Loja el sur preserva al guayacán

El bosque de guayacanes tiene 40 000 hectáreas en la frontera con el Perú. Foto: Lineida Sastillo y Xavier Caivinagua para El Comercio

El bosque de guayacanes tiene 40 000 hectáreas en la frontera con el Perú. Foto: Lineida Sastillo y Xavier Caivinagua para El Comercio

El bosque de guayacanes tiene 40 000 hectáreas en la frontera con el Perú. Foto: Lineida Sastillo y Xavier Caivinagua para El Comercio

El Área Ecológica de Conservación Guayacanes es uno de los principales atractivos del cantón lojano de Zapotillo. Es un bosque seco de 40 000 hectáreas, que es cuidado por los habitantes de Mangahurco, Cazaderos y Bolaspamba.

Los árboles crecen en un área donde no llueve durante 11 meses. Cuando hay precipitaciones florecen. Eso ocurre entre diciembre y enero.

En el 2013, el Municipio de Zapotillo creó una ordenanza para la protección de las primeras 17 264 hectáreas, una extensión ubicada entre las tres parroquias. Pero al momento, el Ministerio de Ambiente tramita la ampliación para conservar la totalidad de los bosques de guayacanes.

En la protección intervienen los 3 000 habitantes, que participan en los programas y proyectos impulsados por los gobiernos parroquiales, Municipio, Ministerio de Ambiente y la Mancomunidad del Bosque Seco, que agrupa a otros gobiernos seccionales como los del cantón Arenillas (El Oro).

Entre otros, hay programas de siembra y reforestación, cercado de áreas, monitoreo con guardabosques, asistencia técnica en los cultivos, talleres y capacitaciones sobre el cuidado del bosque, dice Osman Romero, presidente de la Junta Parroquial de Mangahurco.

Cada tres meses realizan mingas de reforestación con plantas de guayacanes, que reproducen en viveros. El 2018, entre los pobladores de las tres parroquias, sembraron más de 2 000 plantas. Estas son cuidadas para evitar que animales -como las cabras- se las coman.

Antes recibieron talleres de capacitación sobre la importancia del bosque, las especies en flora y fauna existentes y cómo pueden aportar al cuidado y la conservación, señala el habitante Eddy Sánchez.

Este bosque recibe la influencia directa del desierto peruano de Sechura. El invierno es corto, las lluvias son escasas y el suelo es árido. “Cuando llueve, las plantas hacen un enorme esfuerzo para recuperarse y pasan por procesos rápidos de floración y fructificación”, dice Valentín Rueda, de 25 años, quien han participado en las mingas de reforestación.

Desde hace una década vive en Cazaderos. Según él, si la primera lluvia es copiosa y caen más de 45 milímetros por metro cuadrado, el florecimiento está asegurado. “En ocho días más los árboles estarán forrados de flores amarillas y enseguida, el viento hará caer al suelo los ramilletes”.

Esas particularidades las conoció en los talleres que recibió de técnicos del Ministerio de Ambiente. “Por eso, los cuidamos para asegurar su permanencia, que se ha convertido en un espectáculo de fama nacional”, dijo el campesino.

Pese a las condiciones climáticas extremas, en este ecosistema viven animales como el tigrillo, ardillas, monos, venados, pumas, reptiles y aves.
Además, crecen otros árboles maderables como el ceibo, charán, petrino, palo santo, algarrobo, entre otros.

El apadrinamiento de los guayacanes de esta reserva también ha unido a las familias de Mangahurco, Bolaspamba y Cazaderos.

Este programa lo impulsa el Ministerio de Ambiente con la colaboración de los tres gobiernos parroquiales desde hace dos años. Durante este tiempo, 40 personas –de las tres parroquias y visitantes nacionales- han acogido un árbol. Ellos entregan una colaboración.

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