'Calendario sin abril', una novela de amor inspirada en la violencia de la frontera

Portada de la novela 'Calendario sin abril', de Alejandro Ribadeneira. Foto: Cortesía.

Portada de la novela 'Calendario sin abril', de Alejandro Ribadeneira. Foto: Cortesía.

Alejandro Ribadeneira, autor de 'Calendario sin abril'. Foto: Samantha M. Lopez

La vida y la muerte son hermanas que caminan tomadas de la mano. La primera es un cuaderno en blanco que se va llenado de pinturas, facturas, borrones y garabatos sin página de cierre; la segunda es el notario infalible que decide cuál será la última hoja.

La muerte duele porque nunca estamos preparados para recibir su abrazo postrero. Y duele más cuando dirige su guadaña inapelable hacia personas todavía vigentes, vitales, con una bitácora llena de renglones por escribir. Y duele más, todavía, cuando estas muertes fueron productos de la más grande sinrazón, de la indolencia más retorcida, de la soberbia más recalcitrante, de las decisiones más pusilánimes de quienes podían evitarlas.

Este es el primer parámetro de ‘Calendario sin abril’, la nueva novela de Alejandro Ribadeneira, escritor, editor y periodista que esgrime una pluma ácida, irónica y contumaz; pero también ágil, divertida y suspicaz, según sea del caso. ‘Las traigo muertas’, ‘¡Hasta cuándo, profe Almeida!’ y ‘La frutilla mecánica’ son tres botones que confirman esas proyecciones.

De todas maneras, el quehacer de este ecuatoriano-chileno de 46 años se caracteriza por su singularidad, lo que hace que parezca un corcho que flota en medio de un océano cultural cada vez más globalizado y uniforme.

Portada de la novela 'Calendario sin abril', de Alejandro Ribadeneira. Foto: Cortesía.

El segundo parámetro de ‘Calendario sin abril’ es el amor. El de los padres a sus hijos desaparecidos; el de los hijos e hija a sus progenitores; el de las mujeres que perdieron a sus parejas en un lunes cualquiera, que se transformó en trágico por obra de un desalmado que regó un combustible esquizofrénico que fue encendido tanto por los narcotraficantes como por los encargados de combatirlos y proteger a las víctimas.

El quid de la tragedia fue el secuestro y posterior asesinato del periodista, el fotógrafo y el chófer que viajaron a la frontera colombo-ecuatoriana a realizar una más de las reporterías que proyectó un medio escrito. Seres humanos valiosos que fueron ejecutados a mansalva por miembros de un grupo disidente de las FARC; una vil ejecución de tres profesionales que lo único que querían es realizar su trabajo con el profesionalismo que les caracterizaba.

Claro, la parte medular de ‘Calendario sin abril’ es el testimonio de Yadira, la joven pareja de Paúl, el talentoso fotógrafo que compartía con ella sueños, realizaciones, aspiraciones y disputas. Es el recuento agridulce y doloroso de todas esas botellas de vino que animaron las tardes de romance y de las que se quedaron sin destapar; de esas maratónicas jornadas de Netflix rodeados de cientos de fotografías ‘made in’ Rivas; de esos dos boletos para asistir al concierto de Mon Laferte (de quien era fan Paúl) que se jubilaron en una de sus carteras; de esos dos cumpleaños en abril –de él y de ella- que nunca pudieron ser.

La novela también es el recuento de la lucha de la periodista y un valiente grupo de familiares, colegas y amigos por hacer que se conozca la verdad. Aunque Yadira es una mujer menuda y en apariencia frágil, en plena carga de adrenalina es capaz de levantar un coche a pulso para salvar a un amigo y nunca se achicó ante las presiones y aspavientos de quienes eran los encargados de hacer, precisamente, lo contrario.

Todo contado con un lenguaje exacto y acertado. Con ritmo trepidante pero para nada salido de contexto. En 184 páginas que se beben como si se trataran de un buen tequila, otro de los tragos que saboreaba Paúl con paladar de 'sommelier'.

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