Juan Valdano: ‘El consenso abre los caminos de la gobernabilidad’

El libro del escritor ecuatoriano Juan Valdano. Foto: Vicente Costales / El Comercio

El libro del escritor ecuatoriano Juan Valdano. Foto: Vicente Costales / El Comercio

El libro del escritor ecuatoriano Juan Valdano. Foto: Vicente Costales / El Comercio

En el libro ‘La nación presentida’, Juan Valdano hace un repaso de sus ideas en torno al Ecuador como un país y también como un concepto. La presentación de esta publicación está programada para el 16 de octubre del 2019, a las 19:00, en el Teatro Calderón de la Barca de la Universidad San Francisco de Quito.

Previo al lanzamiento en la capital, Valdano sostuvo una entrevista con este Diario para conocer su visión en torno al concepto Ecuador. Esta es una idea que toma varios matices en los 30 ensayos que conforman esta nueva publicación.

En el primer capítulo de su libro “La nación presentida”, usted relaciona nuestra vida ciudadana con la proclividad al desorden y al caos. Desde este punto de vista, ¿cómo explica los acontecimientos que actualmente ocurren en el país?

Repetimos con frecuencia que somos un país ingobernable. La política nacional, tal como la practicamos y vivimos, ha llegado a ser una expresión más de nuestra “cultura” del caos. Los ecuatorianos acabamos de soportar días de desafuero y violencia primitiva. Cada gremio, partido o región luchan por su parcela de intereses. ¿Y el bien colectivo, el país, las grandes causas de esta nación a quiénes interesan? En verdad, a muy pocos. El regionalismo, el particularismo subsisten. No hay una visión de conjunto del país. La crítica situación que, este momento, confronta el Ecuador no es sino un episodio más de una historia que se repite.

¿Una falta de líderes?, ¿el fracaso de nuestra democracia, tal vez?

Los líderes que últimamente hemos tenido han sido populistas y demagogos. Para nosotros eso que llaman democracia representativa lamentablemente se ha convertido en la dictadura de la estadística. Suena a paradoja. Quien llega al poder con la voluntad de solo la mitad más uno de los votantes y luego no abre el diálogo con las minorías es instaurar una dictadura encubierta.

¿Esta “cultura” del caos, esta falta de visión del conjunto de la nación estaría alentada por la permanencia de líderes populistas?

Para gobernar sociedades tan fragmentadas como la ecuatoriana no solo es necesario ganar las elecciones; es imprescindible construir una democracia consensuada. El consenso abre los caminos de la gobernabilidad. Gobierno que no es permeable a las críticas, que descalifica a quienes lo reprueban cae en el autoritarismo.

A su criterio, ¿cuál es la imagen del poder que se mantiene viva en el consciente colectivo ecuatoriano?

Si revisamos la historia de este país nos daremos cuenta que nuestra idea del poder casi no ha cambiado desde los años de la Independencia. La imagen que tenemos de aquel que detenta el poder de la República es arcaica.

¿Puede explicar más este concepto?

Al fondo, en la psiquis ecuatoriana hay dos imágenes que confluyen en quien es investido con los máximos poderes: la del padre y la del macho; son imágenes que vienen desde el incario y la colonia. La figura del padre encarna la autoridad, personaje patriarcal y arbitrario. Detrás del macho está la imagen del dominador y el tirano; es el trasunto del conquistador, del encomendero, del hacendado, del taita-cura. Si conjugamos estas dos imágenes tendremos una idea cercana de lo que el ecuatoriano común concibe el poder político. Abundan los engreídos que se creen “dueños del país”; los verdaderos estadistas son pocos. “Gobernar es cuestión de tener pantalones”, decía León Febres Cordero.

En su libro, usted concibe la nación “como una representación mental de una comunidad nativa”. ¿Existe la nación ecuatoriana?

La idea de la nación ecuatoriana es relativamente reciente. Pertenece a ese conjunto de cavilaciones que nos legó la generación de 1929. Antes de esos años, la idea de la nación era un concepto vago y nebuloso como vago y nebuloso son los orígenes de los pueblos que habitan este país. La nación es la añoranza de un pueblo por lo que fue en el pasado y el deseo latente de afirmar cotidianamente lo que quiere llegar a ser en el futuro. La nación es un proyecto de convivencia, se la construye cada día; es ese presentimiento de que formamos parte de una comunidad imaginada que se nutre del mito, de la sacralidad de los símbolos, de la memoria de lo heroico. Su fundamento está en la historia y su fuerza en la permanencia de esa ritualidad con la que un pueblo hace su vida diaria. La nación es posterior al Estado, un mecanismo elaborado para justificar su existencia. El peligro está en el hecho de que un demagogo utilice este concepto para mover a su favor las pasiones de un pueblo. En mi libro sostengo que si bien el Estado es plural y la Nación es diversa, el Ecuador es uno.

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