Son las nueve de la mañana y el panorama en Quito se dibuja rutinario: hace frío, hay autos atascados por todas partes y una ligera llovizna que acompaña el despertar de la ciudad. A esa misma hora está pactada una cita con el poeta Jossué Baquero quien, quince minutos más tarde, llega al lugar de encuentro: la Plaza de las Américas.
Este es el final de la carretera de Jossué Baquero
El poeta se acerca contemplativo, algo contrariado. “Perdón por la demora es que el tráfico de Quito…”. Así inicia una charla que luego cambia de rumbo; empezamos a hablar de poesía. Por su facilidad para expresarse, es inevitable darse cuenta del dominio que tiene sobre el lenguaje, aunque él, minutos después, lo niegue rotundamente.
Una pregunta se hace inevitable: por qué, a pesar de haber sido seleccionado en varias antologías poéticas como ‘Naipes arreglados, 13 poetas contemporáneos del Ecuador’, y participado en encuentros de escritores cono la Feria del Libro o Desembarco poético, solamente ha publicado un libro completo: ‘Geografía de un pueblo que se asentó al pie de los Andes’.
De nuevo es el tiempo el que termina decidiendo nuestros nombres de Jossué Baquero
Baquero lo tiene claro: “las cosas que escribo las borro o las transformo”. Y explica que eso se da no solo porque tiende a agotarse de las cosas, sino porque para él el texto es constantemente perfectible. Por eso piensa que la publicación de cualquier libro responde a la necesidad de dar por terminado algo, aunque no necesariamente lo esté.
Pero si hay algo que obsesiona a Baquero, incluso más que la constante renovación, es la técnica del escritor. “En ella radica la diferencia entre un verdadero poeta y alguien que hace un popurrí entre lo que leyó algún día y lo que vivió la noche anterior”. Uno se puede dar cuenta de ese apego a una técnica determinada, si es que en la poesía existen técnicas, cuando en sus explicaciones cita a autores como Dante, Séneca, los herméticos italianos o Walt Whitman.
Aún recuerdo cuando dijiste que los escombros son como las nubes y en ellos acabamos dibujándonos a nosotros mismos de Jossué Baquero
En realidad, Baquero está consciente de que en la poesía no hay una técnica para escribir, pero sí una para hacerse entender o, mejor aún, para entenderse a uno mismo, algo que, según él, es el fin de todo escrito.
Los minutos pasan y, como quien no quiere, la mañana se termina. A estas alturas del día Baquero empieza a leer su poesía; incluso en el momento de leer se evidencia aquella técnica propia del poeta que te atrapa con sus palabras. A medida que recita sus poemas, es evidente esa influencia clasicista que tiene de referentes como Dante o Séneca. Por otro lado, en poesías como ‘El oficio de la luz’ también se muestra el estilo modernista que Baquero utiliza en su escritura, quizá influenciado por ese “escritor absoluto” que para él representa Whitman.
El oficio de la luz; fragmento final de Jossué Baquero
Después de terminar sus lecturas, llega la hora de la pregunta de rigor, relacionada con el momento actual de la poesía ecuatoriana, al que él, de una u otra manera, pertenece. Su respuesta es corta y contundente: “Estoy metido en este frenesí de no saber qué está pasando”. Lo dice mientras se alista para despedirse.