En el 2016 inauguraron la muestra ‘Es inútil sublevarse, la Artefactoría: Arte y comentario social en el Guayaquil de los ochenta’. Foto: Joffre Flores / EL COMERCIO
Era 1982. La bodega de la casa del historiador de arte Juan Castro, ubicada en el barrio Centenario, se convirtió en el primer taller de La Artefactoría, un grupo de seis jóvenes artistas que torcieron la precaria situación del arte en Guayaquil, durante esa década.
Después de 40 años de trabajo esos seis artistas: Flavio Álava, Marco Alvarado, Paco Cuesta, Xavier Patiño, Marcos Restrepo y Jorge Velarde, ganaron el pasado jueves 29 de junio el Premio Nacional de Artes Mariano Aguilera a la Trayectoria 2017, el reconocimiento artístico más importante del país.
La Artefactoría empezó su trabajo estético y conceptual en un ambiente institucional caótico. Patiño, actual docente de la Universidad de las Artes y uno de los fundadores del Instituto Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE), recuerda que por esos años en el museo municipal se exhibía una gorra de Merlín Arce, guardaespaldas de Abdalá Bucaram y junto a ella la espada de Eloy Alfaro.“En Guayaquil no había condiciones necesarias para que se produzcan nuevas formas de ver y entender el arte. Lo que te hacía artista era la vida y el trabajo diario”.
Su primer trabajo conjunto fue la revista Objeto Menú, una publicación de 250 ejemplares cuyo editorial expresaba una crítica ante los precios de los alimentos. Esa fue la primera vez que el nombre de La Artefactoría, un guiño al trabajo en serie del artista Andy Warhol, era leído por el público guayaquileño.
De entrada, estos artistas propusieron una mirada crítica al arte local, un quiebre estético entre lo moderno y lo contemporáneo. Matilde Ampuero, curadora de la muestra retrospectiva que el grupo montó el año pasado en el MAAC, sostiene que La Artefactoría contribuyó a la construcción de un espacio de concientización, que aunque pudiera identificarse como político, se asentó sobre una estética ligada a la fertilidad de los cambios históricos que se producían en el país y la región en los difíciles años ochenta.
La Galería Madeleine Hollaender se convertiría, por esos años, en uno de los espacios que mostraría su trabajo. En 1985, allí se inauguró Exposiciones de Arte en donde se exhibió el trabajo de Alvarado, Patiño y Restrepo.
Patiño cuenta que a finales de los ochenta el trabajo de La Artefactoría tenía una línea política fuerte. En 1986 Alvarado escribió un manifiesto político-radical al que llamarían El Pasquín. A criterio de Ampuero, este documento es hasta la fecha uno de los mayores referentes sobre los procesos sociales y artísticos de la época.
Su último trabajo: ‘Es inútil sublevarse, la Artefactoría: Arte y comentario social en el Guayaquil de los ochenta’, es una muestra a la que han asistido más de 24 000 visitantes.