Borges concluye las conferencias indicando que “el tango nos da a todos un pasado imaginario”. Foto: Archivo AFP
Jorge Luis Borges ofreció cuatro disertaciones sobre tango en 1965, que durante largo tiempo quedaron en el olvido y por estos días son recuperadas en un libro inédito, cuya publicación coincide con el trigésimo aniversario de la muerte del gran escritor argentino.
Un Borges chispeante se permite recitar e incluso cantar ante el auditorio, mientras repasa el origen, los símbolos y los mitos de la música emblemática del Río de la Plata en ‘El tango. Cuatro conferencias‘, recientemente editado por Sudamericana en Argentina.
El escritor afirma que el tango surge clandestinamente en Buenos Aires en el año 1880. Y, al igual que poco después el jazz en Estados Unidos, aparece en las “casas malas” (burdeles). Borges evoca haber visto a principios del siglo XX a parejas de hombres bailando, porque “las mujeres del pueblo conocían la raíz infame del tango y no querían bailarlo”.
Pero luego los “niños bien” lo llevaron a la capital francesa. “Y cuando el baile fue aprobado y adecentado en París, entonces, el barrio Norte, digamos, lo impuso a la ciudad de Buenos Aires, que ahora lo acepta”, observa el escritor fallecido el 14 de junio de 1986 en Ginebra.
Borges recuerda que inicialmente el tango es “un baile valeroso y feliz”, pero luego “va languideciendo y entristeciéndose”. Y no se ahorra críticas al mítico Carlos Gardel: “Tomó la letra del tango y la convirtió en una breve escena dramática, una escena en la cual un hombre abandonado por una mujer, por ejemplo, se queja”.
Las grabaciones siguieron un largo periplo hasta convertirse en el libro que saldrá en España en septiembre: Le llegaron al escritor vasco Bernardo Atxaga en 2002 de manos de José Manuel Goikoetxea, a quien se las había regalado el gallego Manuel Román Rivas, que había vivido en Argentina.
La viuda de Borges, María Kodama, escuchó las cintas y confirmó su autenticidad en 2013. Hace más de medio siglo, el diario argentino La Nación escribía a fines de septiembre de 1965 una nota titulada De temas del tango hablará Jorge L. Borges, anunciando un ciclo de conferencias todos los lunes de octubre.
Estos encuentros, a los que Borges prefiere denominar “charlas“, se realizaron en un departamento del barrio porteño de Constitución, en el sur de la ciudad, tan entrañable para el escritor.
“El sur es una suerte de corazón secreto de Buenos Aires“, afirma. Martín Hadis, especialista en la obra de Borges que trabajó en el cuidado del texto definitivo del libro, cuenta que, sobre todo al comienzo, al escritor le daba timidez dar conferencias. Pero con los años logró sobreponerse “y definitivamente se convirtió en una actividad que disfrutaba”.
“Al fin y al cabo, una conferencia implica transmisión de saberes, y a Borges le gustaba compartir los temas que le fascinaban y le daban curiosidad. Este es ciertamente el caso. De hecho en estas conferencias improvisa tanto que, como solía hacerlo también al dar clase, se va por tangentes, para luego regresar al tema original, simplemente porque esas tangentes le parecen divertidas o contribuyen a retratar un clima”, apunta.
Hadis -quien trabajó previamente en la edición e investigación de ‘Borges profesor’– analiza que, “ante otras audiencias, más masivas, Borges era minucioso y erudito. En estas conferencias sin duda también lo es, pero es cierto que además está improvisando, está hablando además sobre un tema que pertenece, digamos, a su sentir y a su esencia. Se nota que está bastante a gusto y se está divirtiendo”.
Transcribir una conferencia de Borges se parece más a la labor de traducir que a un mero trabajo de copista, indica. “La complejidad de los temas y el entramado de fuentes es tal que hay que entender el tema del que Borges está hablando y saber qué piensa al respecto; también hay que conocer su vocabulario y los giros idiomáticos que usa”, señala el autor de ‘Siete guerreros nortumbrios: enigmas y secretos en la lápida de Jorge Luis Borges’ y ‘Literatos y excéntricos: los ancestros ingleses de Jorge Luis Borges’.
Al comienzo del libro Borges rememora que con el dinero obtenido por el segundo Premio Municipal de Literatura, dedicó el año 1929 a una investigación sobre el poeta argentino Evaristo Carriego, que se transformó en un estudio sobre el mundo del tango.
Más de tres décadas después, Borges concluye las conferencias indicando que “el tango nos da a todos un pasado imaginario”, y que “oyendo el tango todos sentimos que, de un modo mágico, hemos muerto ‘peleando en una esquina del suburbio'”.
El tango, y sobre todo la milonga, “fue un símbolo de felicidad“, añade. Hadis destaca que la escritura borgeana tiene una cadencia oral, en tanto que su discurso oral posee la precisión de sus párrafos escritos.
“Esta proximidad entre lo escrito y lo oral se acentuó con el agravamiento de su ceguera. A partir de la década del ’50, aproximadamente, Borges ya no escribe sus textos: los dicta. De manera que la oralidad y lo escrito se fusionan”.
Y el investigador agrega: “Borges es siempre Borges, erudito, genial, original y lúcido, cuando escribe poemas, cuando dicta conferencias, cuando da clases o cuando escribe un cuento. Siempre, esencialmente, es el mismo”.