Led Zeppelin en una presentación de 1971, cuando el baterista John Bonham ya usaba el símbolo de la Trinidad. Foto: www.diariocritico.com
La irrupción del grupo Led Zeppelin en la música es comparable a la de un bulldozer en un apacible campo de golf. La estridencia de este grupo británico y su éxito en ventas a pesar de las críticas abrió el camino para las bandas de rock pesado y de metal que vinieron después e inspiró a varios músicos, incluso hasta hoy.
En su debut discográfico, el 12 de enero de 1969, los integrantes de Led Zeppelin dejaron en claro que buscaban ser eso justamente, los más intensos en todo, en sonido e instrumentación, en imagen, en actitud y en presentaciones en directo. Incluso tenían el mánager más inflexible, el legendario Peter Grant, un actor frustrado que resultó ser tan hábil para detectar el talento de un músico como para negociar las regalías y condiciones con los sellos discográficos y los organizadores de conciertos.
Grant entendió que los integrantes de Led Zeppelin eran más explosivos que la fórmula de la dinamita, pero en lugar de contenerlos, les abrió el camino para que desarrollaran su creatividad aunque estuvieran cerca del estallido final.
Es comprensible. Los años 60 se caracterizaron por un ambiente artístico en que el consenso general era que todo era posible. Pero, desde 1967, la música pop se dividió en dos bandos, los que apelaban a la ética de la búsqueda permanente del progreso del arte y los que pensaban en que ese arte podía ser prefabricado para satisfacer la demanda del público, mientras la caja registradora sonaba sin parar.
Esto se debió al éxito de The Monkees, el primer grupo de rock conformado en realidad por actores. The Monkees era un programa de televisión que tenía su grupo musical y es el precursor de las boy–bands.
Mientras The Beatles eran llamados los ‘Fab–Four’, los chicos de The Monkees eran los ‘Pre-Fab-Four’. Al calor de esta discusión se creó Led Zeppelin, en 1968, cuyos integrantes fueron Robert Plant, Jimmy Page, John Paul Jones y John Bonham. A ellos les unió un proyecto musical que se inició con una primera premisa: querían grabar música que pudiera representarse en vivo.
Claro, todavía estaban frescos ejemplos como ‘Pet Sounds’, de The Beach Boys, o ‘Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band’, de The Beatles, con sonidos de animales de granja o ruidos de la calle. Eran experimentaciones que cambiaron la manera de grabar. Pero Led Zeppelin no quería grabar nada que no se pudiera tocar sobre un escenario. Su experimentación, en la decidida búsqueda de un sonido propio, los llevó a probar una idea que Page ya había pensado cuando era miembro de The Yardbirds, al que entró para reemplazar nada menos que a Eric Clapton, y que los demás aceptaron desarrollar.
En octubre de 1968, Led Zepellin grabó en 30 horas su primer disco. Lo que hizo el cuarteto fue tomar lo que ya otros grupos británicos habían hecho con el blues estadounidense, tanto el de Misisipi , más tradicional, como el de Chicago, más eléctrico, subir el volumen y aplicar potencia.
Todos los elementos de Led Zeppelin, y ahí está el milagro, calzaron perfectamente para alcanzar este propósito. Page era un virtuoso de la guitarra eléctrica, autodidacta desde los 12 años que tenía talento para la ciencia pero que abandonó la ‘gran oportunidad’ de ser laboratorista para dedicarse al rock. Practicó como si el mundo fuera a acabarse para perfeccionar su estilo acelerado, el cual le permitió crear los riffs que lo hicieron famoso (y que luego inspiraron al punk).
Dominaba tanto la Gibson Les Paul como la Fender Telecaster, y sacaba partido a todos los amplificadores así como la los pedales de efectos y más complementos. Para Dazed and Confused, una de las canciones grabadas ese octubre, se valió de un arco de chelo.
También era vital el aporte de la batería. John Bonham consideraba que el baterista no tenía por qué quedarse al fondo sino que podía ser protagonista. Los expulsaban de los clubes porque tocaba demasiado fuerte. Su personalidad era igual de avasallante, amplificada cuando bebía en exceso: era demasiado violento.
John Paul Jones era más callado. Tocaba el bajo pero también el teclado, y era un arreglista talentoso, que alguna vez trabajó con The Rolling Stones.
El cantante Robert Plant era un tenor que aplicaba exageración en su voz para ser coherente con sonido del grupo y transmitir exceso emocional. No era del todo una novedad pues esto era propio del blues, pero Plant trabajó para que su voz fuera armoniosa y reconocida; aunque también poseía la actitud del frontman en directo y la belleza necesaria para que el grupo interesara a las chicas y redondeara la imagen que deseaban proyectar.
El disco se llamó, simplemente, Led Zeppelin, y abrió el camino al éxito, el cual duró una década con 300 millones de discos vendidos, hasta la muerte de Bonham, ahogado en su propio vómito luego de una de sus habituales borracheras. Su muerte puso fin al grupo, el cual nunca más se reunió para grabar álbumes de estudio. Los supervivientes solamente se juntaron para esporádicas presentaciones.
Esa década, iniciada hace 50 años, dejó postales que cumplían a rajatabla el cliché de que el rock iba de la mano con las drogas y el sexo. Era parte de su intensidad, a la que el mánager Grant le seguía el paso. No solo les conseguía chicas y estupefacientes. Hizo de Led Zeppelin el primer grupo con avión propio -el famoso The Starship-, el primero en cobrar USD 200 000 de anticipo sin haber grabado su primer álbum y el primero en planificar giras para conciertos en estadios para 80 000 personas, cifras que solamente eran pensadas para festivales como Woodstock. También contrataba criminales como guardaespaldas.
Led Zeppelin dejó canciones memorables (Stairway to Heaven, Black Dog, Whole Lotta Love, Immigrant Song, Babe, Im gonna leave you, ¡son tantas!) y un legado que todavía sigue vigente.