Así se veía el 3 de marzo de 1960 la vía férrea entre Ibarra y San Lorenzo. Se empezó en 1917 y concluyó en 1957. Foto: Archivo El COMERCIO
La ruta tuvo más de 20 intentos de construcción desde el siglo XVII. Debieron transcurrir 404 años para que se cristalizara el singular proyecto.
La región era llamada en el siglo XVI como “provincia de las esmeraldas”, no necesariamente por la presencia de piedras preciosas -que si las hubo, fueron muy escasas-, sino “por su frondosa vegetación, siempre verde y exuberante como ninguna de la Audiencia de Quito” (Pierre de la Front, Viajeros franceses del siglo XVIII, Lima, s/e, 1876, p. 90).
A esta interpretación se suman otras, pero ninguna coincidente entre sí, razón por la que no existe -por lo menos que yo conozca- una explicación que defina a ciencia cierta el origen de su nombre.
Según documentos del siglo XVII que corresponden a la zona norte de la actual provincia de Esmeraldas, las primeras noticias las debemos a los misioneros religiosos, sobre todo a Juan de Salas y Gaspar de Torres (Inf. a s. Ptrndad. Rvdma. Cmdr. del Cvto. de Qto, sbr. la terra de Cayapas y Malabas en la regn. de Emrlds, 14 de Dcbre, de mil e quinientos setenta i seis Años, (Informe a su paternidad reverendísima comendador del convento de Quito sobre la tierra de Cayapas y Malabas en la región de Esmeraldas , 14 de diciembre de mil quinientos setenta y seis) Archivo histórico convento de la Merced de Quito, Sección informes a comendadores, siglo XVI, Doc. N. 3, hoja 15).
Las referencias hablan de la inmensa riqueza vegetal y mineral de esta comarca siempre verde, la cual debía “ser examda y aproveda para vien e beneficio desta real Audcia” (ser examinada y aprovechada para bien de esta Real Audiencia) (Ibid, hoja 17).
Luego del establecimiento de la Real Audiencia de Quito, los mercedarios fueron los encargados de misionar en esta inhóspita región. Primero trataron de abrir un camino hacia el mar por la zona de Chical, al noroccidente de Tulcán; más tarde, al fracasar el proyecto, decidieron hacerlo en 1598 por Ibarra, aprovechando la cuenca del río Mira.
El padre Gaspar de Torres, quien intervino en las dos oportunidades, comenta que “la dura y penosa travesía por montañas agrestes y ríos torrentosos hicieron que nos demoremos cuatro meses para llegar a Pubsi (actual pueblo de Pampanal, cercano a San Lorenzo).
(…) Las jornadas para llegar a dicho sitio fueron: 1) Quito-Guayllabamba, un día; 2) Guayllabamba a Tocachi, media jornada; 3) Tocachi a Otavalo, medio día; 4) Otavalo a Salinas, un día; 5) De Salinas a Ambuquí, un día (no se refiere al actual pueblo imbabureño, sino a uno que se halló ubicado entre la actual parroquia de La Concepción y Salinas. En lengua coayquer significa “lugar entre montañas”); 6) De Ambuquí a la ceja de montaña, cuatro días; 7) De la ceja de montaña al río Lita, cinco días; 7) De Lita a Guacal, cinco días; De Guacal al Pan (actual San Javier de Cachaví) ocho días; 8) Del Pan a Pusbi (actual pueblo de Tambillo, en el cantón San Lorenzo).
Todo este recorrido lo hicimos en cuatro meses con las debidas paradas, ya que para cruzar un río nos deteníamos hasta tres días, tal como ocurrió con un río torrentoso que los nativos le conocen como Pucachuvi, que en lengua de ellos quiere decir agua traicionera por los muchos remolinos que hay en su cauce…..”.
Joel Monroy, Documentos históricos sobre la Orden de La Merced (inédito), Quito, 1939, pp. 183-190. Archivo Convento de la Merced de Quito). No contentos con llegar hasta Pusbi, lugar en donde había un “antiguo embarcadero sobre el río Talacupi (coayquer: talal= mucha madera seca; cupi= río pequeño: río que trae mucha madera en sus aguas), por el cual la marea subía casi todo un día. De Pusbi al mar había día y medio de navegación hasta llegar al océano propiamente dicho.” (Ibid. Monroy, p. 195)
Tramo de la vía Ibarra-San Lorenzo, en 1994. El primer intento de abrir la ruta fue en 1958, concluyó en 2002. Foto: Archivo EL COMERCIO.
