La libertad Glbti destella detrás de los barrotes

Cada 28 de junio se celebra el Día del Orgullo Gay en el mundo. En Guayaquil, la comunidad del Centro de Rehabilitación Social tuvo un día de brillos y pasarela, en medio de rejas. Foto: Joffre Flores/ EL COMERCIO.

Cada 28 de junio se celebra el Día del Orgullo Gay en el mundo. En Guayaquil, la comunidad del Centro de Rehabilitación Social tuvo un día de brillos y pasarela, en medio de rejas. Foto: Joffre Flores/ EL COMERCIO.

Cada 28 de junio se celebra el Día del Orgullo Gay en el mundo. En Guayaquil, la comunidad del Centro de Rehabilitación Social tuvo un día de brillos y pasarela, en medio de rejas. Foto: Joffre Flores/ EL COMERCIO.

Los tatuajes se ensortijan en sus espigadas piernas. Van marcando corazones en sus tonificados muslos. Y les recuerdan nombres por siempre en el amplio lienzo de sus espaldas, empapadas por el sudor.

El resplandor del mediodía hace destellar la escarcha regada en sus abultados pechos. Su taconeo es firme sobre el cemento. La tela ceñida a sus cuerpos se bambolea con la brisa.

Este miércoles 28 de junio del 2017, la infraestructura gris del Centro de Rehabilitación Social Regional Guayas, en Guayaquil, se llenó de color por el Día Internacional del Orgullo Gay. Enormes máscaras de cartón y un telón de fondo teñido con acuarelas dieron vida a una pasarela improvisada en una cancha de cemento, acorralada por muros altísimos y mallas empinadas coronadas por alambres de púas.

El encierro alrededor se olvidó por unas horas durante la elección de la reina Glbti 2017. Leonela, Vicky, Brithany, Sofi, Stephanie, Diani, Paola y Celeste, todas transfemeninas, desfilaron con libertad, dejando que el estruendo de los aplausos y los gritos les hagan olvidar sus condenas y las razones por las que terminaron aquí.

“Aquí tengo algo de libertad”, cuenta Odalis. Sus cejas encumbradas dan un aire de misterio a su rostro.

Por un delito de tipo sexual fue condenada a seis años de reclusión. Ya cumplió cuatro pero no siempre estuvo en la regional de Guayaquil.

“Por tres años estuve en otra cárcel, donde me obligaban a vestirme como hombre, insistían en llamarme por mi nombre masculino, estaba acorralada entre más de 1 200 hombres”, recuerda.

El año pasado, el Ministerio de Justicia aprobó un protocolo de atención para la población de gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales, en situación de privación de libertad. Respetar las visitas íntimas, fomentar el acceso a talleres de capacitación y permitir que, en el caso de las trans, reciban un trato femenino y que sean llamadas por su nombre cultural, son parte de esa normativa.

En el centro de rehabilitación de Guayaquil hay 47 transfemeninas. Son hombres, biológicamente; pero cincelaron sus cuerpos con operaciones para dejar aflorar su feminidad.

Mientras el reinado sigue, Odalis confiesa que ha pasado por 21 cirugías: botox en los labios, implantes mamarios, abdominoplastia, hasta una rinoplastia que se desdibujó por una agresión.

“Antes, como estaba encerrada entre hombres, no se respetaban mis derechos y tuve problemas. Algunos te obligan a que les laves la ropa o que tengas sexo con ellos; la discriminación era algo de todos los días. Pero ahora es diferente”, dice Odalis. Su voz gruesa resuena en medio del bullicio.

La población Glbti de la Regional Guayas permanece en el pabellón de atención prioritaria. Aquí comparten espacio con hombres privados de la libertad que reciben tratamientos por ciertas enfermedades, que tienen discapacidades, que asisten a clases en programas universitarios. En general, acoge a grupos vulnerables.

Para Gina Godoy, quien recientemente fue nombrada coordinadora zonal del Ministerio de Justicia, con esta separación preferente evitan posibles casos de violencia. Homosexuales, bisexuales, transgéneros, travestis y transexuales, permanecen juntos en este pabellón.

Están rodeados por rejas pero logran expresar, libremente, su orientación sexual. Y es claro verlo en las modificaciones de sus uniformes. En manos de las transfemeninas, las camisas naranjas y los pantalones azules que distinguen a este pabellón se convierten en blusas sin mangas, de escotes pronunciados, shorts, diminutos tops, hasta largos botines.

Algunas conservan en pequeños bolsos sus labiales y sombras metálicas, sus aretes y collares de fantasía. Quienes no participaron asesoraron a sus amigas para el reinado.

Cada cierto tiempo, en medio de las presentaciones, las candidatas entraban a los camerinos improvisados en un salón. Aquí, sus compañeros de celda les ayudaban con los retoques, mientras eran vigiladas de cerca por policías, guardias y funcionarios del centro.

La elección de la reina Glbti es solo una parte de las actividades dirigidas a esta población privada de libertad. Godoy enumera otros programas culturales, deportivos y educativos, con los que fomentan la inclusión de la comunidad.

El Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos calcula que cerca de 1 000 personas de la comunidad Glbti son parte de la población penitenciaria del país. Unas 300 han manifestado abiertamente su orientación sexual.

Después de las preguntas y la última pasarela en traje de gala, Celeste del Mar se llevó la corona en este año. Tiene 42 años, mide 1,68 de estatura -sus tacones dorados la hacían ver como una diosa- y su temperamento corresponde al signo cáncer.

Fue detenida hace siete años, sentenciada por tráfico cuando viajaba a España. Y aunque todavía le restan algunos años, ya piensa en su vida fuera de prisión. Para ella, la belleza no lo es todo. “Estoy estudiando el colegio aquí, soy la abanderada de este año. Ahora quiero estudiar Jurisprudencia para trabajar por los derechos de los demás”.

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