Gustavo Santaolalla: De Ushuaia a la Quiaca y de Hollywood a Quito

El músico y compositor argentino, ganador de dos premios Oscar, ofreció un conversatorio íntimo el jueves 20 de septiembre del 2018, en el Teatro Capitol, en Quito, para artistas nacionales. Foto: Roberto Peñafiel/ EL COMERCIO.

El músico y compositor argentino, ganador de dos premios Oscar, ofreció un conversatorio íntimo el jueves 20 de septiembre del 2018, en el Teatro Capitol, en Quito, para artistas nacionales. Foto: Roberto Peñafiel/ EL COMERCIO.

El músico y compositor argentino, ganador de dos premios Oscar, ofreció un conversatorio íntimo el jueves 20 de septiembre del 2018, en el Teatro Capitol, en Quito, para artistas nacionales. En el encuentro, Santaolalla interpretó De Ushuaia a la Quiaca, canción que cobijó a la película 'Diarios de Motocicleta'. Foto: Roberto Peñafiel/ EL COMERCIO.

De Ushuaia a la Quiaca es un tema que evoca a una América Latina herida por las desigualdades y la violencia, pero que plantea además un destello de esperanza para una tierra de enorme diversidad cultural y llena de experiencias humanas que hacen de cada pequeño poblado, ya sea en la Amazonía o en Tierra del Fuego, un lugar único y a la vez con muchas experiencias comunes.

Relatar musicalmente el recorrido que llevó a Ernesto ‘Che’ Guevara a rebelarse contra las estructuras de privilegio que imperaban en el continente resulta una tarea que representa en sí un enorme reto. Es ponerse en los zapatos del aquel entonces joven médico idealista e imaginar su transición de espectador de la realidad latinoamericana a agente de cambio: uno de los revolucionarios más enigmáticos de la historia del siglo XX.

Pero en las escenas finales de ‘Diarios de Motocicleta’, el compositor Gustavo Santaolalla y el director Walter Salles logran plasmar el sentimiento de que América Latina está compuesta no solo de paisajes, sino más que nada de rostros. Mientras suena De Ushuaia a la Quiaca, una serie de retratos en blanco y negro cierran el filme y dejan al espectador con una extraña melancolía, con la pregunta de si algún día el continente conseguirá su tan anhelada justicia social.

Este tema tocó Santaolalla junto a su ronroco, un instrumento de la familia de los charangos, en la parte final de la charla magistral que se celebró este jueves 20 de septiembre de 2018 en el Teatro Capitol, en Quito. En el evento se inscribieron músicos y artistas ecuatorianos que buscaban compartir experiencias y escuchar sobre la trayectoria del compositor argentino, ganador de dos premios Oscar por sus trabajos sonoros en ‘Secreto en la Montaña’ y ‘Babel’.

Los rostros que asistieron al conversatorio eran variados, pero todos se conectaban con un mismo factor común. En sus creaciones, la mayoría utilizaban algún estilo de fusión; juntar las influencias del patrimonio cultural ecuatoriano y latinoamericano con las referencias estéticas de cierto corte contemporáneo. Estaba presente, por ejemplo, el baterista de Curare, David Rosales, un emblemático proyecto de metal fusionado con elementos andinos. Estaba interesado en conocer los pormenores de la grabación del disco ‘Fundamental’ de la banda puertoriqueña de metal progresivo Puya, que es para él una producción emblemática.

Tamia se presentó como cantante. Llevaba sobre su cuello un pañuelo verde, el símbolo del activismo por la despenalización del aborto. Preguntó a Santaolalla sobre la responsabilidad social de los artistas. Para Santaolalla, la música no puede ser separada de su rol social.

Antes que músico o que cualquier profesión, existe la persona”, le contestó. “Creo que puede existir un mundo mejor, con una mejor distribución de la riqueza, con una justicia mejor, con un momento tan increíble con el que estamos viviendo hoy en día con las mujeres, por las luchas que se están llevando a cabo”, agregó.

Otro asistente que no se presentó fue directamente a la cuestión de la falta de fondo y contexto en algunas fusiones. Es decir, cuando simplemente se fusiona por fusionar sin comprender a cabalidad la historia y la complejidad de lo que se está haciendo. Santaolalla respondió: “Eso no es tanto una pregunta, sino un ‘statement’ (afirmación). Pero tienes razón”. Contestó con una broma: “cada vez que tengo que ir al spa les pido que me quiten la música ‘new age’”. Para él, hay varios métodos y técnicas para hacer una fusión con contenido, pero cada músico tiene que explorarlas.

A Santaolalla le llegó su primera guitarra y, con eso, las clases de música. Según él, las clases y el estudio se le complicaban. Su madre tuvo que presionarlo mucho para que ensayara, pero es algo que hoy él agradece. Aunque dice no intentar promover que no se estudie música, el compositor sí tiene claro que un título académico no necesariamente hace al artista.“Conozco casos de gente que se arruinó en Berklee”, una de las escuelas de música contemporánea más prestigiosas en el mundo.

Santaolalla irrumpió con fuerza en una época en la que el rock argentino se encontraba en pleno proceso de incubación. Arco Iris fue una banda que se formó en 1968 pero que vio salir a la luz su primer álbum homónimo en 1970. Aquella época fue una suerte de búsqueda espiritual para el músico y el resto de miembros de la banda. Vivían en comunidad, tenían una estricta dieta vegetariana y eran célibes. “Después, en otros momentos de mi vida, recuperé el tiempo perdido”, bromea el artista.

