Guerra de aranceles y de divisas

Luego de más de un año del inicio del conflicto comercial entre EE.UU. y China, este país devaluó el yuan y abrió la puerta al peor de los escenarios: la guerra de divisas. Foto: AFP

Luego de más de un año del inicio del conflicto comercial entre EE.UU. y China, este país devaluó el yuan y abrió la puerta al peor de los escenarios: la guerra de divisas. Foto: AFP

Luego de más de un año del inicio del conflicto comercial entre EE.UU. y China, este país devaluó el yuan y abrió la puerta al peor de los escenarios: la guerra de divisas. Foto: AFP

La devaluación o la depreciación de una moneda solo genera pobreza para los consumidores. Si no, pregunten a los argentinos, que esta semana vieron cómo el peso perdió un 25% de valor frente al dólar, ocasionando un encarecimiento de los productos importados.

En este año, la moneda argentina ha caído 36%, no solo por el coletazo que generaron las primarias presidenciales, sino porque evidencia la debilidad de su economía. Algo similar ocurrió en Colombia, Brasil y México.

Pero los ojos del mundo están puestos en China, donde el Banco Popular de China devaluó el 5 de agosto pasado el yuan hasta su nivel más bajo desde diciembre del 2008 (más de 7 yuanes por dólar).

Los gobiernos suelen estar tentados a tener monedas débiles, porque eso encarece las importaciones y frena la entrada de productos que compiten con los producidos localmente. Es una forma de ‘proteger’ a las industrias nacionales.

Además, para los gobiernos que quieren impulsar el crecimiento económico, una moneda débil incentiva las exportaciones, lo cual genera más producción interna e impulsa la creación de empleo.

Esto último explica la devaluación del yuan de hace dos semanas, ya que la economía china ha venido perdiendo dinamismo y sus autoridades quieren retomar ese crecimiento económico a través del comercio exterior, como lo han hecho en los últimos años.

Sin embargo, los mercados mundiales reaccionaron con pánico ante la devaluación del yuan, porque creen que es un paso peligroso que profundizará la guerra comercial entre Estados Unidos y China.

Hasta el 5 de agosto pasado, ambas potencias usaban los aranceles como únicas armas en la guerra comercial. Las primeras escaramuzas empezaron en marzo del 2018, cuando el presidente estadounidense Donald Trump anunció la imposición de aranceles a productos chinos por USD 50 000 millones, argumentando prácticas desleales de comercio y robo de propiedad intelectual.

En represalia, China impuso aranceles a más de 128 productos estadounidenses. Las listas de productos con mayores aranceles comenzó a crecer y el resultado ha sido una caída del comercio entre ambos países que, por su tamaño, está golpeando a naciones de Europa, Asia y América Latina.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) advirtió el jueves pasado que el comercio global se contraerá en el tercer trimestre de este año. Su Barómetro de Comercio de Mercancías se situó en 95,7 puntos, la peor cifra registrada desde marzo del 2010, lo cual ahondó los temores de una recesión a escala global.

Pero el paso que dio China el 5 de agosto pasado, cuando el Banco Popular de China devaluó el yuan, abrió la puerta al peor de los escenarios, en el cual la guerra de aranceles puede convertirse en una guerra de divisas, con resultados desastrosos para el crecimiento económico global.

La devaluación del yuan se produjo tras el anuncio de Trump de gravar a nuevos productos chinos por un valor de USD 300 000 millones.

Ante cualquier arremetida de Trump en esta guerra comercial, la respuesta de China puede ser devaluar más el yuan, con el fin de contrarrestar los mayores aranceles.

Y en algún momento, el alza de aranceles puede resultar insuficiente. “En Estados Unidos aumentan las voces que piden intervenir políticamente el dólar, que sería el mayor error de la historia y el principio de aniquilar su economía y su estatus como moneda de reserva”, señaló esta semana Daniel Lacalle, profesor de Economía Global, en el diario El Español.

“Si el mundo se mete en una guerra de divisas, nadie gana. Una guerra de divisas es una guerra contra los ciudadanos, sus salarios y sus ahorros, para beneficiar a los sectores ineficientes y endeudados”, señaló.

El mundo ya vivió una guerra de divisas tras el ‘crash’ de 1929 y el abandono del patrón oro.

En la década de 1930, los países empezaron a aplicar políticas proteccionistas y recurrieron a las devaluaciones constantes para impulsar sus exportaciones. El resultado fue una caída del comercio multilateral, que ahondó la crisis de los años 30.

Ese escenario es difícil que se vuelva a repetir, señala Juan Pablo Erráez, profesor de Entorno Económico del IDE Business School. En los años 30, el tipo de cambio era controlado por los gobiernos, pero ahora hay pocos países que lo hacen. La mayoría deja flotar sus monedas, es decir, la libre oferta y demanda se encarga de fijar el tipo de cambio.

Por eso, Erráez cree que para conseguir el objetivo de debilitar las monedas, los países harán uso de aranceles más altos y menores tasas de interés.
Estados Unidos podría intensificar su política de aranceles y gravar con tasas más altas a los productos chinos, aunque China podría devaluar nuevamente el tipo de cambio.

Trump también está presionando a la Reserva Federal para que baje aún más las tasas de interés, una medida que consigue el objetivo de debilitar al dólar, porque genera menos apetito por adquirir activos en esa moneda.

El uso de estas medidas no será exclusivo de Estados Unidos o de China, ya que otros países pueden verse tentados a proteger sus economías de los efectos de la guerra comercial.

Los bancos centrales de Nueva Zelanda, India y Tailandia anunciaron reducciones en las tasas de interés más agresivas ante un enfriamiento de la economía global.

La única certeza en esta guerra comercial es que no habrá ganadores y que el consumidor pagará la factura.

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