Imagen Referencial. Las reglas del juego actuales del Internet exponen al ser humano a que en cualquier momento pueda vivir una experiencia desagradable de forma masiva, según dos psicólogos. Foto: Pixabay
En el 2016, la cifra de ecuatorianos activos en Facebook bordeaba los 9, 5 millones. Por esa red social, circulan diariamente decenas de videos e imágenes de distinta índole, especialmente temas virales.
Los ejemplos sobran; en el momento de difundir contenidos por medio de redes sociales se involucra una gran diversidad de sentimientos que pueden ir desde la tristeza hasta la ira. Las consecuencias de aquello pueden ser devastadoras.
Casos de suicidios, escándalos por fotografías íntimas de funcionarios o celebridades y hasta imágenes de denuncias son algunas de las variables con las que el usuario puede encontrarse al navegar. Por ello, elegir ser un espectador más o ser crítico a la hora de prestar atención a la red es una decisión que podría marcar el horizonte de la llamada sociedad virtual.
Para dos profesionales en psicología, cuando los famosos temas virales irrumpen nuestra cotidianidad ponen a prueba valores vitales como la empatía, la solidaridad y el respeto.
Cuando se recuerdan los videos del suicidio de una adolescente en Estados Unidos y de la violación de una joven por varios hombres en Brasil, pasando por escándalos como la difusión de imágenes de marines desnudas, hasta videos de denuncias a funcionarios públicos, etc., nace la necesidad -según coinciden los psicólogos Lobsang Espinoza y María de los Ángeles Núñez– de revisar el comportamiento humano en las redes sociales.
“Lo que sueltas en Internet le pertenece al mundo. En la virtualidad no existen impedimentos y como resultado de ello, no existe o no se tiene control. No podemos llegar a ser policías del Internet, pues de cierta forma, lo que expones puede agradar o no a la gente que lo mira…”, manifiesta Espinoza.
Para el profesional, las reglas del juego actuales del Internet exponen al ser humano a que en cualquier momento pueda vivir una experiencia desagradable de forma masiva. ¿Por qué?
Núñez sostiene que eso se explica porque Facebook, por ejemplo, es una vitrina y cada día ponemos en ella cosas que deseamos que se destaquen. Pero esa exposición, de cierta forma, va eliminado la barrera de lo íntimo y lo público, y así como se puede recibir apoyo con centenerares de ‘Me Gusta’, pasa lo contrario cuando sucede un escándalo. El escarnio público puede estar a la vuelta de la esquina.
Entonces, ¿en dónde radica que un hecho viral se vuelva en contra de alguien? Para los profesionales, el que se desee ser parte de la ridiculización de una persona o se comparta contenidos que vulneran derechos es una clara demostración de la poca educación emocional de una sociedad.
El comportamiento adverso se evitaría “cuando te pones en los zapatos de la otra persona y sientes su dolor. Y si tienes una educación emocional adecuada, no le das interés a videos que hacen mella de alguien. Al tratar de reflejar en ti lo que la persona juzgada vive, no tratarás de hacerle más daño aumentando la ola viral en su contra”, dice Espinoza.
En ese punto concuerda Núñez, pues, como sucede con la pornografía, es una tarea titánica ponerle un tapón definitivo a los contenidos dañinos. Para la profesional, lo clave está en la formación de la personalidad que exista en casa, que “se traduce en una educación en sentimientos que no presta atención a burlas o la vil morbosidad en contra de algún ser humano”.
Campañas como #YoRespeto, lanzada en febrero de 2016 por el colectivo uruguayo Pensamiento Colectivo, promueve, precisamente, que sean los usuarios los que tomen conciencia de aquello que viralizan.
El video, que alcanzó más de 2 millones de reproducciones en Facebook, muestra a una pareja que mantiene relaciones sexuales en la playa. Antes de mostrar más acciones íntimas, ambos se levantan y se dirigen al espectador.
Entre otras cosas, solicitan a los internautas a no compartir videos de personas que no autorizaron su difusión, además de concienciar en las consecuencias que puede dejar en las o los involucrados.
En Ecuador, el artículo 178 del Código Orgánico Integral Penal dice que si una persona graba, reproduce o difunde un video sin el consentimiento o la autorización legal será sancionada con pena privativa de libertad de unos a tres años.
Pero ¿es la estancia legal la que debe resolver supuestas violaciones a la intimidad o se debe buscar medidas de prevención y valoración de lo que Internet ofrece?
Para los expertos, el gran trabajo apunta a fortalecer la honestidad y la fraternidad en la redes, solo así, se lograría romper con el estigma de ser espectadores de una comunidad que se castiga virtualmente, con un frenesí de ‘Compartidos’ y los ‘Trending Topic’.