El padre Juan Bottasso sigue yendo todos los días a las instalaciones de los salesianos a atender asuntos varios, aunque hace un año se retiró de la U. Politécnica Salesiana. Foto: Vicente Costales/EL COMERCIO
Juan Bottasso es un religioso que se ha dedicado a estudiar la naturaleza humana casi toda su vida. Desde su práctica y sus estudios antropológicos se ha enfrentado a las múltiples complejidades que encierra la convivencia humana; como la tregua.
¿Cree en las treguas?
Claro que sí. El ser humano de vez en cuando debe calmarse, en todo sentido: en el trabajo, en los conflictos, en lo que sea. El mismo organismo, la misma psicología necesitan tener un momento de respiro.
Por eso dormimos, ¿no?
Sí, y por eso se lee en la Biblia que se puso un descanso cada siete días. Es una regla de las más importantes en la historia de la humanidad; sobre todo con respecto a las personas dependientes, como los esclavos que había en aquel entonces, incluso a los animales hay que dejarlos descansar, hay que recuperar la fuerza, el ritmo. Es una necesidad del espíritu humano, sin lugar a dudas.
¿Cuáles han sido las treguas más provechosas que puede atestiguar?
En este momento no se me ocurre mayor cosa, pero digamos que la tregua ya en el medioevo era una institución de importancia enorme. La tregua de Dios, sobre todo en momentos de violencia, de conflictos. Y es la tregua, tanto en el espacio como en el tiempo. En el espacio, había lugares donde la gente agredida o perseguida iba, que eran generalmente las iglesias o los monasterios.
Sitios de refugio.
La gente se iba a refugiar allá y eran sitios inviolables, como son ahora las embajadas, hasta cierto punto. El ser humano necesita que haya mínimas barreras de defensa cuando la agresión es muy fuerte o es injusta. En relación al tiempo, había momentos, como algunas grandes fiestas, en las que se daba la tregua de Dios, en las que se dejaban las armas. En Siria se habla de treguas, que rompen enseguida y es un desastre. Hay tales problemas que hay que hacer corredores humanitarios, para que puedan aunque sea escapar. También hay otras treguas, que no tienen carácter sagrado.
¿Como cuáles?
El Carnaval, que en casi todas las culturas pone de lado las preocupaciones, por una parte, y, por otra parte, sirve para dejar descansar ciertas normas, incluso morales. Pensemos en el Carnaval de Río en donde todo está permitido. Pero no se puede vivir en Carnaval todo el año.
Claro, tampoco…
Porque sería imposible la convivencia humana. Pero sí hay una necesidad de vez en cuando de romper el esquema, pasarse un poco los límites, para después volver.
¿De qué nos vendría bien darnos una tregua, hoy?
Hay varios campos, como el de la agresividad del lenguaje en la política, en el que habría que descansar un poco. El adversario no siempre es un estúpido o un delincuente; es una persona razonable que tiene sus motivos. Habría que calmarnos un poco porque muchas veces con tal de conseguir votos no solo se combate una idea sino que se destruye a una persona. Yo hacía esta reflexión con un sacerdote egipcio y le pedía que me explicara por qué en Oriente Medio es tan difícil usar un lenguaje sereno y es tan difícil instaurar la democracia.
¿Qué le dijo?
Me decía: “Mire, en nuestra mentalidad el adversario es peligroso y hay que destruirlo”. Es un concepto muy reciente en Occidente, algo de estos últimos tres siglos, eso de que el adversario es útil, que es necesario porque aporta nuevas ideas; y el pluralismo es una riqueza.
¿La tregua es sinónimo de paz o no?
La tregua no es la paz todavía, es un momento para calmarnos, medir fuerzas o buscar soluciones, pero es momentánea. La tregua siempre es momentánea.
¿Ecuador es más inclinado a las treguas o a la paz?
Bueno, Ecuador aunque no es muy grande es bastante diferente, diverso. Por ejemplo, veo que hay una diferencia entre Quito y Guayaquil, a Quito lo veo más combativo. Aunque en los últimos años no lo ha demostrado.
¿Se sumaría al cliché que dice: Ecuador, isla de paz?
No hay ninguna isla de paz aquí, yo no la conozco. Por ejemplo, yo de niño todavía fui testigo de lo que es la guerra grande. En mi tierra, los alemanes tenían fama de ser terribles, implacables; y no lo son, son disciplinados. Los italianos, en cambio, somos anárquicos. (Benito) Mussolini decía: “No es difícil gobernar Italia, es inútil”.
¿En qué circunstancias usted no recomedaría que nos demos una tregua?
Cuando se violan los derechos fundamentales del ser humano, ahí no hay que dar tregua, no hay descanso, hay que luchar hasta el final. Para ciertas violencias o para la falta absoluta de respeto a la dignidad de la vida no hay tregua, eso no tiene sentido.
¿Cuáles son los ingredientes para que una tregua realmente funcione?
Bueno, que las dos partes acepten la tregua.
¿Pueden estar dadas todas las condiciones, pero si no hay voluntad la tregua no funciona?
La tregua no funciona cuando hay una apariencia de deseo pero no hay ninguna voluntad.
¿Por qué no logramos salirnos de la lógica guerrerista, que requiere de los ataques y las treguas?
El ser humano es agresivo, y como es inteligente es terrible en su agresividad. Se dice siempre que es por defensa, pero el ser humano necesita conquistar espacios, afirmarse, y ahí usa la violencia. Yo creo que eso no terminará nunca.
¿Nunca?
Hay un famoso reporte de hace 30 años que decía que la paz no solo no es posible, sino que no es deseable. Ahora, yo eso no lo acepto, pero estoy de acuerdo en que será muy difícil de conseguir.