Serafín Maliza recibe documentos de su asistente Martha Pilamunga. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO
Los indígenas de Tungurahua poco a poco reemplazan las actividades agrícolas por otro tipo de trabajos, como los ligados a la administración de cooperativas de ahorro y crédito, que operan en la región.
Ya en la ciudad, el tiempo que dedican -sobre todo los jóvenes- a las actividades de oficina impide su dedicación a labores relacionadas al campo. Muchos ocupan puestos de gerencia, ejecutivos, empleados y colaboradores.
Serafín Maliza, por ejemplo, se desempeña como gerente de la Cooperativa Esencia Indígena, desde el 2010. El joven empresario trabaja en Ambato con un grupo de colaboradores también de comunidades como la Chibuleo, Quisapincha y Pilahuín, ubicadas al suroccidente de la urbe. Maliza se reúne constantemente con los gerentes de las sucursales en Chimborazo, Cañar, Imbabura y Pichincha. Atiende llamadas y firma documentos para la aprobación de créditos.
Pero pese a estas labores se da modos para regar a sus plantas de maíz, papa y arveja que sembró en una pequeña chacra junto a su vivienda de un piso, en la comunidad San Francisco de Chibuleo. A este trabajo le dedica unas tres horas al día y otras dos a pastorear las ovejas de sus padres.
“A muchos nos tocó abandonar el campo por necesidad y otra de las razones es porque sembrar ya no es rentable”. El indígena de 34 años cuenta además que sacar a la ciudad los productos es caro y los compradores no valoran el trabajo en el campo.
“Nuestros padres, abuelos y ancianos del pueblo son los únicos que se están encargando de las actividades agrícolas”.
En la capital del Tungurahua funcionan desde 1995 al menos 150 cooperativas de ahorro y crédito. Las oficinas de las instituciones financieras están ubicadas a lo largo de las avenidas Cevallos y 12 de Noviembre, en el centro de la urbe.
En otra de estas entidades trabaja Cristina Mazaquiza, desde hace cinco años. Se inició como cajera de la Cooperativa Chibuleo, con 14 años en el mercado de las finanzas.
La joven, de 25 años, viste una blusa blanca con encajes y bordados azules. Lleva una bayeta cruzada sobre el hombro, un anaco de lanilla y tacones negros como parte de su atuendo para ir a la oficina.
Mazaquiza es madre soltera y vive junto a sus padres en la comunidad Chibuleo San Pedro, ubicada a pocos metros de la Unidad Educativa que lleva el nombre del poblado.
En este poblado abundan las casas de construcción mixta (hormigón, madera, bloques, techo de teja, losa y estrechas ventanas) pintadas de blanco y amarillo. “Me dieron la oportunidad de trabajar y por eso dejé el campo. Mis papitos son los encargados de sembrar papas y cebollas. Ellos me entienden y saben lo difícil que es la situación”, comenta Mazaquiza.
En la cooperativa Alianza Indígena también laboran siete empleados de la comunidad Pucará Grande, en la parroquia Pilahuín. Cuatro jóvenes hacen seguimiento a los créditos entregados a más de 2 500 socios en Ambato.
Martha Pilamunga es la encargada de recibir los oficios, manejar la agenda y atender las ventanillas de la cooperativa. El miércoles pasado se reunió con un grupo de clientes. Habla con voz entrecortada. “En el campo solo trabajo los fines de semana. A veces ya no tengo tiempo porque los sábados tengo que lavar la ropa y entre otras cosas me es imposible”, dice Pilamunga.
En la cooperativa indígena los hombres deben tener sus ponchos rojos hasta la cintura, camisas y pantalones blancos. Las mujeres vestir bayetas, blusas blancas bordadas, anacos negros y zapatos de taco.
José Manuel Pandashina, gerente de Alianza Indígena, confirma que los jóvenes están dejando el campo. El ejecutivo explica que la agricultura no es rentable y por eso migran a las ciudades los campesinos.
“Nuestros mayores y padres hacen estas actividades por costumbre. Esperamos que la agricultura se tecnifique para regresar”, comenta.
Intercultural
Los jóvenes migran de áreas rurales en busca de nuevos retos profesionales.
Las primeras cooperativas indígenas son Mushuc Runa, Kusllki Wasi y Pilahuín
Otras cooperativas tienen sus oficinas en las calles Juan Benigno Vela, Espejo, Lalama y Castillo.
Los jóvenes indígenas provienen de las comunidades Chibuleo, Salasaka, Pilahuín y Quisapincha.
Los ejecutivos estudiaron contabilidad, Economía, Marketing, y Finanzas.