La colección también tiene rostros de mujeres y escenas en interiores, que dan la sensación de ser un ambiente tradicional. Foto: Xavier Caivinagua/ EL COMERCIO
La pintora Josefina Flándoli busca una mirada al pasado de Cuenca con su última muestra pictórica, Evocantes, que se exhibe en el Salón del Pueblo, de la Casa de la Cultura del Azuay. Son 40 cuadros en acrílico sobre madera que recuerdan la historia de la urbe.
Su intención es, a través del arte, traer a la memoria los recuerdos y vivencias del pasado de la capital azuaya. “Para dimensionar la importancia del ahora es necesario conocer y entender el pasado. Lo que somos está allá”.
Su obra recuerda las costumbres y los momentos que marcaron la identidad de los cuencanos. La venta en la Plaza de las Flores, la actividad comercial en la Rotary, los dulces de Corpus, las celebraciones religiosas y la vida cotidiana, son algunas escenas que forman la colección y retratan el pasado no muy distante de los cuencanos.
“Son temas que no requieren explicación, basta verlos para sentir la esencia de la identidad cuencana”, dice Flándoli. Todos los cuadros tienen figuras humanas, hay un predominio de la mujer, de la cuencana de trenzas, de vestidos largos o polleras; de la muchacha que teje y borda, que lee y aprende. Son recuerdos de la mujer cuencana de antaño.
Cuando Josefina Flándoli pinta, usa un cronómetro para medir el tiempo que le toma pulir cada detalle de sus obras, que son abundantes. Por eso, el escritor cuencano Jorge Dávila Vázquez la llama la pintora de los detalles.
Flándoli logra una descripción detallada de la realidad, en la que la perspectiva, las sombras o las dimensiones no predominan, son figuras más bien bidimensionales, pero que logran transmitir sensaciones.
Ella tiene un especial cuidado por los detalles que le dan significado a las obras. Por eso, las escenas de los cuadros son un reflejo de la Cuenca de antes, a pesar de que los detalles han cambiado. Eso pasa con el paisaje de la Plaza de las Flores, Flándoli la pintó como la recordaba, con las cestas de flores en el piso, sin las estructuras metálicas que se adquirieron hace unos años.
Son esos detalles los que provocan sensaciones en quien mira las obras, según Dávila. Él quedó impresionado por la minuciosidad con la que la cuencana pinta sus cuadros. Solo así se puede distinguir con claridad los detalles en diminutas figuras, como las artesanías de la Rotary, el relieve de las puertas de la Catedral, las figuras geométricas de los tapizados y en algunos casos, también texturas.
La colección también tiene rostros de mujeres y escenas en interiores, que dan la sensación de ser un ambiente tradicional. Son cuadros que se asemejan a las fotos en blanco y negro de un antiguo álbum familiar.
La perfección de los trazos, el dominio de los colores y los elementos dentro de la obra fueron cuidados por la artista en todos sus cuadros, es una marca que tienen sus pinturas, que han llegado a salas de exhibición extranjeras. La más reciente es una muestra colectiva, en la que Flándoli exhibe tres obras en una galería de arte de Mónaco.