Quizás no sea tan arriesgado afirmar que son pocos los quiteños que no han probado una hamburguesa de Rusty, o que al menos han oído hablar de él. En la década de los 70 fue muy popular en Quito, al punto que se dice que Rusty Miller fue el encargado de popularizar el concepto de comida rápida en la capital.
36 años después de la incursión del estadounidense de prominentes bigotes (el sello de su negocio) ya no existe el local que antes se ubicó la Av. Amazonas y Cordero. Lo que sí ha perdurado casi intacto es el menú: hamburguesas simples, dobles y triples- con exactamente el mismo queso cheddar de las de antaño- los famosos ‘pronto quesitos’, los ‘miti’ y para beber las dulcísimas ‘rootbeer’.
En la actualidad el único local de Hamburguesas de Rusty de Quito (hay dos sucursales en los Valles) se localiza en Av. De Los Shyris y Río Coca. Es un edificio enorme, distinguible a varios metros de distancia, con un amplio parqueadero y un ambiente ideal para las familias. Hasta este lugar llegó el equipo de degustación de EL COMERCIO para poner a prueba sus años de tradición ‘hamburguesera’.
Existe 256 formas de combinar una Hamburguesa de Rusty. Foto: Eduardo Terán/ EL COMERCIO
Como todo restaurante de comida rápida, en la casa de Rusty- porque el local es su segundo hogar, lo ha dicho en varias entrevistas- no hay cartas físicas con el despliegue de opciones. En su lugar, las ofertas de platillos (hamburguesas, hot dogs y complementos) se exhiben en un distintivo letrero luminoso sobre las cajas registradoras. La elección del día de la visita es una Rusty Mix Simple con todo, con un ‘miti miti’ y papas pequeñas (una variedad de las tradicionales ‘french fries’) para acompañar.
Es probable que para los clientes en general, no sea fácil decidirse por una opción en concreto, ya que existen 256 formas de combinación de una hamburguesa Rusty, con vegetales y sin queso, con queso y sin vegetales, con todo, o solo sin cebolla, con todo pero sin salsas y así hasta llegar a 256.
Además de la variedad, la clave del negocio, como el mismo Rusty reveló en una entrevista con la revista especializada La Barra, es que tienen casi mismos proveedores para todos los locales. También contó que compran la carne tres veces por semana y la muelen ellos mismos para garantizar calidad. Además, preparan con sus propias manos las salsas, los pickles y la harina.
Nuevamente, como es habitual en todo local de comida rápida, sirvieron las hamburguesas envueltas en un papel especial que las mantiene- idealmente- calientes y evita que el comensal pase vergüenzas al ensuciarse.
Ese día en específico, o el papel no cumplió su función o hubo un traspié al momento de preparar el calórico manjar, porque el pan estaba frío y por ende se sintió gomoso en el paladar, notaron los chefs Pablo Cruz y Alfredo Salazar. Claro, que comparando el inconveniente con visitas pasadas, es posible que se tratara de un error de una sola vez.
Después de los últimos bocados y hasta probar cada uno de los ingredientes por separado, ambos expertos destacaron su parte favorita de las guarniciones– Pablo los pickles y Alfredo el queso– y concordaron en que estos son los que ayudan a darle jugosidad al conjunto y permiten, por decir, comerla. Sin embargo, la cantidad de vegetales hace que sea difícil saborear la carne. Y la estrella de esta preparación, siempre debe ser la carne.
Una debilidad, identificable que depende, en todo caso, del gusto de la clientela, es el grosor y la condimentación básica (los chefs solo pudieron sentir el gusto de la sal y de la pimienta) de la proteína. La característica de elaborar hamburguesas delgadas (aplanadas) y a la plancha es típica de los ‘diners’ estadounidenses.
Un valor agregado es el ambiente. El tamaño de las mesas lo convierte en un lugar súper familiar y gracias a su diseño resulta muy agradable.
Precios: Entre USD 4 y USD 7, dependiendo del tipo de hamburguesa y si es en combo.
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