El Liberalismo, entre Alfaro y la Thatcher

El expresidente Eloy Alfaro Delgado fue un liberal con una amplia visión sobre las necesidades de las libertades sociales, pero también de las libertades económicas para el desarrollo. Y la exprimera ministra del Reino Unido Margaret Thatcher fue miembro

El expresidente Eloy Alfaro Delgado fue un liberal con una amplia visión sobre las necesidades de las libertades sociales, pero también de las libertades económicas para el desarrollo. Y la exprimera ministra del Reino Unido Margaret Thatcher fue miembro

El expresidente Eloy Alfaro Delgado fue un liberal con una amplia visión sobre las necesidades de las libertades sociales, pero también de las libertades económicas para el desarrollo. Y la exprimera ministra del Reino Unido Margaret Thatcher fue miembro del Partido Conservador. Sin embargo, tuvo un gran espíritu liberal, sobre todo en temas políticos y económicos. Foto: AFP

En los últimos tres siglos, el liberalismo se ha convertido en una doctrina caricaturizada por ideologías tan antagónicas como el conservadurismo, a través de una serie de encíclicas papales y numerosos pronunciamientos de la Iglesia 
Católica, y del socialismo o del comunismo, por intermedio de discursos en contra del imperialismo o el neoliberalismo.

En medio de este contexto, han aparecido personajes de la política mundial que se han situado o han sido situados en una de estas ideologías y que, sin embargo, tuvieron al liberalismo como el faro que iluminaba sus ideas, sus pensamientos y sus acciones. Entre ellos están Eloy Alfaro Delgado, expresidente del Ecuador, Margaret Thatcher, exprimera ministra del Reino Unido, o Emmanuel Macron, actual presidente de Francia.
El caso de Eloy Alfaro, el personaje histórico más representativo del liberalismo en el país, es singular porque desde la aparición de ‘La Hoguera Bárbara’, escrita por Alfredo Pareja Diezcanseco, su figura fue vinculándose exclusivamente al mundo de las libertades sociales abanderadas por la izquierda.

Una idea que fue explotada, hasta el hastío, durante los últimos diez años por los partidarios del socialismo del siglo XXI.
Sin embargo, en ‘La saga de Eloy Alfaro & Co. desde 1869 a 1878’, un artículo publicado en este Diario a inicios del 2018, la investigadora María Helena Barrera Agarwal muestra que Alfaro tenía una visión más amplia del liberalismo. Una que lo hizo emprender iniciativas comerciales en países como Panamá y Estados Unidos, en sociedad con Juan de Dios Zuluaga, uno de los hombres más ricos de su tiempo.

La investigación de este período de la vida de Alfaro da cuenta de que en su visión del liberalismo no solo estaba presente la necesidad de las libertades sociales, sino también la importancia del intercambio comercial y la necesidad de las libertades económicas. “Alfaro -dice Barrera Agarwal- comprendió que era importante que la élite ecuatoriana mirara hacia Europa pero, sobre todo, hacia Estados Unidos. 


Esta idea persistió durante y después de la Revolución Liberal. Uno de los documentos que sostiene esta afirmación es una carta que Alfaro escribió al New York Herald en la que expresa, entre otras cosas, que su programa político abrazará toda mejora y reforma compatible con el progreso moderno y que dentro de su Gobierno ha nombrado como Ministro de Obras Públicas a Don Mario Morla “millonario que atraerá capitales del país y del extranjero para la construcción del ferrocarril”.


Esta visión amplificada que Alfaro tenía sobre el liberalismo es tan poco conocida que, el lunes pasado, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, en la charla que ofreció en Guayaquil, dijo que una de la falencias de los liberales del siglo XIX, en América Latina, había sido su falta de interés por la libertad de comercio. “La idea de la libertad -dijo- no la aplicaban al campo económico porque no creían en el mercado.

Creían que la riqueza venía fundamentalmente de un pensamiento político”.
En esta conferencia, Vargas Llosa también hizo un repaso por ‘La llamada de la Tribu’, su nuevo libro en el que traza un recorrido por la historia del liberalismo a través de pensadores como Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich August von Hayek, Karl Popper , Raymond Aron, Isaiah Berlín y Jean- François Revel. 
Uno de los personajes que el Nobel de Literatura del 2010 menciona en el prefacio de su libro es Margaret Thatcher, una política vinculada al Partido Conservador, pero de la que rescata su innegable espíritu liberal. Varias veces y de manera pública la exprimera ministra señaló que leía a Karl Popper y que una de las personas a la que más consultaba sobre sus decisiones políticas era precisamente Isaiah Berlín, un filósofo liberal convencido de la necesidad de la comprensión del adversario ideológico.


Vargas Llosa acota que en cuestiones económicas y políticas, Thatcher tenía una equívoca orientación liberal. “En muchas cuestiones sociales y morales defendía posiciones conservadoras y reaccionarias -no hubiera aceptado el matrimonio homosexual, el aborto, la legalización de las drogas o la eutanasia, que a mí me parecían reformas legítimas y necesarias- y en eso desde luego yo discrepaba. Pero hechas las sumas y las restas, estoy seguro de que prestó un gran servicio a la cultura de la libertad”.
Friedrich August von Hayek aclara el panorama en relación con este tipo de personajes, al sostener que el conservadurismo y el liberalismo son cosas diferentes.

Lo que no quiere decir que entre conservadores y liberales existan valores compartidos, así como los hay entre el socialismo democrático y el liberalismo. 
En medio del constante péndulo político de las sociedades democráticas el liberalismo ha demostrado que es una doctrina que no se adhiere al orden impuesto que propone la derecha y tampoco a la lucha de clases pretendida desde la izquierda. Entre los liberales hay diferencias, como lo anotó Vargas Llosa en su charla, pero ninguno discrepa en el protagonismo que debe tener la libertad en la vida social, política, cultural y económica de una sociedad democrática alejada de los autoritarismos y de los fanatismos.


Una sociedad que, a criterio de Popper, no debía cifrar su destino solo en la existencia de mercados libres sino en una educación pública de alto nivel y diversas iniciativas de orden social, como la creación de instituciones para proteger al débil económicamente del económicamente fuerte y una vida cultural intensa y accesible al mayor número de personas posibles, con el fin de crear lo que él llamaba la igualdad de oportunidades. 

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