Las capacitaciones que desarrolla la fundación muestran a las personas la importancia de conservar la fauna. Foto: cortesía Heifer Ecuador
La Red de emprendimiento e innovación rural promueve el desarrollo de las comunidades a través de productos de las localidades.
Emprendedores de diferentes zonas rurales del país están unidos en una red que promueve negocios amigables con el planeta. Estas prácticas permiten que las comunidades puedan tener ingresos económicos, mientras cuidan los páramos, manglares, bosques secos o ecosistemas amazónicos.
Estos proyectos son conocidos como bioemprendimientos y son parte de la Red de emprendimiento e innovación rural de la Fundación Heifer Ecuador. Silvana González, coordinadora del programa, explica que la idea es que este sea un espacio que brindeoportunidades de financiamiento, colaboración entre pares y conexión con mercados.
La iniciativa surgió a partir del concurso Cultivainnovación para la Agricultura Familiar Campesina que la Fundación Heifer realizó en el 2015 y 2017. Para dar seguimiento a los proyectos participantes, se hizo una convocatoria más amplia y se fundó la red de emprendimiento en el 2018. En ese año se realizó el primer encuentro y ahora este programa está compuesto por alrededor de 250 personas.
La red funciona a través de la Internet. Los organizadores crearon grupos de Whatsapp y Facebook que agrupan a todos los miembros de la iniciativa. Una vez al mes se lleva a cabo un encuentro. Estas plataformas permiten que los emprendedores puedan pedir consejos, productos o servicios.
Orlando Córdova, miembro de la comunidad de Yurak Uksha, dice que esta red se ha convertido en una herramienta de trabajo. “Si algún compañero necesita algo, nos pide mediante la red. Si necesitamos algo, lo consultamos y recibimos sugerencias”, cuenta este emprendedor. La red le ha sido útil para consultar dónde conseguir empaques más baratos y para intercambiar experiencias con emprendedores de otras zonas del país.
Córdova fue el ganador del concurso Cultivainnovación con su proyecto de canastas de paja de páramo y es uno de los bioemprendedores de Bolívar. Esta práctica, aclara, no daña a los ecosistemas y permite que sus compañeros tengan un ingreso económico.
Con lo obtenido en el concurso, Córdova creó una empresa de turrones y otra de hongos de pino. Las familias de la comunidad participan en la recolección de estos hongos, después los secan y los venden a Córdova. Este se encarga del empaque y de buscar los sitios para su comercialización en diferentes provincias del país.
Para Córdova, los bioemprendimientos son una muestra de sus ganas de conservar el ecosistema que los rodea. La comunidad también redujo la carga animal que había en esta zona para cuidar el páramo. Ahora promueve la importancia de que las llamas habiten
en estos espacios.
Humbelina Miñarcaja, de la comunidad Jatari Campesino, es una de las principales emprendedoras de la red en Chimborazo y es considerada una de las clasificadoras de fibra de alpaca más importante del país. Miñarcaja cuenta que antes no conocía sobre los beneficios de estos animales. Al asistir a las capacitaciones, aprendió que la alpaca, debido a las almohadillas de sus patas, ayuda a proteger el páramo y las fuentes de agua.
La comunidad tiene 80 alpacas y las mujeres se encargan de la obtención de su fibra, sin causar daños a los animales. Esta se clasifica en varias categorías. La primera y la segunda son útiles para fabricar las prendas que tienen contacto con la piel. La tercera se utiliza para las shigras y la cuarta sirve para crear las bolas empleadas en terapias para las manos.
La comunidad cuenta con un punto turístico donde se explica a los visitantes el proceso de obtención y clasificación de las fibras. También se comercializa las de primera categoría. Miñarcaja dice que alrededor de 48 mujeres se encargan de confeccionar las prendas. Esto ha permitido que las mujeres tengan una fuente de ingresos y no migren a las ciudades en busca de trabajo.
Achik Bravo es una de las emprendedoras más jóvenes de esta comunidad. Además de trabajar en la fabricación de las prendas, ayuda a sus compañeras a utilizar las redes sociales y la tecnología para difundir sus creaciones.
El siguiente paso es comercializar abono orgánico de alpaca. El objetivo es que se eliminen los químicos de los cultivos y se fomenten las prácticas más amigables con el ambiente en las fincas.
González explica que la red busca “acortar las brechas de información”. El proyecto también cuenta con una escuela de negocios que actualmente está funcionando en el noroccidente de Pichincha y en la Amazonía.