El Capitán, el Paje y el Loero financian esta fiesta autóctona en Salasaka

El capitán Juan Caizabanda es guiado y protegido por el Paje durante los tres días de celebración en Salasaka. Foto: Raúl Díaz para Diario El Comercio

El Capitán y un grupo de jinetes se aproximan a la casa del Paje ubicada en la comunidad Manzanapamba Chico de la parroquia Sasalaka.
Están acompañados por el Loero que en el trayecto, de tres kilómetros, no ha parado de recitar coplas en honor a la imagen de San Buenaventura, el patrono de este pueblo indígena de Tungurahua.
Ellos son los priostes principales de la fiesta de El Capitán, que se celebra la primera semana de diciembre en esta comunidad, localizada en la vía Ambato-Baños.
Según los taitas y mamas de Salasaka, el festejo es centenario y se trasmite de generación en generación, es decir, de padres a hijos para que esta tradición no se pierda.
En los tres días de festejo, los lugareños recordaron dos hechos históricos: la conquista de los españoles y la participación de una parte de la población en la Revolución Liberal con Eloy Alfaro.
La fiesta se hizo un jueves. Hay algarabía en la casa del paje, representado este año por Manuel Caizabanda, prefecto de Tungurahua. Los músicos con los bombos, redoblantes, pingullos entonan Sanjuanitos y marchas militares.
En el centro del patio se ubicó una mesa de madera donde se colocaron los alimentos para distribuirlos a la tropa y a los invitados a la fiesta. Manuel Masaquiza, yachak de la comunidad, bendijo y dio gracias a la Pacha Mama (madre tierra), por entregar los alimentos y realizó la invitación para que participen de la popular pampamesa.
A un costado, un grupo de mujeres en grandes ollas preparan los alimentos. José Chango cuenta que mataron dos vacas y más de 500 cuyes para alimentar a los soldados y a los invitados que asistieron a la celebración.
Caizabanda viste un pantalón blanco y un sombrero similar a un bonete y está recubierto con espejos y cintas. Además, con pañoletas de varios colores y en los bordados hechos a mano sobresalen el pavo real, las montañas y otras figuras del entorno.
Luego, los jinetes desmontan de los caballos y se reúnen en círculo en el patio de la vivienda. De la comunidad Píntag de Salasaka llegó Jefferson Masaquiza, de 15 años. Participa por primera ocasión como el Loero. Dice que su padre le enseñó las coplas para recitarlas durante la celebración. Agradece, a través de poemas y loas, a San Buenaventura por los favores recibidos.
Andrés Masaquiza conoce la historia de este festejo. Explica que la fiesta de El Capitán es una expresión cultural que todos los años se recrea en el pueblo. Dice que los capitanes son las autoridades, los líderes y guías del pueblo durante la fiesta.
Ellos realizan las ofrendas y ceremonias como agradecimiento a la Pacha Mama, a través de las loadas que las recita el Loero. “Este año hay tres capitanes y cada uno organiza la fiesta de tres días en sus casas, es financiado con ayuda de los familiares y las jochas que entregan sus amigos”.
Al final, el capitán Juan Caizabanda es guiado por el Paje. Él lo protege con ayuda de los soldados de tropa. “Es una fiesta tradicional de Salasaka que no debe desaparecer y hay que seguir potenciando, por eso participamos en forma activa con la gente del pueblo”.
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