Los turistas de Estados Unidos practican con una lanza el tiro al blanco, que es uno de los juegos tradicionales tsáchilas más populares. Foto: cortesía Tradiantsa
El camino de tierra que lleva al centro turístico tsáchila Tradiantsa flanquea a uno de los bosques protegidos en la comuna Chigüilpe.
Por el filo de una rivera, un sendero natural que se abre paso entre árboles de caña bambú, achiote y ayahuasca desemboca en una gran explanada en cuyo centro está la casa ceremonial de techo de paja toquilla y pilares de pambil.
En el camino de 20 minutos, que toma para recorrer el lugar, se encuentran 11 estaciones que muestran las riquezas autóctonas de esta nacionalidad.
Todas siguen una cronología que está adaptada a los hechos que los nativos Tsáchilas fueron dejando como legado para las generaciones actuales. Ellos apuestan al turismo comunitario para que sus tradiciones se conozcan aún más.
En Tradiantsa, el turista entra en contacto directo con la flora tradicional, la indumentaria, la forma de protección del hombre nativo, los métodos propios de sanación.
El centro turístico es una de esas propuestas recientes de la comuna Chigüilpe, que busca mantener sus costumbres.
Se lo construyó hace un año en unas seis hectáreas del bosque nativo, que es parte de un proyecto ambiental que consiste en proteger esta zona de la depredación de su flora.
Albertina Calazacón aparece entre el apacible sonido de las aves y la brisa que se siente de camino a Tradiantsa. Unas cintas de colores penden de su cabello. En su rostro unas rayas de color negro se entrelazan desde sus orejas y pasan por la nariz matizan con su sonrisa.
Calazacón es la lideresa de Tradiantsa, que además administra con sus dos hijos y nuera. Al pie de la estación, en la que se muestra una suerte de vitrina con la ropa típica, ella explica que su padre Liborio es quien la inspira para mantener estas costumbres.
Él falleció hace seis años y en vida inculcó a sus hijos el legado de Abraham Calazacón, quien fortaleció los acercamientos con los mestizos de Santo Domingo.
En la estación que sirve para los rituales de sanación en Tradiantsa está un cuadro con la foto de Liborio. En sus manos tiene un manojo de hierbas y pareciera que trata de expulsar con su aliento un cumulo de líquido que retiene en su boca. Es la forma tradicional que los chamanes tsáchilas hacen para celebrar sus rituales.
La convivencia y el intercambio de costumbres son parte de la estadía de los turistas. Foto: cortesía Tradiantsa
Calazacón heredó esos conocimientos y es una de las pocas mujeres de la etnia que practica el chamanismo.
En la siguiente estación hay un prototipo de las primeras casas de los tsáchilas. En el lugar hay una estructura de madera que servía de cama y que únicamente la podía utilizar el hombre. La mujer, en cambio, debía descansar en el suelo de tierra, donde acomodaban hojas del árbol de plátano para evitar el contacto directo.
Calazacón también conserva la estructura para despedir a sus muertos. Es una suerte de ataúd compuesto por latillas de caña guadúa. En el lado frontal hay una cruz de pambil, sujeta con una hilera de algodón que cuelga de una viga. Ese es el hilo que permite que el difunto consiga ascender ante el dios de la naturaleza.
Emprendimiento
En Chigüilpe hay cinco centros turísticos que están a los lados de la vía que cruza por los bosques secundarios.
En Tradiantsa funciona el centro de sanación Albertina Calazacón. En ese lugar se practica el chamanismo ancestral.
El proyecto cultural es administrado en total por seis personas que se ocupan de atender y alojar a los turistas.
La iniciativa es parte de las ferias culturales que se realizan en la provincia, para exhibir las tradiciones nativas.