Leila Guerriero, periodista argentina. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Leila Guerriero estuvo el viernes 9 de junio del 2017 en la Universidad Andina Simón Bolívar presentando el libro ‘Un mundo lleno de futuro’. En esta publicación, patrocinada por el Banco Iberoamericano de Desarrollo (BID), se incluye una crónica de la escritora ecuatoriana Gabriela Alemán sobre los niños sordos de la escuela Fe y Alegría. Antes de la presentación Guerriero conversó con este Diario sobre el mundo de las discapacidades.
¿Cuál es la mirada que tiene sobre las personas con discapacidad?
Siento que los periodistas pecamos de paternalistas con la discapacidad. Uno de los ejemplos más burdos son los artículos que aparecen sobre las personas con síndrome de Down que logran tener un trabajo. Las historias que se publican son dulces y cándidas. Tendemos a pensar que quienes tienen alguna discapacidad son como ángeles y eso es perderles el respeto, es como amputarles la posibilidad de ser seres tan complejos como los que no tienen discapacidad.
¿Ha sentido como si tuviera una discapacidad?
Cuando escucho la palabra discapacidad pienso en algo más severo que una imposibilidad. Nunca me ha pasado nada grave pero las nimiedades de la salud te pueden confrontar con la discapacidad. A partir de eso uno se puede imaginar los terribles obstáculos que puede pasar una persona a la que le falta una pierna, que es sorda o que está ciega. Para superar eso debes tener un espíritu impresionante.
¿Ha tenido miedo de sufrir alguna discapacidad?
Creo que ese es un terror que nos acompaña a todos. Siempre recuerdo una escena espantosa de ‘Lo que el viento se llevó’ en la que a un soldado le cortan una pierna. La vi muy chica y desde ahí tengo una impresión muy particular con las amputaciones.
¿Cómo mira la prensa argentina el mundo de las discapacidades?
Lo que veo en la prensa argentina, en la prensa chilena y en la prensa de la región es que todo se termina contando como una historia de superación de vida. Hace un tiempo hice un perfil de René Lavand que era un mago al que le faltaba la mano derecha, y que se transformó en el mejor del mundo en magia con naipes. Recuerdo que el señor estaba muy lejos de ser alguien sencillo. El mismo decía que era un paranoide. Te contestaba muy mal. Era complejo, tortuoso, retorcido. Que le faltara una mano era solo un detalle. Creo que lo importante es enfocarnos en cómo hizo esa persona para ser quien es.
¿Cuáles son los estereotipos que hay que romper sobre la discapacidad?
Que la gente con discapacidad es como niña y que necesita de nuestra ayuda, que no tiene facetas y que la discapacidad es lo que la define. No creo que la discapacidad sea lo que los marque. Tengo un amigo al que amputaron una pierna, hace tres años, después de un accidente de moto y estoy segura que lo que lo define son sus problemas, sus amores, su relación con sus padres, con sus amigos, sus delirios y sus talentos. No lo veo como una persona a la que le falte una pierna sino como mi amigo.
En el libro que editó hay una crónica de Gabriela Alemán que habla sobre las personas sordas de una escuela en Santo Domingo de los Tsáchilas, ¿qué es lo que más le enganchó de esta historia?
Gaby hizo una cosa fantástica en esta crónica que es hacerte sentir en carne propia el mundo de un sordo mudo. Es una historia con claroscuros. Se conoce que estos niños van a la escuela y aprenden cosas, pero también se conoce sobre sus conflictos e intereses. No aparecen como si fueran ángeles caídos del cielo. Hay cosas fuertes como eso de que la gente los llama la escuela de “los mongolitos”. Todos estos matices me permitieron conocer un nuevo mundo.
En esta historia, como el resto que es parte del libro, la tecnología juega un rol importante, ¿eso al final del día es suficiente?
A mí la sensación que me queda es que no es suficiente. Este es un libro de casos excepcionales. Atrás de esto hay como cierta desolación porque si bien son historias de gente que hace cosas y que está entusiasmada con la solución de problemas no hay que perder de vista que historias como la de los de niños de la escuela Fe y Alegría son la excepción a la regla. Esto no pasa en todas las escuelas de todo el Ecuador y menos en la región. Una excepción nunca es suficiente.
¿No sería bueno que la gente con discapacidad tuviera espacios para mostrar cómo quiere ser vista o representada?
Me parece que en todas las instancias la escucha mutua es importante. Me parece que ellos son ajenos a cierto tipo de realidades que estaría bueno que conocieran así como nosotros somos ajenos a realidades que tenemos que conocer. Me gustaría pensar en una cosa de equidad. Es lo mismo que pienso en términos de género. Me parece que creer en que hay una manera masculina o femenina de ver el mundo es equivocado.
Leila Guerriero
Nació en Junín, Argentina. Ha escrito para Rolling Stone, Vanity Fair, El Malpensante y Soho. Es autora de libros como ‘Los suicidas del fin del mundo’, ‘Plano Americano’ o ‘Zona de obras’. Editó el libro ‘Un mundo lleno de futuro’ publicado por Planeta.