Hay una relación de amor/odio entre Huilo Ruales Hualca y Quito. Cuando sale de esta ciudad, lo hace casi despreciando todo lo que ella ofrece. No le gusta el ruido de sus calles, la locura de su transporte público, el olor de los Andes impregnados con smog. Pero cuando camina por las calles de París o recorre algún rincón de Francia, la vehemencia del manicomio ecuatorial lo llama, cual si fuese un eco que constantemente golpea su oído.
El párajo y yo- Pabellón B de Huilo Ruales
En estos días, Huilo se encuentra precisamente en su luna de miel con Quito. Y es común verlo en alguna de las cafeterías del sector de La Mariscal con una computadora, un libro, o una pequeña libreta en mano. Las palabras constantemente lo llaman. Si no lo inspiran a empezar una novela, prefiere leer algún extracto de una o anotar ideas que se le vienen a la cabeza mientras ve a la gente yendo y viniendo.
Es en una mañana de junio cuando Huilo se dispone a leer algunos poemas a viva voz. Tal vez los años Francia y su cercana cercanía con Suiza lo han convertido en una suerte de relojero. Son las 09:30, ni un minuto más ni un minuto menos. Él llega puntualísimo, y lo primero que dice es: “¡Qué puntuales que somos!”. Es una afirmación que más suena a admiración.
Poemas para no aburrirse de pena en los velorios de Huilo Ruales
Mientras habla de cómo sus ‘Poèmes noirs’ (Poemas negros) encontraron su espacio en una antología que recoge textos escritos hace más de cinco años, sus manos y pies lucen inquietos. Parece que su disposición frente al tiempo ha convertido a su cuerpo en un reloj viviente. A la par del movimiento del segundero, sus extremidades marcan un compás.
Pero su habla es mucho más lenta. A pesar de que el tiempo corre, sus palabras van adquiriendo un matiz más sutil. Elabora cada frase, la piensa y repiensa. De cierto modo, parece que hace eso en su rechazo a una de las formas como caracteriza al ser ecuatoriano: como mitómano. Cree que en este país se dicen tantas mentiras como verdades, y en su ejercicio de la honestidad cae en cuenta que es necesario reflexionar sobre todo lo que dice.
¡Hola, Hombre!- Pabellón B de Huilo Ruales
Una de las características de su último poemario es que todos los textos han sido traducidos al francés (manteniendo junto a cada uno los originales en español). Sin embargo, Huilo afirma que no se atrevería a leer ninguno de ellos en voz alta.
– ¿Atreverse?
– Es que yo hablo español. Mi poesía fue hecha naturalmente en español. Leerla en otro idioma sería algo artificial, algo falso.
Mientras toma una taza de agua aromática, Huilo reflexiona sobre una de las característica innatas de la poesía: solo la leen lo poetas y tal vez algunos versados en la materia. Este género no es para todos, y eso se demuestra justo en el momento en que lee en voz alta sus textos: nadie se acerca a escucharlo. A pesar de esto, él la sigue leyendo, y el placer de escucharlo solo afianza más el hecho de que su poesía alcanza niveles sublimes.