En la India, wayús analfabetas se volvieron ingenieras solares

María Uriana, María Ibarra y Magalys Polanco en la instalación de un panel solar en Tiloni.

María Uriana, María Ibarra y Magalys Polanco en la instalación de un panel solar en Tiloni.

María Uriana, María Ibarra y Magalys Polanco en la instalación de un panel solar en Tiloni.  Foto: Corinam.

Fue en la aldea de Tilonia –ubicada en el desértico estado norteño de Rajastán (India)– donde cinco mujeres wayús analfabetas de la alta Guajira se convirtieron, en seis meses, en ingenieras solares. Ellas serán las encargadas de llevar luz a cerca de 300 rancherías de cinco comunidades en la región.

“Nosotras nos fuimos con la expectativa de aprender y de traer el conocimiento para nuestras comunidades para beneficiarlas”, dijo en diálogo con EL TIEMPO Anastasia García, una de las mujeres que participa en el proyecto.

Todo comenzó cuando la embajada de la India en Colombia entregó en marzo de 2013 cinco becas a mujeres de Uribia para que estudiaran energía solar en el Barefoot College –una fundación sin ánimo de lucro que capacita como ingenieras solares a mujeres analfabetas y semianalfabetas mayores de 35 y menores de 55 años, principalmente mamás o abuelas de las zonas más remotas del mundo.

“Cuando nos dijeron que al regreso del curso iban a beneficiar a la comunidad, nosotros también teníamos la necesidad de luz. Pensé: la comunidad va a tener sus paneles solares, va a tener cómo alumbrar de noche; los niños van a poder hacer sus tareas de noche… Aquí a las 7 p. m. ya estamos acostados porque qué vamos a hacer en la oscuridad”, dijo a este diario Magalys Polanco.

Fue así como Anastasia, Magalys, María Milagro Ibarra, María Luisa Uriana y Catalina Ipuana salieron por primera vez del país, alejándose de sus familias y hablando solo español y wayuunaiki. “Aunque tomar la decisión de ir a la India no fue fácil, mis hijos me animaron y me dijeron que era una oportunidad única, que se presentaba una vez en la vida”, agregó Magalys.

En Tilonia, un lugar que según ellas tiene parecidos con La Guajira no solo por el clima sino también por el desierto y la escasa vegetación, estas cinco colombianas compartieron clases con mujeres de países de África como Comoros, Madagascar y Tanzania; de Asia como Myanmar, y de América Latina como Nicaragua y Panamá.

La experiencia no fue del todo fácil. Según narra Maria Luisa, de 38 años, la más joven de las mujeres que fueron a la India, los cambios culturales representaron un desafío. “La primera semana me quería devolver porque no me gustaba la comida; era muy picante. Tampoco me gustaba el idioma porque era solo inglés e hindi”, señaló.

Y aunque pareciera una tarea maratónica enseñarles a mujeres analfabetas y semianalfabetas cómo funcionan circuitos y paneles solares, la clave del aprendizaje está en la repetición y la asociación de colores y números.

“Lo complicado era el aprendizaje por el lenguaje. Los primeros días era repetir 10, 20, 30 veces para conocer el nombre de los objetos, de las herramientas, de los componentes, de las piezas que nos enseñaron a armar. Pero al transcurrir los días, al repetir y repetir, como el alumno que está aprendiendo la cartilla del abecedario, aprendimos”, señala Anastasia.

“Aprendí a soldar, aprendí a reparar una lámpara, cosas que yo no sabía. Para aprender no hay edad; no hay necesidad de saber bastante el inglés, uno aprende”, apuntó María Luisa.

El lenguaje tampoco fue un impedimento para comunicarse con sus compañeras. De hecho recuerdan que hablaban, cada una en su idioma, y que las señales eran las que les permitían entenderse. “Nos comunicábamos, reíamos, nos divertíamos y comíamos... Sobre todo con las de Zanzíbar (Tanzania) (...) Teníamos un ratico en el que nos poníamos tristonas y ellas nos alegraban la vida. Se ponían jocosas”, agrega Anastasia.

Y en medio del desierto, estas colombianas aseguran que compartir con mujeres de otros países les pemitió aprender que tienen muchas cosas en común entre ellas, que sus comunidades son de escasos recursos y que las necesidades, en la mayoría de las ocasiones, son las mismas.

El objetivo: traer luz

Y es que la idea del Barefoot College, fundado en 1972 por Bunker Roy bajo los principios de Mahatma Ghandi, según los cuales el espíritu de la India está en las aldeas, es hacer que con el conocimiento en energía solar que reciben cientos de mujeres del mundo sus comunidades se vuelvan sostenibles. Y el primer paso para lograrlo es llevar luz a esos lugares.

Según le explicó a este diario Rodrigo Paris, director de Barefoot College para América Latina, “la idea es fortalecer las aldeas para que la gente encuentra razones y herramientas para que su vida hacia el futuro sea sostenible, para que los hijos y los nietos que están naciendo en esos lugares digan ‘no voy a emigrar a una ciudad y creo que en este sitio hay futuro’ ”.