Prontamente este viaje increíble fue olvidado. De 180 hombres que salieron de Ibarra, llegaron a Puspi solamente 70, ya que muchos murieron por las enfermedades tropicales, picaduras de víboras y el clima malsano.
Años más tarde, Cristóbal de Troya, luego de fundar la Villa de San Miguel de Ibarra el 28 de septiembre de 1606, por encargo de Miguel de Ibarra, presidente de la Real Audiencia de Quito, se propuso reabrir el camino hacia el Pailón, por cuanto “Era el nudo vial para los caminos del norte, hacia Pasto y Popayán, y el Mar, hacia Panamá y España, lo cual fomentaba el comercio…” (Jorge Villalba, Miguel de Ibarra: un magistrado en la evangelización, En Monografía de Ibarra, Ibarra, La Verdad, 1997, p. 27). Este primer esfuerzo quedó trunco al morir Miguel de Ibarra.
Juan Fernández de Recalde, que fue designado como nuevo presidente de la Audiencia, insistió ante los superiores del convento de la Merced de Quito para que enviaran nuevos misioneros a continuar la tarea evangelizadora iniciada por el padre Torres.
En 1615, las autoridades de la Audiencia suspendieron los trabajos para abrir un “camino más amplio y expedito hasta el Pailón (San Lorenzo) debido a la oposición de los mercaderes de Quito que tenían negocio con Pasto, por la suposición de que una ruta para sacar productos hacia Panamá por Esmeraldas afectaba sus negocios, razón por la que protestaron ante las autoridades, por lo cual este gran esfuerzo de los religiosos y autoridades de Otavalo y la Villa de Ibarra quedaron truncos…” (Fausto Vargas, Breve historia del camino Quito-Quinindé, Esmeraldas, s/e, s/a (folleto), p. 14)
Para 1630, los padres Juan de Burgos y Miguel de Tancón pretendieron nuevamente iniciar la jornada por cuanto era importante para la orden mercedaria contar con un sitio de misión para atender a los religiosos que evangelizaban en Puerto Viejo (así) Tacames y san Mateo (actual Esmeraldas).
A este nuevo intento se opuso tenazmente el virrey del Perú, Príncipe de Esquilache, quien prohibió efectuar trabajo alguno “por el temor de que por ese puerto podrían entrar corsarios y apoderarse de una considerable extensión de la costa en el litoral (…), razón por la que la propia Audiencia emitió informes muy desfavorables, fundándose en que la empresa era muy costosa y de ninguna utilidad; pues, apenas se había rozado la selva, cuando tornaba a reproducirse con mayor vigor: los pantanos eran profundos, el clima enfermizo y la región por donde atravesaba el camino casi completamente inhabitable….” (González Suárez, Historia del Ecuador, edición CCE, 1970, p, 504)
En la época republicana, Gabriel García Moreno dispuso que se inicie formalmente su construcción en 1869; en igual forma, Eloy Alfaro, en 1896, respondió a la iniciativa de Federico González Suárez, en ese entonces obispo de Ibarra, para retomar tan ansiado proyecto. No llegó sino a construirse un pequeño tramo de la vía.
Fue el ferrocarril Quito- Ibarra-San Lorenzo, que se inició en 1917, durante el gobierno de Alfredo Baquerizo Moreno y concluiría en el puerto del Pailón el 9 de marzo de 1957, gobernando Federico Páez, el que unió la Sierra con la Costa, cumpliendo los anhelos de los habitantes de la región.
La ruta Ibarra-San Lorenzo tuvo más de 20 intentos de construcción desde el siglo XVII, hasta cuando fue concluida finalmente el 28 de septiembre del 2002, en el gobierno de Gustavo Noboa. Debieron transcurrir 404 años para que se cristalizara tan singular proyecto, el cual contó siempre con el apoyo de los habitantes de la zona norte del Ecuador, pero también con poderosos enemigos y opositores que no permitieron que ello ocurra por razones políticas y económicas que tanto daño han causado a la sociedad ecuatoriana.
*Doctor en Historia, Profesor universitario. Investigador especializado en temas sociales