Se trata de un implemento liviano con capacidad para activar los músculos del cuerpo. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Tras ser el amigo inseparable en las horas de educación física en la escuela y colegio, el hula-hula se cuela en los distintos centros de acondicionamiento para tonificar y fortalecer músculos, quemar calorías, mejorar la concentración y coordinación y para relajarlo y liberarlo del estrés.
Emilia Marchán es profesora de hula-hula. Dicta clases en diferentes puntos de la ciudad convencida de sus múltiples beneficios.
Ella, precisamente, cumplió con una demostración la semana pasada en El Muro, en Lumbisí. Mientras el hula-hula giraba alrededor de su cuerpo, sonrió y activó todos los músculos, pues para que ese artículo se mantenga girando, el participante necesita mover su cuerpo constantemente.
De lejos se observó el trabajo que realizó, sobre todo, la pared abdominal. Tras 40 minutos de ensayos, Marchán se mostró agitada y exhausta. Tras recuperar el aliento, aseguró que cumpliendo con ese entrenamiento redujo medidas y definió su cintura.
Similares beneficios experimentó Daniela Salas. Ella se entrena con el hula-hula desde hace siete meses y en ese tiempo también se le despertó el apetito, es decir, bajo de peso sin padecer hambre.
Una rutina contempla diversos movimientos que nunca se repiten. Las clases duran entre 45 y 50 minutos. Se cumplen tras desarrollar varios ejercicios de calentamiento para evitar calambres o lesiones durante la práctica.
Alos talleres que Marchán dicta asisten personas de diferentes edades, pues se trata de un programa de acondicionamiento físico libre de impacto.
Lo único que se necesita para participar en sus clases es constancia, ya que según la instructora “hasta el más descoordinado puede hacerlo”.
Salas jamás aprendió a mover el hula-hula alrededor de su cuerpo en el colegio. Lo hizo hace siete meses, tras observar una demostración.
Marchán, en cambio, descubrió los beneficios de ejercitarse con ese accesorio hace ocho meses, aproximadamente, justo cuando se cuestionaba por la forma de su cuerpo.
Tras hacerlo girar alrededor por varios minutos, se liberó de prejuicios, probó diferentes movimientos y diseño rutinas para dictarlas en los encuentros. A inicio de mes, por ejemplo, participó en una cita solidaria en las instalaciones de la Universidad San Francisco de Quito, en Cumbayá.
Marchán inicia sus talleres con movimientos básicos, para luego desarrollar otros más exigentes. Uno de esos consiste en colocar dos hula-hula en la cintura y lograr que recorran sincrónicamente por todo el cuerpo.
Después de varios minutos de contorneo, un hula-hula termina en el extremo de una pierna, mientras que el otro continúa girando en la muñeca del lado contrario del cuerpo. El participante se inclina un poco y se mantiene parado en una sola pierna.
Para observar y sentir los beneficios del acondicionamiento con el hula-hula es importante cumplir con dos o tres clases a la semana.