Los revolucionarios, desde la barricada, esperan el combate por la libertad. Foto: Armando Prado/EL COMERCIO
Mirar, leer u oír ‘Los Miserables’ con énfasis en sus protagonistas reforzaría la tendencia extendida de dar más importancia a las figuras individuales dentro de una narración, sea histórica o del ámbito de la ficción.
Contrario a esa historia política enfrascada en héroes, el ejercicio como espectador frente al musical que este domingo 26 de junio de 2016 cierra temporada en el Teatro Sucre, adaptación de la novela decimonónica de Victor Hugo, invita a comprender el relato y la historia como peripecias de la sociedad en su conjunto, de colectivos que adicionan ideas, de movimientos que empujan los cambios.
Jean Valjean y Javert son paradigmas de la fuerza individual, protagonista y antagonista; Cosette, Marius y Éponine conforman un romance tripartito; pero, ya el mismo título escogido por Victor Hugo remite a la fuerza de un plural: ‘Los Miserables’. En las mismas calles y bajo el mismo sol, soñando justicia y libertad, aplicando perdón o venganza, se hallan borrachos y estudiantes, pobres y rebeldes, obreros y reos, prostitutas y gendarmes.
En esta serie fotográfica, la lente registra a esos grupos representados en escena. Luces, decorados, vestuarios, música; una producción grandilocuente y bien llevada también da cuenta de un trabajo colectivo: 80 actores cantantes se desenvuelven sobre tablas. Otros tantos se cuentan en el pozo de orquesta, tras las cortinas o en los controles.
Además, recordatorio de la fuerza colectiva, la voz de los figurantes existe por contraste con esa voz retumbante del coro, cuyos integrantes -a su vez- impulsan el ritmo de la representación.