Vivir en Estados Unidos fue un proceso complicado al principio. El músico no lograba encontrar una estabilidad laboral que le permitiera vivir tranquilamente. Era un inmigrante más en un país inmenso y nuevo ¿Cómo destacar? Tomó tiempo, pero lo logró. “Siempre me mantuve activo”.

Santaolalla estaba “defraudado” con la escena del rock ochentero en Estados Unidos “porque se había corporatizado por completo. Con bandas que no representaban para nada lo que había sido la generación de lo que yo venía haciendo”, confiesa.

“Me sentí medio perdido. Pero yo fui a Estados Unidos en 1978 y en ese año fue el último concierto de los Sex Pistols. Tanto con ellos como con The Ramones, empieza a surgir todo este nuevo movimiento que era el punk y el new wave. Yo dije: ‘En esta me anoto’ y armé Wet Picnic.

Video: YouTube, cuenta: Alejandra Palacios

Con León Gieco se agrupó junto a otros folcloristas y sacaron en 1985 el primer volumen de De Ushuaia a la Quiaca. Otro volumen salió en 1986 y un tercero en 1999. En el proyecto dieron una gira con, en total, 450 conciertos recorriendo todas las provincias argentinas. La idea era grabar en los lugares donde nace la música, en un ambiente natural y no en un estudio.

Su próximo reto fue poner su talento al servicio de otros artistas, así que comenzó a mapear la música alternativa latinoamericana y descubrió que había muchísimo material para aprovechar. “Siempre sentí que nosotros teníamos un potencial tan o más grandes que los anglosajones. Muchas veces las cosas anglosajonas tienen un sabor de reciclado y yo sentía que podíamos poner algo distinto sobre la mesa, pero siempre nos faltaban los discos”.

Así, produjo a bandas como Maldita Vecindad y los Hijos del Patio en México o Los Prisioneros en Chile. “Una vez encontré a Café Tacvba tocando en una feria y traté de firmarla. Yo no tenía sello discográfico en aquella época. Me tardé dos años, nadie la quería firmar. Finalmente conseguí que lo firmara Warner, salió su primer disco y fue un exitazo”.

Desde ese momento, formó Surco, su propio sello discográfico para el cual hizo un convenio con Universal. La primera banda en firmar con ellos fue Molotov. Pero no se quedó allí, pues produjo más de 100 álbums con distintas bandas.

Su primer acercamiento con la música en el cine fue con ‘The Insider’, una película dirigida por Michael Mann y protagonizada por Al Pacino y Russell Crowe. Después de sacar al público su disco ‘Ronroco’, una recopilación de grabaciones con su instrumento, Mann lo contactó y le contó que quería usar un tema de este disco. “Es un momento clave de la película, que es cuando el personaje decide que va a atestiguar y funcionaba increíble un ronroco en un drama contemporáneo”.

Video: YouTube, cuenta: ryy79.

Paralelamente, una amiga en común entre Gustavo Santaolalla y Alejandro González Iñárritu fue el puente para crear la banda sonora de ‘Amores Perros’, la ópera primra del director mexicano, protagonizada por Gael García Bernal. El director y el compositor se reunieron en Los Ángeles y le puso a ver la película. “Los diez primeros minutos de la película, con la persecución y el perro desangrándose, es una escena impresionante. Y ahí dije: tengo que hacerlo sí o sí”.

Video: YouTube, cuenta: DramaFilms.

Por recomendación de González Iñárritu, Santaolalla conoció al brasileño Walter Salles, quien estaba realizando en aquel entonces ‘Diarios de Motocicleta’. Con esta banda sonora ganó un premio Bafta. “Cuando entrábamos a la sala donde hacían las proyecciones, me acuerdo que estaban pasando la música de la película”.

En aquella ocasión, celebrando después de la premiación, alguien le recomendó que debía conocer a Ang Lee. Así comenzó el camino hasta llegar a ganar su primer Oscar como compositor de cine, con ‘Secreto en la Montaña’. El segundo llegaría nuevamente, esta vez junto a González Iñárritu, con ‘Babel’.

Video: YouTube, cuenta: Yunny Loire

El músico argentino se ha ganado también la admiración de un público mucho más joven con su irrupción en la industria de los videojuegos. En 2013, salió la primera entrega de The Las Of Us, en el cual Santaolalla plasmó sus escenarios musicales para un formato interactivo. “No soy gamer, pero acepté porque me pareció un proyecto interesante y porque además es un juego muy emotivo, que inclusive hace llorar a alguna gente que lo juega”.

Santaolalla no fue toda la vida un músico exitoso. Durante un periodo de alrededor de ocho años viviendo en Estados Unidos, hacer arte le costó muchísimo. Al final del conversatorio, se presentó Gabriela, una actriz. Con amigos músicos, participó en la creación de una banda para una obra escénica de su autoría.

Ella le preguntó qué hacer con aquellos “flaqueos” en la profesión de un artista latinoamericano. Santaolalla asegura que “es importante desarrollar una seguridad con respecto a lo que uno hace. Hay un ego que es horrible y estúpido y hay un ego que es sano. Es bueno saber que si tienes algo que vale, hacerlo valer. Aunque todos los artistas seguimos de inseguridades, pero si tú has trabajado intensamente, por lo menos tienes eso. Si sientes que tienes tus logros y que lograste encontrar una identidad, o parte de ella, eso tienes que atesorarlo”.

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