Eduardo Sacheri es escritor y guionista argentino. Obtuvo el Premio Alfaguara de novela en 2016. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
El escritor Eduardo Sacheri nació en la Provincia de Buenos Aires, en 1967. Es licenciado en Historia. Escribió ‘La pregunta de sus ojos’, que fue llevada al cine por Juan José Campanella. El 2010, la adaptación de este libro ganó el Oscar a Mejor película en lengua extranjera.El guión de ‘El secreto de sus ojos’ estuvo a cargo de Sacheri y Campanella. Con ‘La noche de la Usina’ ganó el Premio Alfaguara 2016.
¿Por qué su literatura está poblada de personajes ‘fracasados’?
Mi vida está poblada de gente común y frágil. Creo que en la mayoría de ámbitos tenemos muy pocas armas y herramientas. Me gusta centrarme en gente como yo. En los pequeños movimientos que podemos hacer y en las pequeñas batallas que nos es dado librar. Unas las ganamos y otras las perdemos. No puedo evitar que mi literatura desarrolle las mismas estrategias.
También hay una intención por contar la vida de las periferias, ¿por qué?
De nuevo está presente mi vida. Cuando me preguntan si soy de Buenos Aires, aclaro que de la Provincia de Buenos Aires. Vivo en un pueblo que está a 40 kilómetros de la gran ciudad. En ese pueblo me crié, vivo y todo indica que ahí voy a morir. Castelar tiene la escala humana de los pequeños pueblos, de esos ámbitos suburbanos, como hay muchos en mi literatura.
¿Cómo apareció la gente que habita en O’Connor, el pueblo donde viven los protagonistas de ‘La noche de la Usina’?
Para escribir una novela, por lo general pienso primero en la trama antes que dedicarle tiempo a la creación de los personajes. En esta novela todo funcionó diferente, porque es una precuela de ‘Aráoz y la verdad’. Allí creé el pueblo de O’Connor y algunos de sus habitantes. La parte más agradable de inventar un personaje es cuando lo vas conociendo a través de lo que dice y de las relaciones que establece. Me gusta esa parte, porque ahí deja de ser un desconocido.
El jurado del Premio Alfaguara definió a los personajes de esta novela como unos perdedores, ¿usted qué piensa?
En los términos en que estos tipos son perdedores todos somos perdedores. Los han estafado y han quedado muy mal del corralito y de la crisis del 2001. Ahí entra el 99,9% de los argentinos. Yendo a una cuestión más existencial, por cada vez que ganamos cuántas perdemos. Me parece que el éxito tiene demasiada buena prensa. En todo caso, sí distingo entre la gente que hace algo y la que está paralizada.
En la novela hay momentos en los que varios personajes se paralizan…
Todos, alguna vez nos detenemos, porque la vida te ciega. Te hacha las piernas y te derriba. Ahí es normal e inevitable que te detengas. Ahora, para mí, está la gente que se levanta y se recompone y camina hacia algún lado, en alguna dirección, y la gente que definitivamente pierde la fuerza y se queda.
En su novela están presentes los ‘perdedores’ pero también los poderosos…
Sí. Hay un tipo que es más poderoso que todos. Uno que supo sobrevolar la crisis. Al poder suele asociarse una cuota de cinismo y pragmatismo, donde los valores morales no importan. Creo que del lado del no poder hay una mezcla de honradez, prudencia y temor. A veces uno se siente honrado, pero en realidad lo apabullan la complejidad y el riesgo. Los que son poderosos, en la escala que sea, asumen -creo- esos riesgos.
En ‘La noche de la Usina’ hay una dosis de absurdo muy fuerte, ¿por qué?
Me gusta mucho ponerle humor a la vida y, si se puede, ponerle humor a lo que escribo. En general, me parece que el absurdo en esta novela es una mezcla de inconsciencia y desesperación. Hay algunos personajes que son más razonables. A veces somos absurdos cuando no nos queda otra, o cuando no tenemos conciencia de que estamos en un terreno desconocido.
¿Por qué los ‘perdedores’ abundan en la literatura latinoamericana?
En las novelas de corte policial que se escriben en otras latitudes, el protagonista es experto, inteligente e informado, esto lo conduce al éxito. En América Latina sabemos que eso no existe. Tenemos una noción de la ley mucho más borrosa y una conciencia de nuestras debilidades, entonces creamos personajes que lo que más logran es superar un poco sus limitaciones y ese es el techo que alcanzan.