La escritora francesa ha logrado crear un voz narrativa propia, a través de la autobiografía de ficción. Escribe desde los 70. Foto: AFP.
Hace unas semanas, Annie Ernaux (Lillebonne, 1940) estuvo en Roma para recibir el Premio Formentor 2019, uno de los galardones más importantes de las letras europeas. Con este reconocimiento, la escritora francesa redondea un trabajo literario con el que se ha ganado la admiración de varias generaciones de lectores y de escritores galos.
En Europa, Ernaux está entre los referentes de la literatura autobiográfica, esa que se escribe imprimiendo una voz narrativa en primera persona a las cosas que les suceden a las personas comunes y corrientes, a lo largo de su vida.
Desde que empezó su carrera literaria, sus libros, no todos traducidos al español, comenzaron a poblarse de paisajes y personajes que fueron parte de sus años de niñez y juventud, escenas que se repiten a lo largo de todas las zonas marginales, rurales y campesinas que hay en Francia.
Con el tiempo, su obra se transformó en una colección de vivencias. Ahí está la historia de una joven que decidió dejar el campo para estudiar letras, la de una hija que tuvo una relación complicada con su madre a propósito de la clase social que dejó atrás, la de una mujer que vivió las miserias de la vida marital, o la de una madre que tuvo que enfrentarse con el cáncer.
En ‘Memoria de chica’ (2016), su último libro, la autora vuelve al verano de 1958 para narrar su primer encuentro sexual con un hombre. Con la ayuda de fotografías y de cartas recuperadas, hurga en su memoria para recordarlo pero, sobre todo, para rescatar a esa chica de 17 años que vivía aferrada a sus libros y a su familia y que un buen día, en un campamento, conoció lo que era el deseo.
También está ‘Los años’ (2008), donde arma una crónica de los cambios de la sociedad francesa de posguerra a través de la vida de su familia. Para ello convoca a todos sus recuerdos: los que son parte de su memoria oral, visual y sonora. Ahí están las películas que marcaron época o las canciones que se escuchaban por todas parte y también el testimonio de cómo nació su gusto por leer y escribir.
Ernaux escribe sin adornos. De una manera cruda rescata el lenguaje de la calle, de los jóvenes y del mundo rural. Esa es la impronta que usa en libros como ‘El acontecimiento’, donde habla sobre el aborto clandestino que se realizó en 1963; ‘La mujer helada’, donde da cuenta de las miserias de su matrimonio; o en ‘Pura Pasión, en el que escribe sobre los caminos de la lujuria y el deseo, ese que idiotiza y trastoca.
Aunque en la última década ha crecido el reconocimiento y la revalorización de la obra de muchas escritoras, entre ellas Margaret Atwood o Idea Vitale, Ernaux cree que la literatura sigue dominada por los hombres y su ideología.
Por eso, en sus libros persiste esa idea de narrarlo todo en primera persona, hasta lograr que las vivencias de esa mujer campesina que apostó su vida por la literatura sea el eco de una sociedad. En ese sentido, su literatura puede ser leída como los cuadernos de una etnógrafa o socióloga que sabe que en la singularidad también se esconde lo global.
Como lo señaló el jurado del Premio Formentor, integrado por Elide Pitarello, Marta Rebón, Antonio Colinas, Víctor G. Pin y Basilio Baltasar, su obra es “un implacable ejercicio de veracidad que penetra los más íntimos recovecos de la conciencia”, uno que se está convirtiendo en el espejo de las nuevas generaciones de lectoras y escritoras.