Las artesanas muestran los sombreros hechos con sus manos. Las comercialización se realiza en ferias populares. Foto: José Luis Rosales / EL COMERCIO
La vida de María Laura Araque ha transcurrido entre su huerta y un taller de elaboración de sombreros de paño.
Tiene 67 años y forma parte de la Asociación Ñawpachik Ayllu, que se especializa en la elaboración de sombreros artesanales.
Todas sus integrantes habitan en la comunidad El Morlán, en Cotacachi (Imbabura). La mayor parte de la población se autoidentifica como indígena.
En el paisaje hay casas diseminadas y rodeadas de pequeñas parcelas. En una de ellas, Araque produce maíz, fréjol y papas. La mayoría de los cultivos está destinada al consumo de la familia.
Al igual que las otras artesanas, esta mujer de estatura pequeña y su rostro marcado por el tiempo comenta que cuando empezaron no tenían conocimientos sobre las técnicas de la sombrerería.
Esta actividad es prácticamente nueva en la parcialidad. María Diaguillo, líder de la organización, explica que todo empezó hace 15 años cuando les propusieron que aprendieran a confeccionar estas prendas infaltables en la cabeza de los kichwas. La idea es generar ingresos para el hogar.
La campesina, de 47 años, recuerda que se capacitaron en el denominando sombrero imanteño. Es un modelo de copa y ala pequeña.
En esta localidad, como en el resto de la parroquia de Imantag, el sombrero lo utilizan tanto hombres como mujeres indígenas. En el caso de las damas, es parte de la vestimenta que incluye un anaco o falda, blusas bordadas y collares de pequeñas esferas doradas.
En la casa de María Celia Orbes, otra de las socias, el grupo de artesanas instaló el pequeño obraje. Esta mujer, de 63 años, es una de las más diestras para dar forma a estos artículos. El proceso empieza con los capachos -como se denominan a los gorros-, los cuales son sometidos al vapor para que se vuelvan dúctiles y maleables, con el fin de trabajarlos.
Luego con una mezcla de almidón y gelatina sin sabor forman una especie de goma que untan en la prenda, como barniz, para que tomen forma.
Para el hormado, en cambio, se emplean planchas antiguas de hierro, que son previamente calentadas en el fuego de una cocina.
Hay dos tipos de planchas. La más delgada se utiliza para quitar cualquier arruga del ala del sombrero, explica María Sánchez, otra de las colaboradoras de la asociación.
Por último, se colocan el forro, el tafileti y el cintillo. Sánchez también explica que en el caso de los hombres la talla del sombrero oscila entre 13 y 14 centímetros. Mientras que para mujeres, de 9 a 10.
Hay una amplia variedad de colores. Los más comunes son los de tono negro, gris, verde, café. Los aficionados prefieren para combinarlos con la ropa.
Las formas responden al pedido de clientes. Los diseños, similares al sombrero español, son preferidos por mestizos. Pero también hay pedidos de los kichwas Otavalo.
Desde el año pasado, la Asociación Ñawpachik Ayllu tiene el apoyo del proyecto de Fortalecimiento a Emprendimientos e Iniciativas productivas locales de Imantag.
La idea es mejorar la situación de las familias, comenta Lucía Linquinchano, presidente de la Junta Parroquial.