El tejedor Holger Carranza expuso en el célebre MoMa, en Nueva York

Holger Carranza, tejiendo el sombrero de paja toquilla que se expuso en el MoMa. Foto: Cortesía Hats From The Heart.

Holger Carranza, tejiendo el sombrero de paja toquilla que se expuso en el MoMa. Foto: Cortesía Hats From The Heart.

Holger Carranza, tejiendo el sombrero de paja toquilla que se expuso en el MoMa. Foto: Cortesía Hats From The Heart.

El sombrero fino de paja toquilla que se expuso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa), en Estados Unidos, fue uno de grado 36. Eso quiere decir que en la plantilla o copa, la parte alta del sombrero, tenía 36 nudos de paja en una pulgada lineal: poco más de 2,5 centímetros.

El sombrero básico más popular en el mercado interno es de un grado 8 y el más fino conocido, de 60. En Pile, una pequeña comuna rural del cantón Montecristi en Manabí, solo se teje por encima del grado semifino de 18 puntos. Y de Pile es el tejedor que exhibió el sombrero en el MoMa: Holger Carranza Alarcón, quien ha participado también en exhibiciones en Perú y Bolivia, como embajador de su comuna y del saber de sus mayores.

El artesano solo teje unos tres sombreros al año. El sombrero extrafino de grado 36 le tomó dos meses y medio. Entre 2017 y 2018 la pieza hizo parte de la exhibición ‘Items: Is Fashion Modern’, junto a otros 110 artículos que trascendieron y alcanzaron un alto impacto en la moda en los siglos XX y XXI, entre ellos también los Levi’s 501, el sari o el collar de perlas…

El MoMa contactó al artesano a través del Museo del Cidap (Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares) de Cuenca, recuerda Holger, quien trabajó el sombrero por una parte de su valor comercial, USD 800 más envío, en una pieza que como mínimo puede triplicar ese valor en el mercado.
Carranza, quien teje desde hace 40 años y representa un oficio que le transmitieron sus padres, asumió su participación en la exposición como una oportunidad para visibilizar su labor y traerle justicia a la comercialización del sombrero jipijapa. “Hasta llegar al consumidor, hay unos cinco intermediarios de por medio que le ponen precio a nuestro trabajo.

La idea ha sido acortar la relación entre el productor y consumidor”, dijo. “A veces nosotros mismos no valoramos una artesanía tan apreciada a nivel mundial”. El tejedor de 49 años logró ir a Nueva York gracias al apoyo del Ministerio de Cultura y Patrimonio, la oficina de la Primera Dama y la plataforma de comercialización local Hats from the Heart.

Los sombreros pasan por hasta cinco manos diferentes a la del tejedor principal en los 30 pasos desde la selección de la paja toquilla al remate del ala, dice Hugo Gonzenbach, curador de Hats from the Heart, quien viajó con Carranza a la muestra y produjo un video del proceso de elaboración del sombrero que se exhibió también en el MoMa.

A pesar de trabajar en el tejido desde los 9 años de edad, Carranza reconoce que empezar a tejer un sombrero siempre es un momento incierto. “Lo más difícil es el comienzo. Es muy fácil que se desarme y se estropee”, cuenta el artesano manabita.

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