Una niña de cuatro años mira con detenimiento cada dibujo de animal o planta trazados con tinta negra en el interior de una vieja enciclopedia científica. Sus manos se detienen por instantes en cada obra de arte y, mientras se deslizan sobre la página del tomo, sueña que acaricia el pelaje de la criatura ilustrada. Ahora esa niña tiene 49 años y se llama Soledad Zurita. A pesar de haber estudiado Ingeniería Comercial, su fascinación por la ilustración científica, durante los últimos 20 años, la llevó a fusionar el amor por el arte con el que siente por la naturaleza.
Los paisajes inhóspitos y desconocidos que Zurita visitó durante su trabajo en Fundación Natura la desbordaron con una información visual insondable, la cual solo podía representar por medio del arte. Es así como se convirtió en una de las ilustradoras científicas con mayor trayectoria en el país, sin haber tenido conocimientos previos de Biología. Sintió la necesidad de difundir los saberes de la ciencia por medio del dibujo a las personas que -como ella- no tenían mayores bases científicas, ni la posibilidad de salir al campo para mirar a plantas y animales, “desde otros ojos”.
Juan Manuel Carrión, director de la Fundación Zoológica del Ecuador, tiene mayor experiencia dibujando aves. Foto: Galo Paguay/EL COMERCIO
Al igual que Soledad, existen otros ilustradores científicos ecuatorianos cuyo principal objetivo es concientizar y difundir la ciencia de una manera más entendible y palpable. Rita Hidalgo, ilustradora de reptiles y anfibios, quiere mostrar al público, a través de sus diseños, las bellezas de individuos tan pequeños e importantes que se están perdiendo.
Detrás de cada detalle, color, sombra, textura y patrones estructurales de las ilustraciones de fauna y flora, existe un mundo de conocimiento, de horas de observación y de contacto con la naturaleza, de días de lectura, de bocetos fallidos y de notas tentativas. “Cuando termino una obra y me preguntan ‘¿Cuánto tiempo te tomó?’ Yo respondo 30 años, aunque en el producto final me haya tardado un par de horas”, dice Juan Manuel Carrión, ilustrador y director de la Fundación Zoológica del Ecuador.
Cada artista tiene su manera de expresar sus ilustraciones. Juan Manuel es especialista en aves. Conoce sus posturas, colores y pequeñas características únicamente retratables tras años de estudio.
Soledad trabaja mucho con las luces, las sombras, el manejo del cuerpo y con los preceptos de a quién va dirigido su trazo. Noemí Cevallos, por su parte, se dedica a ilustrar las plantas con acuarela y tinta; para ella, predominan las escalas y los detalles de cada partícula, de los tallos, hojas y flores que observa a través de micro y macroscopios.
La ilustración científica se detiene en detalles, que ha simple vista, no se pueden captar. Foto: Galo Paguay/EL COMERCIO
A Gonzalo Nazati le fascinan las aves y con acuarelas intenta plasmar el movimiento de cada una de ellas. Él es conocido por la rapidez con la que crea sus obras. Por su lado, Hidalgo consigue el hiperrealismo en sus ilustraciones. Con lápices de colores y un detalle minucioso, basado en referencias y descripciones científicas del pasado, revive la imagen -como una fotografía– de anfibios y reptiles que se creen ya extintos desde hace 10 a 30 años. En sus dos años como ilustradora ha pintado 50 anfibios del Ecuador que se presume han desaparecido por factores como sequías, contaminación o calentamiento global.
Todos comparten un mismo objetivo: difundir a través dela imagen lo que los textos no llegan a expresar. Al contrario que la fotografía, Alicia Franco, bióloga e ilustradora, dice que el dibujo le permite captar situaciones e imágenes difíciles de ver en la realidad. De igual manera, Noemí coincide que se pueden manipular las situaciones de acuerdo con el conocimiento del científico.Y Soledad aprendió que no importa el origen, la condición o la realidad de las personas, “es necesario que todos nos identifiquemos con la vida natural”, como ella lo ha venido haciendo desde niña… cuando se fascinaba con los tomos ilustrados.