Célida Manzano comparte las recetas tradicionales de Bayushig, en Penipe. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIOL
Recorrer las calles de las parroquias y comunidades para conocer a la gente y sus costumbres alimenticias es parte de la experiencia que viven los estudiantes de los primeros semestres de la carrera de Nutrición y Dietética de la Espoch. Ellos investigan las costumbres nutricionales ancestrales que aún están vigentes y la tradición alimenticia
de cada lugar.
La semana pasada Mariana Guallo, docente de la cátedra de cultura alimentaria, recorrió las calles de Bayushig con 32 alumnos de primer semestre. Los chicos ingresaron a los hogares de varias personas para mirar cómo preparan sus alimentos y qué tipo de productos consumen.
“El propósito es rescatar el conocimiento y los saberes ancestrales respecto de la alimentación. Antes, las personas tenían una vida saludable y sabían qué productos consumir solo por tradición, porque así aprendieron de sus padres y abuelos”, explica Guallo.
En Bayushig, una pequeña parroquia situada en el norte de Penipe, el proyecto recién empieza. Los jóvenes inician la investigación identificando el lugar y luego a los posibles actores que tienen el conocimiento y que contribuirán a la investigación.
Célida Manzano fue una de las agricultoras que recibió a los estudiantes en su hogar. Ella mostró las diferentes variedades de manzanas que se cosechan en Bayushig y compartió la receta de la tradicional colada de manzana.
“Antes, aquí se sembraba sólo maíz. Luego nuestros padres adquirieron plantas frutales y son las que nos han dado fama de productores de manzanas y claudias en la provincia”, relata Manzano a los jóvenes.
“Aprendemos mucho en estas salidas de campo y eso nos entusiasma, porque apenas estamos iniciando nuestra carrera y ya trabajamos en proyectos de alto interés social”, dice Alejandra Mariño, estudiante.
Una investigación similar se realizó en la comunidad Palacio Real, en Calpi. Los estudiantes realizaron una investigación que duró seis semanas.
Kathy Andrade, otra docente, explica que se trata de un estudio cualitativo de los hábitos alimenticios y que se hace a través de testimonios, entrevistas y grupos focales.
En ese estudio participaron 60 estudiantes que hoy cursan el segundo semestre. “Encontramos hábitos muy interesantes en la comunidad. Nuestra meta es publicar un documento con nuestros hallazgos para que estos saberes en algún momento sean declarados patrimonio alimentario del país”, indica Andrade.
Las protagonistas fueron las mujeres, que no solo se encargan de la alimentación familiar, sino también son las líderes que dinamizan la vida en la comunidad. Ellas compartieron sus recetas ancestrales, y las creencias sobre algunos alimentos que se consideran medicinales y sagrados.
“Notamos que no sustituyeron sus alimentos tradicionales por otros, pero sí adoptaron nuevas técnicas de cocción”, comenta Andrade.
En el restaurante comunitario, por ejemplo, se ofrecen platos a base de carne de llama. Hay desde preparaciones tradicionales como fritada y chicharrón, hasta platillos novedosos como estofado de llama.
Ese alimento alto en proteína y bajo en grasa es el más tradicional de esa zona e incluso tiene connotaciones espirituales. Para la gente de la comunidad, el faenamiento de una llama es un sacrificio y se ejecuta como un ritual espiritual.
El proyecto en esa comunidad concluyó con una feria donde las personas de otras comunidades expusieron también productos elaborados.