Es por eso que las mujeres que son escogidas para participar en el programa pertenecen a las zonas más remotas y más aisladas del planeta. “Esos lugares son los que están en la cola de la base de la pirámide, son las personas más olvidadas del mundo”, agrega Paris.

Y es que la razón por la que solo mujeres son capacitadas como ingenieras solares es que ellas son el núcleo de sus comunidades.

“Hay un proverbio que dice: ‘si educas a una niña, tienes una aldea; si educas a un niño, tienes a un hombre’ (...) Estas son mujeres en su edad adulta que saben qué quieren, cuál es su rol, ya tienen hijos y tienen nietos y dicen que quieren mejorar su condición, la condición de sus familias, transcender, dar ejemplo y llevar luz”, señala Paris.

Mil ingenieras

Desde el 2008, momento en el que el Gobierno de la India decidió incluir al Barefoot College en sus programas de cooperación internacional, al menos 1 100 mujeres de 64 países han sido capacitadas en temas de energía solar.

“Nuestro objetivo es seguir la filosofía de la cooperación sur-sur de compartir las experiencias de los países en vías de desarrollo”, afirmó a este diario Sajeev Babu, consejero de la embajada de la India en Colombia.

Después de terminar sus estudios en Tilonia, las mujeres regresaron al país en septiembre de 2013. Pero Catalina Ipuana falleció unos días después de volver a la Guajira por un derrame cerebral.

Ahora será su compañera María Luisa quien llevará luz a su comunidad. De hecho, esta mujer ha sido la única que hasta el momento ha puesto en práctica el conocimiento adquirido en India, pues participó en la instalación de 35 paneles solares en Bocas de Aracataca, en el departamento de Magdalena.

“Cuando me dijeron que me iban a llevar a Aracataca pensé mal y estaba triste. Dije: qué tal vaya y se me haya olvidado todo. Cuando yo vi los materiales y las cajas empecé a abrirlas; se me vino todo a la cabeza y empecé a armar. Y cuando vi que armé un panel me puse contenta. ¡No se me ha olvidado todo lo que aprendí allá!”, dijo.

María Luisa también hará parte del proceso de instalación de los paneles en la alta Guajira. Lo hará una vez ella y sus tres amigas reciban los dispositivos solares que son donados por el sector privado.

En el caso de Colombia, la empresa italiana Enel Green Power será la que done 300 paneles como parte de su programa de responsabilidad social.

“Se trata de cooperación: nosotros ayudamos a que el sector privado ponga el panel, el Gobierno de la India cubre los gastos de viaje y sostenimiento; Barefoot pone la educación y las mujeres ponen el sacrificio de haberse separado de su familia por seis meses. Pero ese es el sacrificio que da valor al proyecto que queda en sus manos”, afirma Paris.

Y a pesar de que el tiempo estimado para que los paneles solares empiecen a funcionar una vez las mujeres regresan a sus países es de un año, según Paris. En el caso de La Guajira los paneles no han podido ser instalados porque se busca evitar que los resultados del proyecto sean usados como caballo de batalla durante los procesos electorales.

Y es que en 2014 hubo elecciones para Congreso, elecciones atípicas para la gobernación de la Guajira y elecciones presidenciales. Además, este año hay elecciones locales en octubre.

Isabel Cristina Gutiérrez, directora ejecutiva de la Corporación Internacional Ambrosia (Corinam) –que ha acompañado el proceso desde el comienzo– afirmó que aunque los paneles están en la Guajira desde hace dos meses no se han entregado porque la idea es que el proyecto sea “limpio, sostenible y no manipulado”.

Además, se busca dejar capacidad instalada y entregar los paneles cuando las comunidades estén listas y organizadas, “con claridad de lo que se va hacer y legalmente constituidas”.

“Estamos iniciando un proceso de organización de comités solares y luego sí viene el proceso de instalación de los paneles”, dijo.

Según explicó Gutiérrez, con la creación de los comités solares se busca establecer las reglas de entrega, mantenimiento y funcionamiento de los paneles. Por eso la idea es crear un acuerdo en cada comunidad para recoger mensualmente un aporte por familia, que será destinado a daños y mantenimiento.

“La comunidad va a tener dinero para que el proyecto sea sostenible en el tiempo (...), de tal manera que ellas mismas puedan manejar su proyecto solar”, afirmó.

El proyecto con el que se busca llevar energía a las rancherías de La Guajira beneficiará a entre 1 600 y 1 800 personas. “Estamos todos ansiosos esperando los paneles, el momento de la llegada... cuando lleguen va haber una fiesta en la comunidad”, afirmó Magalys.

Indígenas, la prioridad

En América Latina, la prioridad del Barefoot College son las mujeres indígenas. Al menos el 90% de los proyectos están dirigidos a ellas.

Hasta el momento, en la iniciativa han participado mujeres de países como Ecuador, Nicaragua, Panamá, Bolivia, Guatemala, entre otros.

Paraguay se convirtió en el primer país de Suramérica en el que las beneficiadas con el programa de educación en la India han sido mujeres guaraníes con discapacidades.

Sin embargo, también hay proyectos en comunidades afros. Por ejemplo, mujeres de Cuba, Brasil y República Dominicana han recibido las becas en energía solar.

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