Científicos establecieron que hay un área cerebral que al ser activada por la dopamina hace que el individuo coma en forma excesiva. Foto: everybodywalk.org
El acto de comer sigue siendo un misterio para la ciencia, la que solo puede afirmar que se trata de una conducta compleja y que depende de múltiples factores. En un nuevo intento por aclarar las cosas, investigadores de los Institutos Nacionales de Salud (NIH en inglés) estudiaron a 43 voluntarios, entre quienes había personas de peso normal, otras con sobrepeso e, incluso, 20 obesos entre moderados y severos.
Todos ellos fueron analizados con imágenes cerebrales. Allí se vio que quienes son obesos, tienen una mayor actividad de dopamina en la zona del cerebro que participa en la formación de hábitos, esto en comparación con quienes son delgados.
Además, tienen menos actividad en el área que se relaciona con la recompensa. Estas diferencias podrían llevar a los obesos a sentirse atraídos a comer en forma exagerada en respuesta a los estímulos ambientales y, al mismo tiempo, a sentir que la comida es menos gratificante para ellos.Los resultados del trabajo se publicaron en la revista Molecular Psychiatry, del grupo editorial Nature.
“Mientras no podamos decir si es que la obesidad es una causa o un efecto de estos patrones de actividad de la dopamina, el comer basado en hábitos inconscientes en lugar de elecciones conscientes puede hacer más difícil alcanzar y mantener un peso saludable, especialmente cuando los mensajes de comida apetitosa están en todas partes”, explica el doctor Kevin Hall, quien lideró esta investigación en los NIH.
“Esto significa que los gatillantes, como el olor a cabritas (canguil) en el cine o un comercial de un alimento apetitoso, ejerce un mayor atractivo en alguien obeso por una fuerte reacción química de su cerebro, comparado con alguien delgado expuesto al mismo estímulo”, agrega este investigador.
La doctora Ada Cuevas, nutrióloga de Clínica Las Condes, aclara la relación entre dopamina y obesidad. “Se ha visto que el obeso tiene disminuida la sensación de placer y recompensa con la comida, similar a lo que se ve en los adictos a las drogas“, explica. Esto los llevaría a comer en forma compulsiva y a darse atracones con alimentos energéticos como los chocolates.
Jennifer Humphreys, nutrióloga de Clínica Alemana, reconoce el estudio, pero advierte que entender el fenómeno global es “muy difícil, ya que hay muchos factores que intervienen en esta conducta“. Desde los genes hasta hormonas como la leptina o la forma como se distribuyen los receptores de la dopamina en el cerebro, son elementos que pueden influir en la alimentación.
Los investigadores advierten también que este comportamiento es muy complejo y está asociado a procesos psicológicos que aún requieren de mayores estudios.