Indígenas de Pilahuín viven su tradición

Un grupo de mujeres de Pilahuín repartió los granos en la denominada pambamesa. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.

Un grupo de mujeres de Pilahuín repartió los granos en la denominada pambamesa. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.

Un grupo de mujeres de Pilahuín repartió los granos en la denominada pambamesa. Foto: Glenda Giacometti/ EL COMERCIO.

El bombo, el arpa y el pingullo sonaron con fuerza en la parroquia Pilahuín, en el sur de Ambato, en Tungurahua.

Las mujeres vistieron anaco negro, blusa blanca con bordados hechos a mano, bayetas de colores verde y rosado y sombrero blanco. Los hombres llevaron pantalón y camisa blanca, poncho rojo y sombrero blanco. Bailaron al ritmo de las melodías cantadas en kichwa, durante la escenificación del casamiento indígena.

Esta es una tradición que poco a poco se pierde en las comunidades y que la Junta Parroquial busca recuperar y fortalecer con ayuda de los taitas y mamas de las comunidades de este poblado, ubicado en la vía Ambato-Guaranda.

El propósito del proyecto -que se inició hace tres años- es que los niños y jóvenes se involucren para que los saberes ancestrales de este pueblo, con más de 12 000 habitantes, se transmitan de padres a hijos.

También mostraron la danza autóctona, la Fiesta de Finados en su visita con alimentos a las tumbas, la música interpretada con el bombo, el pingullo y el redoblante. Hubo cosecha de los granos, el tejido de las shigras y los utensilios elaborados con paja del páramo.

Segundo Tamaquiza y Apolinario Poaquiza llegaron de la comunidad Yatzaputzan. Interpretaron el arpa y el bombo, respectivamente, y cantaron en kichwa el sanjuanito ‘Las polleras de mi longa’, mientras se efectuaba la ceremonia de casamiento.

Tamaquiza recuerda que es una canción antigua que se interpreta durante el matrimonio indígena; estuvo representada por un grupo de mujeres de Yatzaputzan. “Una vez que los novios se casan, salen de la iglesia y comienzan a bailar en su primera parada. En el trayecto a la casa de la novia bailan en cuatro ocasiones”, comenta el músico.

Cuando llegan a la vivienda reparten chicha de maíz, los alimentos y nuevamente bailan al ritmo del bombo y el arpa. En la noche realizan un ritual, que es el encierro de los recién casados. Al otro día, nuevamente los reciben con música, danza y comida.

Todo se representó en la fiesta del adulto mayor celebrada en el coliseo de Pilahuín.

A la celebración, María Mazabanda (60 años) arribó de la comunidad de Llangahua, acompañada de una delegación de mujeres que vistieron los mejores trajes autóctonos y danzaron un baile tradicional.

Llevan sobre sus espaldas una olla de barro llena con chicha de maíz, productos como cebolla, habas y cebada, que producen en la Pacha Mama (Madre Tierra), todo atado con fibra de cabuya.  En las manos sostienen los mates llenos de chicha para repartir a los invitados.

La mujer, de 65 años, dice que esos conocimientos tratan de impartir a sus hijos para que la cultura que aprendieron de sus padres no desaparezca.
Sumak Tisalema, de 20 años, también repite los pasos de danza. “Tratamos de conservar nuestro baile autóctono, debido a que los jóvenes por la migración se están alejando de nuestra cultura y saberes”.

El vicepresidente de la Junta Parroquial, Agustín Huashco, manifiesta que trabajan desde hace tres años con los grupos de adultos mayores de las comunidades de Pilahuín.

Con ellos se recupera esta tradición para que se mantenga en el pueblo y los jóvenes la multipliquen.

Suplementos digitales