquil, que el artista guardaba en fotos y ha traído de nuevo a la vida a través de su obra.
Miranda es una suerte de cronista gráfico, plástico, de un entorno natural y social por el que siente predilección. “Me crié en una hacienda de la isla Puná, en la entrada del golfo de Guayaquil. Solo conozco la vida del montubio y del cholo”, dice el artista.
Aunque ese “solo conozco” es un decir, pues Miranda estudió cinco años en Roma (Italia), donde se recibió como licenciado en Artes; luego pasó 20 años trabajando como mecánico textil en Nueva York (EE.UU.). Cuenta que ahí se convirtió en alcohólico y solo pintaba los fines de semana. Retrató a los jazzistas de los suburbios neoyorquinos y a los jugadores de béisbol, pero toda esa obra la vendió.
Desde Estados Unidos trajo el tema de las chatarras: cementerios de carros, amontonados unos encima de otros, que estarán exhibidos durante los próximos dos meses. Mientras que paisajes de Italia y de la isla de Malta, pintados entre 1958 y 1961, dan cuenta del periplo europeo del autor.
Miranda es versátil en las técnicas que componen su obra. Una docena de acuarelas con bandas de pueblo, comedores populares y cangrejeros también hacen parte de este ‘Color y calor de la Costa ecuatoriana’.
Desde que dejó el alcohol, Miranda sufre de períodos eventuales de depresión y dice que puede pasar uno o dos días “mirando el techo”, ante ello nada como la grácil técnica de los colores diluidos en agua. Me quito la depresión pintando acuarelas, confiesa este talentoso guayaquileño.
“La pintura es mi vida”, declara Miranda. “Yo vivo por dos cosas: por la pintura y por mi esposa; vivo enamorado de Gloria Guerrero, guayaquileña. Tengo más de 50 años de casado con ella. Conmigo se hizo artista, me veía trabajando, comenzó a pintar y ahora le salen lindísimos cuadros”.