Toma de la plaza de Cayambe por parte de la comparsa de Amburo, una las comunidades del sector. Foto: Archivo EL COMERCIO.
“Finales de junio es un tiempo en el cual los naturales agradecen a la tierra por los alimentos y todo cuanto la tierra les ha dado. Para ello, a partir del 21 de junio día de San Luis Gonzaga y que ellos llaman hatun punchau, que en su idioma ancestral podía entenderse como alegría de todos, tienen ocho días de bailes, bebidas y ritos que llaman la atención por el alboroto y la concentración de gentes.
Los dueños de fundos no se oponen a esto porque también se tornan alegres en estos días debido a que los indios les hacen homenajes y reverencias, a cambio de lo cual les regalan granos y animales para que los indios preparen sus comidas y jergas. Por otro lado, es el tiempo en que el sol cae de forma perpendicular debido al solsticio de verano y son épocas sagradas que los blancos y mestizos principales no se oponen ya que, según me han dicho, hay temor de que un espíritu que llaman Chimbilaco venga a causarles problemas, ya que en estas fechas tanto el bien como el mal salen también a bailar y se olvidan de sus obligaciones y tentaciones”. (Rabel Owark, Impresiones de mis viajes por América, México, Imprenta de ANS, 1932 p. 76)
Sobre el mismo tema se puede leer: “En cumplimiento de un mandato de obediencia, me trasladé a la hacienda de Pesillo cercana al pueblo de Cayambe para cumplir las funciones de administrador. Llegado al sitio, no encontré a ningún indio en sus labores, por lo que mandé llamar a Juan Churuchumbi, el huasicama mayor. “Verá su merced -dijo el indio que luego supe era muy respetado en su comunidad por cuando era descendiente de antiguos caciques de la zona-, estamos festejando la fiesta del sol y las cosechas y estos bailes hacemos desde el tiempo de los antepasados, ya que al sol le gusta que dancemos y tomemos chicha de maíz casnarán, es decir cuando está secando la mazorquita.
Si no se baila y agradece a la mama tierra, el año que viene nos va mal en siembras, tenida de guaguas, casorio de guambras, enfermedades a montón causadas por el chuzalongo, duende fiero y malvado que anda escribiendo en un papel grandote quién no baila para hacerle daño con sus mañoserías. Lo bueno es que andamos cuidados por el Cachimbita, que es un espíritu bueno que vive en taitico cerro y le cae a puñetes al chuzalongo cuando no deja bailar a los naturales. Yo mismo he visto cómo madrugadas desde 21 hasta 24 de junio el Cachimbita se pone a vernos desde las nubes y está rondando las casas y las chacras animando a los bailes, apurando a las mujeres para que hagan harto cariuchito para que los hombres coman y tengan fuerzas; a los guaguas para que acompañen con cuetes y chispas para encender en la juerga; a los aruchicos, ayuamas, chinucas, huasicamas y cargadores de churos, tundas, bombos y tambores, así como los sopladores y a todo mundo mismo invitando para los bailes.
Eso sí, yo mismo hago de ver quién no sale para apuntar y luego reclamar con fuetazos por vagos y mal agradecidos con mamita tierra y dejo encima de piedra grande que hay junto a la cocha hija del taitico cerro para que allí sí venga el chuzalongo y lea con esos ojazos que tiene y haga de reclamar duramente con castigos a los adefeciosos.
“Y es que el de mayor contento –continúa- no es tanto el 24 de San Juan que bailan los de debajo de Imbacocha (Otavalo), sino el día de san Pedrito. Ese es el de mayor alegría para los que vivimos aquí. Verá, su merced: la noche anterior hay que preparar la venida de san Pedrito amontonando rama y pasquilla (debe ser chamiza) para quemar y calentarle al santo. Como sabe su merced, dicen que esa noche fue botado a la calle por los que lo iban a matar y no le dieron ni siquiera un poncho para que se abrigue, entonces el Cachimbita fue desde aquí de Cayambe llevándole pasquillas para hacer una tulpa y prender lumbre para que se caliente. Desde allí el san Pedrito es bien agradecido y nos da todo lo que le pedimos. Entonces, acordándonos de eso, saltamos gritando para que el santo no se duerma y sepa que aquí estamos con él acompañándole en su tristeza.
“Al otro día, todos los que somos mayores aruchicos tenemos que levantarnos pero bien tempranito y subir a tola mayor que llamamos puntasil (Puntiachil) para ver cómo viene san Pedrito desde bien arriba. Sabe llegar despacito abriendo con brazo fuerte las nubes y dejando que asome el sol y si su merced se ha portado bien todo el año y ha sido buen cristiano y de buen hacer, san Pedrito le avisa lo que va a pasar. Si no hay nada que tape al sol, entonces todo va a ir bien. Da gusto después ver al Cachimbita vestido de guapo con zamarro y campanilla al hombro, bailando y zapateando que es contento, acompañado de la Maruchita, guagua bonita que viene del cerro de Cajas solo el 29 de junio para bailar acompañando a las mujeres.
“A medio día el san Pedrito se pone zamarro blanco, poncho de colores, sombrero de tres puntas y comienza a bailar gritando y alborotando. Viene con un mundo de gente, todos con guitarras, flautas, disfrazados y felices. Está en Cayambe como una horita y luego alza el vuelo y se va por todas partes para ver quién baila.
“Me dijo el Juan Urcuango, también aruchico que se fue a las tierras de Tacunga a traer azufre para hacer chispa, que por allá en esas tierras también lo celebran, pero no como en Cayambe, solo aquí se asoma demañanita, Allá va entrado el día solo para tomar un poco de chicha, comerse un motecito con cuy, darse unas bailaditas, ver cómo están las cosas y se regresa a Cayambe por las tarde para acabar con bombos ese día, antes de volver al cielo y hacer cuentas con el Cachimbita de los que han bailado y festejado su santo….” (Fray Luis de Encalada, 1786, Archivo histórico del convento de La Merced de Quito, hojas 3-6. La traducción es original)
Sobre la fiesta de San Pedro, hay generosa documentación en varios archivos eclesiásticos. Sacerdotes y religiosos, así como funcionarios civiles de la época colonial, dan cuenta de las celebraciones que se dan a lo largo del callejón interandino, tomando en cuenta que muchos pueblos y ciudades tienen como patrón a san Pedro apóstol, razón por la que cada lugar tiene su propia forma de festejarlo. Esta solemnidad también se practica en la región costanera, puesto que san Pedro es el protector de los pescadores.
Sin embargo, los pueblos de Cayambe y Tabacundo en la zona norte del Ecuador son los más representativos en cuanto a esta clase de conmemoraciones, las cuales se remontan al siglo XVIII, conforme la documentación que se guarda en el archivo de la Curia Diocesana de Quito y que da fe de la importancia de las celebraciones en donde coinciden las fiestas del sol con la religiosa, tema que apenas ha sido tratado por historiadores.
* Doctor en Antropología. Investigador de temas regionales.