El Sabrosón tiene un amplio menú para los viajeros. Sus costos van desde USD 3 a USD 8. El plato de fritada es el más demandado, seguido por las órdenes de yucas fritas o el caldo de gallina. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
No hace falta irse muy lejos para deleitar al paladar. A tan solo dos horas de Quito, las huecas de comida típica se dejan ver a los lados de la carretera en la vía a Nanegalito. Los piqueos o platos fuertes están a la orden del día, sobre todo en fines de semana y durante los feriados.
Una de las paradas obligatorias son las fritadas El Sabrosón, en Nanegalito. El negocio familiar lo lideran seis hermanos. Nora Ruales, propietaria, cuenta que la receta viene de su madre, desde hace 32 años. Atienden de domingo a domingo y su oferta se expande también a caldo de gallina, empanadas de yuca, bolones y yuca frita. Todo acompañado de una delicada y memorable salsa de ají hecha en casa.
Ruales explica que la frescura de sus productos hace la diferencia, pues trabaja con gallinas y cerdos de campo.
Frente a las fritadas se ha ido posicionando el cebiche de palmito de Nay-Negalito. Para esta receta se trabaja con palmito local, se lo cocina y luego se lo trabaja como un marisco en cebiche. Se añade tomate cocinado, aceite, cebolla, limón mandarina y naranja. Está acompañado de canguil, chifles y tostado. Esta preparación se ha convertido en plato insignia de la parroquia de Nanegalito.
Llegando a La Y de Calacalí, las opciones son igual de variadas. Un plato predilecto es el cuy. Germán Flores, propietario de Galería Restaurante La Casa del Artista, ofrece este plato desde hace 17 años en dos cocciones: asado al carbón o a las tres pailas.
Asegura que es mejor reservar y señalar si hay alguna preferencia por el tipo de cocción, así el cuy estará listo cuando el comensal llegue. Flores los recibe con mistela de la casa, una bebida aromatizada con frutas que amilana la fuerza del licor.
Para la preparación en las pailas, se cocina en agua en la primer paila. Luego se fríe en manteca y se lo expande. Al final se lleva a una tercera paila, donde se deshidrata durante tres minutos. Se aliña con sal, ajo y hierbas, ¡y listo!
En la ruta culinaria, Yunguilla se está abriendo camino. La comunidad, que promueve la conservación del bosque nublado, abrió en marzo su restaurante en el cual promueve el consumo de productos locales e incluso la recuperación de recetas. De hecho, tienen una tienda en la que están a la venta, por ejemplo, mermeladas o yogur de chigualcán, manjares, quesos o mantequillas producidos por la comunidad.
La cocina está a cargo de cuatro jóvenes de Yunguilla que han estudiado Gastronomía u Hotelería. Angela Collahuazo es una de sus integrantes. Cuenta que una de las recetas que se busca posicionar es el mote mapioso, para el cual se usa fréjol de la zona, se cocina con mapahuira y mote y se añaden especias como el cilantro. Se sirve como acompañante de chuletas o chicharrón.
Muchas veces las huecas marcan el viaje en carretera, sobre todo cuando es posible encontrar variedad en distancias tan cortas, pues hacen que el viaje valga la pena.