Los gobiernos, principalmente de Europa, apuntan sus críticas a gigantes como Facebook, Google, Starbucks, Amazon, McDonald’s, IKEA o Zara. FOTO: Ingimage
Los países menos desarrollados dejan de recibir cada año USD 200 000 millones porque las grandes empresas envían sus ganancias a países con baja tributación.
La percepción del público es que las grandes empresas multinacionales pagan pocos impuestos, lo cual ha dado lugar a exhortaciones políticas para que se tomen medidas urgentes. Con estas palabras, la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, empezó su discurso en el Instituto Peterson de Economía Internacional, en Washington, adonde fue invitada para hablar sobre la tributación corporativa internacional, el 25 de marzo de este año.
El tema era coyuntural, ya que las multinacionales están acumulando críticas por eludir el pago de impuestos. Eso lo logran triangulando ingresos y llevando sus ganancias a países que cobran poco o ningún impuesto a las empresas.
Un informe del FMI revela que los países que no forman parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), por ejemplo, dejan de percibir unos USD 200 000 millones de ingresos al año, o alrededor de 1,3% del PIB, debido a que las grandes empresas trasladan sus beneficios a países con baja tributación.
La OCDE, por su parte, calcula que la pérdida para los países miembros suma USD 250 000 millones anuales.
En cualquier caso, el resultado de esta práctica elusiva es que los miles de millones de dólares que debían ingresar a las arcas fiscales para atender programas de salud, educación o seguridad, se quedan en los bolsillos de las grandes multinacionales.
Los gobiernos, principalmente de Europa, apuntan sus críticas a gigantes como Facebook, Google, Starbucks, Amazon, McDonald’s, IKEA o Zara. Los directivos de estas empresas han dicho que las leyes tributarias son fijadas por los gobiernos y que ellos solo aplican esas reglas en los países donde operan.
En parte, las empresas tienen razón, pero cuando una compañía tiene la capacidad de operar globalmente puede aprovechar los incentivos tributarios de un país y maximizar sus beneficios globales.
Ese creciente poder de las grandes corporaciones puede ser una de las causas del lento crecimiento económico y del aumento de la desigualdad del ingreso que se observan en los últimos años.
Para asegurarse si lo anterior es real o solo una sospecha, el FMI realizó una investigación utilizando datos de casi un millón de empresas en 27 economías avanzadas y de mercados emergentes, desde principios de la década del 2000.
El resultado de ese informe se presentó este mes, en Washington, y muestra que el creciente poder de mercado de las empresas ha tenido un impacto negativo pero limitado hasta ahora. Sin embargo, si no se controla podría pasar una mayor factura al crecimiento económico y los ingresos de las personas en el futuro.
Una publicación del Financial Times, de mayo pasado, reveló que las grandes multinacionales pagan ahora muchos menos tributos que antes de la crisis del 2008.
Las sospechas sobre las prácticas elusivas de las multinacionales empezaron justamente a raíz de la crisis financiera internacional del 2008. Y se tradujeron en acciones concretas en el 2013, por iniciativa de los países más industrializados (G20) y de la OCDE, conformada por un grupo de 36 economías.
El G20 consideraba hace seis años que en la era de la Internet, las actuales normas tributarias eran obsoletas, porlo que se debía reformar el sistema tributario global.
La Directora del FMI presentó el mes pasado tres argumentos para impulsar esa reforma tributaria. En primer lugar, dijo, las multinacionales tienen una gran facilidad para evitar el pago de impuestos, lo que ha ido de la mano con la disminución en los últimos 30 años de las tasas de impuestos que pagan las empresas. “Eso socava la fe en la equidad del sistema tributario en general”.
En segundo lugar, la situación actual es nociva para los países de bajos ingresos, ya que los priva de ingresos que los ayudarían a lograr un mayor crecimiento económico, reducir la pobreza y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el 2030.
Y en tercer lugar, el surgimiento de modelos de negocio muy rentables, basados en tecnología y altamente digitalizados, hacen necesario replantear el sistema de tributación internacional.
La batuta para llevar adelante esa reforma tributaria está en manos de la OCDE y del G20, que pusieron en práctica el proyecto denominado ‘Erosión de la Base Imponible y Traslado de Beneficios’ (BEPS, por sus siglas en inglés). Unos 40 países en vías de desarrollo se han sumado a esta iniciativa para cerrar las lagunas en las normas de fiscalidad internacional, que permiten a las multinacionales trasladar sus beneficios de manera legal, aunque artificiosa, a jurisdicciones de baja o nula tributación.
Aunque ya se han presentado varias acciones en ese sentido, la regulación a las empresas de la economía digital aún no está resuelta, explica Romeo Carpio, coordinador académico de la Maestría en Planificación Tributaria de la Universidad Andina Simón Bolívar. “Recién a finales del 2020 se presentará el informe de la OCDE sobre este tema”.
Por ahora, los países están emitiendo normativas de manera aislada y desordenada, lo cual explica la falta de una regulación estándar para empresas como Uber, Cabify o Netflix, que son plataformas tecnológicas que operan a escala global, pero que no está claro dónde están tributando.
Para Carpio, la solución más fácil sería que lo hagan en los países donde tengan operaciones. Del otro lado están los gobiernos que quieren que el pago de impuestos sea en los países de residencia, donde está la sede de la empresa. Lo cierto es que mientras no haya un acuerdo, las multinacionales no tributan en ningún lado.