Indígenas de Azuay y Cañar celebraron el Killa Raymi

Geomara Calle, de la parroquia Santa Ana, Cuenca, presentó 10 variedades de maíz.

Geomara Calle, de la parroquia Santa Ana, Cuenca, presentó 10 variedades de maíz.

Geomara Calle, de la parroquia Santa Ana, Cuenca, presentó 10 variedades de maíz. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO

Con rituales, feria de intercambio de semillas, danzas folclóricas y música, indígenas de Azuay y Cañar conmemoraron el Killa Raymi, celebración andina dedicada a la luna y a la fertilidad de la tierra.

El pasado jueves, 700 productores agroecológicos y yachaks (sabios) departieron en esta fiesta, en el parque de La Madre, en Cuenca. El evento fue organizado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería, el Municipio de Cuenca y los colectivos Agroecológico del Ecuador y Manos Unidas.

Todo empezó con un ritual ancestral dirigido por Mama Yama, del pueblo negro de Esmeraldas. Alrededor de la amplia cruz andina -formada con semillas, frutas, flores, velas y otros elementos míticos- se ubicaron los sabios, las autoridades y los indígenas.

La ceremonia duró una hora bajo un fuerte sol y viento, que en varias ocasiones levantó algunas carpas del entorno. Alrededor del parque hubo 100 estands, donde los agricultores vendieron parte de las cosechas e intercambiaron saberes heredados de sus antepasados y también semillas.

Carmen Zhagui, oriunda de la parroquia cuencana de Tarqui, es una de las 42 emprendedoras de la Escuela de Agroecología del Municipio de Cuenca. Ese día, ellas mostraron su producción de acelga, espinaca, brócoli y zanahoria blanca, que cultivan en sus huertas sin químicos.

En la cosmovisión andina la concepción de la vida y su desarrollo evolutivo es un proceso circular, dijo Tránsito Guamán, de Cañar, mientras recorría los puestos. “Con el Killa Raymi revitalizamos lo femenino sagrado, para mantener la paz y la armonía con la Pacha Mama”, explicó la indígena.

Para los campesinos que estuvieron presentes, esa ceremonia marcó el inicio del nuevo ciclo de preparación de los suelos para las siembras. “Es un tributo a la fertilidad y a las semillas, para que germinen y nos den buenas cosechas”, expresó Esperanza Sotamba, presidenta de la Mesa de Agroecología de Azuay.
Entre los estands se paseaban varios campesinos intercambiando semillas de maíz, fréjol, habas, arveja, trigo, ­sambo y de otros productos que obtuvieron en cosechas anteriores.

María Sánchez, del cantón Sígsig, intercambió semillas de fréjol negro por las de zanahoria blanca con Rosa Guallpa, de Nabón. Otros estands ofrecieron, para la venta, alimentos como quesos, mermeladas, chocolates, y comida típica de asociaciones de emprendedores de la provincia.

Para Cecilia Ordóñez, directora de Desarrollo Social y Productividad del Municipio, con este evento también rescatan las tradiciones y costumbres ancestrales de los pueblos y reiteran el compromiso de seguir trabajando por una producción limpia.

El intercambio de semillas se cumplió entre productores agroecológicos para preservar la riqueza y la diversidad genética de los productos, el rescate de las prácticas milenarias y para vincular a las nuevas generaciones en los saberes. Al final hubo un espectáculo de danzas folclóricas de diferentes pueblos y una pambamesa (comida comunitaria), en la que los presentes degustaron granos, hortalizas y platillos típicos.

El viernes se vivió una celebración similar en el cantón Suscal, provincia de Cañar, promovida por el Municipio. Los indígenas de las diferentes organizaciones y comunidades intercambiaron semillas y disfrutaron -durante tres horas- de danzas folclóricas, música andina y de una comida comunitaria.

En cambio, en la parroquia cuencana de Tarqui, el Killa Raymi e Intercambio Regional de Semillas se cumplió ayer. A partir de las 08:30 empezaron a llegar las delegaciones al parque central y a las 10:00 hubo una misa campal para la bendición de las semillas.

De allí se pasó al trueque. Fueron 60 puestos de emprendedores de cultivos, de derivados de frutas y de lácteos. Para Bolívar Saquipay, presidente de la Junta Parroquial, esto fortalece el deseo de los campesinos de mantener la siembra de algunas variedades de productos andinos que están en peligro de desaparecer.

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