Un grupo de mujeres de Llano Grande inició un proyecto que ha involucrado a personas de la tercera edad, jóvenes y también a otras comunidades Kitukara. Foto: Vicente costales / El Comercio
El proyecto de revitalización de vestuario tradicional de las mujeres kitukara se inició como un pasatiempo de María Elena Tasiguano. Hace 20 años sufrió de depresión, tras perder un bebé. Buscaba realizar actividades que la mantengan distraída y que le den sentido a su existencia, hasta que un día encontró en su casa una camisa bordada muy antigua.
Replicó con papel y lápiz las formas de los bordados. Fue perfeccionando -a solas- su técnica de dibujo, de corte y confección, de bordado y de tejido. Sus primeras creaciones motivaron a sus compañeras y vecinas de Llano Grande a hacer sus propias prendas para uso festivo y ocasional.
En lo cotidiano, los indígenas kitukara no visten sus ropas tradicionales y en las festividades alquilaban trajes de etnias como los Kayambi u Otavalo. Debido a la urbanización de Llano Grande y otras localidades donde se asienta este grupo étnico, fueron dejando en el abandono anacos, alpargatas, camisas y las otras prendas y accesorios que usaron hasta hace unas décadas los abuelos de la comunidad.
La iniciativa de Tasiguano fue contagiando a sus compañeras de la Asociación de Mujeres Agrícolas de Llano Grande. Así se crearon talleres de confección. Los modelos se basaron en las herencias que se rescataron de las personas ancianas de la comunidad.
Ahora, esta actividad se realiza en los momentos de descanso, después de trabajar la tierra. Las nueve mujeres de la Asociación se sientan juntas a bordar flores, tejer mangas o cortar piezas de las camisas (así le llaman a las blusas). También llevan esta labor a diferentes
reuniones, pues aplican el “boca hablando y manos trabajando”, un dicho de sus abuelos.
El resultado es un traje de uso formal, que se lleva en festividades o eventos especiales. Las mujeres en edad adulta y niñas ya no usaban estas prendas, por lo que el resultado llena de orgullo a Tasiguano.
Este proceso se gesta formalmente desde hace 10 años. En este tiempo se han realizado talleres para las mujeres de la tercera edad del programa 60 y Piquito y para jóvenes en la Corporación Cultural Samari. Las abuelas han realizado trajes para sus hijas y sus nietas y los jóvenes confeccionan sus trajes, principalmente para presentaciones de danza.
Con este conocimiento, Tasiguano hizo un trabajo similar en otros sitios donde se asientan los Kitukara.
Puembo, Manga Guantag, Oyambarillo, Pifo, Itulcachi y El Quinche fueron algunas localidades en las que Tasiguano compartió su experiencia. Realizó investigaciones basándose en fotografías antiguas o rearmando prendas que han sido afectadas por el paso del tiempo para obtener los modelos a partir de los que se hicieron las réplicas.
En cada lugar hay variaciones. En Pifo y Tulcachi, por ejemplo, el bordado no es tan fuerte, se usa manga pañuelo y no manga bordada, debajeros en lugar de dos anacos y alpargatas azules al contrario de las blancas que se usan en Llano Grande.
En Yaruquí y El Quinche las mujeres usan una macana en lugar de la lista, una especie de fachalina que visten las Kitukara del norte de Quito.