Inti Condo promueve el acceso del indígena a la tecnología

Inti Condo participará en el próximo Campus Party que se desarrollará en Quito. Foto: Eduardo Terán / El Comercio

Runa Tech, Wishtu Sound, Cyber Cuy, Quichua Gamer. Estos son algunos de los nombres que Inti Condo ha dado a sus inventos.
Todos tienen palabras de quichua, su lengua materna. Se los bautizó así, como un esfuerzo por mantener su identidad. “Es una forma de demostrar que detrás de un indígena también existe una capacidad para desarrollar ideas científicas y contribuir al país”.
Lo que hace falta -agrega- es oportunidades. En las comunidades alejadas del país hay personas con talentos que no pueden ser aprovechados porque no hay acceso.
Con él, dice Inti, ha obrado una excepción, porque gracias al apoyo de sus padres ha podido tener acceso a educación.
Pertenece a la comunidad Puruhá de Chimborazo, asentada en la parroquia Cacha. Pero ha vivido también en Guayaquil y Quito. En esta última reside y es investigador de la Universidad San Francisco.
Ahí estudió la carrera: Interactividad y Multimedia, gracias a una beca que obtuvo. Alcanzó el puntaje de 98/100. Antes tuvo un paso breve por la carrera de Ingeniería en Sistemas, pero se dio cuenta que no era lo suyo, como tampoco lo fue el servicio militar, donde le obligaron a cortarse el cabello.
Inti salió del cuartel para volver a sus raíces tecnológicas. Inició como la mayoría de inventores, armando y desarmando los electrodomésticos de la casa. Pero también desarrollando una curiosidad que lo llevó a convertirse en autodidacta, especialmente durante su adolescencia.
A los 16 años hizo su primer virus. Se llamó Libertad y lo probó en las computadoras de uno de los tres colegios en donde estudió. Fue poco después de que le impidieran dar exámenes, por no pagar la pensión.
Cada vez que alguien quería entrar al ordenador, aparecía una pantalla con la palabra Libertad. “Yo era un buen estudiante. Me pareció injusto que por el dinero no me permitan seguir estudiando”, dice ahora riéndose de su travesura.
Pero fue la pauta para darse cuenta de lo que podía hacer y el alcance de sus creaciones. Profundizó su búsqueda de conocimiento; accedió a enciclopedias de programación y conoció a investigadores que lo guiaron. Así fue configurando inventos de envergadura. Como el Wishtu Sound, que vio la luz en 2012.
Era una aplicación que permitía capturar un sonido y transformarlo en movimientos de un robot, a través de un algoritmo. Esos movimientos formaban trazos y formas de colores sobre un lienzo electrónico. Fue una iniciativa para crear arte abstracto con la ayuda de tecnología. Como un robot pintor.
Cinco de los lienzos que se hicieron ahora se exponen en Estados Unidos (dos), Alemania, Japón y Chile.
Runa Tech es su último invento. Lo va a mostrar en el próximo Campus Party, que se desarrollará en Quito desde el 17 de septiembre. Es un traje para no videntes, que reemplaza a los bastones.
Permite detectar un obstáculo, a través de señales que recibe la persona que porta el traje. Son como vibraciones que indican a qué distancia están y la altura que tienen.
El traje se inspiró en los murciélagos. Este animal emite un sonido de baja frecuencia que rebota si se acerca a un obstáculo y le permite cambiar sus movimientos de vuelo para no chocar con los obstáculos que encuentra.
Ahora, en cambio, comienza a plantar las primeras semillas de lo que para él será su proyecto mayor. Quiere volver a su comunidad para levantar el primer centro de investigación de tecnología avanzada.
El objetivo; transferir y producir conocimiento a las comunidades indígenas. “La tecnología no puede ser un bien privado. Tiene que estar al servicio de los pueblos”.