Los jóvenes se interesan por la percusión ancestral

Desde los cuatro o cinco años, los niños empiezan con el aprendizaje para interpretar el bombo tradicional. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO

Desde los cuatro o cinco años, los niños empiezan con el aprendizaje para interpretar el bombo tradicional. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO

Desde los cuatro o cinco años, los niños empiezan con el aprendizaje para interpretar el bombo tradicional. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO

Los hombres transpiran mientras golpean con fuerza el bombo de fabricación artesanal en Esmeraldas. A un costado del estrecho salón, los niños observan cómo Alfredo Caicedo, maestro de percusión, interpreta Caramba, música ancestral del pueblo afroesmeraldeño.

El aprendizaje del bombo como instrumentos de la música hereditaria del pueblo esmeraldeño llama la atención a niños (cuatro años) y jóvenes (16 años), que acuden a aprender de manera académica al Conservatorio de Música y Danza, en la ciudad de Esmeraldas.

Aunque los alumnos no reciben un título académico como tal, por las aulas del Conservatorio han pasado decenas de niños desde hace nueve años cuando se estableció este espacio de formación musical. Los más jóvenes ahora integran agrupaciones de música folclórica de Esmeraldas, como Cuero, Son y Pambil.

La enseñanza de los instrumentos tradicionales, como la marimba y el bombo, antes de la existencia del Conservatorio era rudimentaria. Se la hacía en los barrios de la ciudad y de forma empírica, pues se aprovechaban los ensayos de marimba de los grupos de música y danza afro, que practicaban sus rutinas... Muchos, en las calles.

También se escuchan estos sonidos en las fiestas de sus santos como San Antonio, Virgen del Carmen, de Las Mercedes y San Martín de Porres. Esa tradición se mantiene en la iglesia donde se usa mucho el bombo durante los cánticos de las homilías.

Con la ayuda de tres maestros percusionistas, 25 jóvenes y niños acuden a la sala de percusión del Conservatorio, todas las tardes, para aprender lenguaje musical. La maestra de esa materia, Isis Echavarría, dice que ahora se cuenta con músicos preparados en ritmos ancestrales.

El bombo es uno de los instrumentos más significativos de la música popular esmeraldeña. Su presencia se mantiene vigente, tanto en los conjuntos de marimba, como en las fiestas tradicionales (arrullos y fiestas de santos), además de acompañar a la marimba y sus intérpretes, este instrumentos requiere de una mayor destreza para su interpretación.

El bombo es un cilindro hueco hecho de una sola pieza de madera, generalmente madera de calade o balsa macho, cubierto en ambos extremos por piezas de cuero. Su diámetro es de, aproximadamente, 60 centímetros.

Los afroesmeraldeños dedicados a las artesanías los construyen con cuero de tatabra y venado, porque aseguran que estas pieles permiten un mejor sonido. El antropólogo Xavier Valencia señala que el aprendizaje de este instrumento contagia por la cadencia que ponen los bomberos (hombre que toca el bombo) a la hora de expresarse con él.

Uno de los jóvenes percusionistas es Iván Caicedo, de 16 años, quien destaca en el manejo del instrumento. Toca las congas y la marimba, que es un instrumento de percusión con melodía. “Esta es una forma de mantener viva la cultura del pueblo afroesmeraldeño”, señala, quien también es un destacado violista.

El mazo que golpea el cuero y la baqueta sobre la madera del instrumento generan un impacto que crea un ambiente sonoro y agita el ánimo de los danzantes, que recorren -eufóricos- todo el salón.

Jefry Arroyo, director de Percusión del Conservatorio de Música de Esmeraldas, explica que con 10 niños se ha logrado trabajar en el montaje de ritmos fusionados con temas como el Andarele, Caramba, Fabriciano y Cumbia. Ahí, a más del bombo, se incluyen las congas o tumbadoras, el cununo, la guasá y las maracas.

El proceso de aprendizaje lleva dos años, pero hay niños que desarrollan la habilidad de interpretar mucho más rápido, como Isaí Montalbán, de cinco, quien ya toca el instrumento.

En los barrios populares de Esmeraldas, donde se ensayan las danzas tradicionales, muchos niños y jóvenes aprendieron a tocar el bombo escuchando. Hoy reciben la teoría y la práctica, para volverlos capaces de leer las notas musicales.

Uno de los aportes a la cultura de la zona la hace el grupo musical Los Chigualeros, que trabaja en los sectores vulnerables de la ciudad (barrio Venecia, El Arenal, El 30) enseñando percusión a niños y jóvenes de escasos recursos económicos.

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