Hace un mes Apitatán pintó su primer vagón de tren. Lo hizo en un depósito de trenes ubicado en Suiza. Foto: Cortesía Apitatán
Anónimo, efímero e ilegal. Estas son las tres características básicas del grafiti, una expresión urbana presente en los espacios públicos y privados de las ciudades más cosmopolitas del mundo, desde Nueva York a Berlín pasando por Tokio, París o Ciudad de México y que muchas veces es confundido con arte urbano.
Uno de los tipos de grafiti más populares es el wild style, que se originó en la década de los setenta en el sur del Bronx, en Nueva York, y que se caracteriza por la presencia de letras curvas y rectas entrelazadas.
Este es el tipo de grafiti que apareció pintado el pasado domingo 9 de septiembre de 2018 en el vagón del metro de Quito. Así lo afirma María Fernanda López, catedrática de la Universidad de las Artes, quien durante los últimos 10 años se ha dedicado a investigar sobre la cultura del grafiti en el país y en Latinoamérica.
A criterio de López, para entender lo que sucedió en el vagón del metro primero hay que tener claro que el grafiti y el arte urbano no son lo mismo. “El primero -dice- no es una manifestación artística sino un movimiento cultural que en el país tiene varios orígenes, entre ellos la ola migratoria de los años noventa y el segundo viene de vertientes como el muralismo y la ilustración. No son grafitis pero en muchos casos usan su estética”.
López añade que la ilegalidad por la que transita el grafiti hace que para la comunidad de grafiteros, el wild style que se pintó en el vagón del metro no sea considerado un acto vandálico sino un acto de legitimación. “Los grafiteros no necesitan que las autoridades les ofrezcan espacios en la ciudad ni entrar a los museos. Ellos se legitiman por el número de pintadas en la calles o por pintar buses o metros”.
Para Apitatán, uno de los artistas locales que se ha movido entre el mundo del grafiti y el arte urbano, el primero no es arte sino una expresión urbana transgresora cuyo objetivo principal es incomodar a la gente, mientras que el arte urbano es una expresión orientada más a lo estético y social.
“Hay que entender que el grafiti es una expresión urbana que tiene cierta exclusividad porque solo la gente que lo hace, lo aprecia y lo valora. El resto de personas, por lo general, no lo entiende. Por eso, para la ciudadanía es tan complicado comprender por qué a alguien se le ocurriría ‘dañar’ un vagón nuevo. Para los grafiteros es una forma de seguir rompiendo barreras en cuanto al uso del espacio público”.
Para este artista es importante que se sigan interviniendo los muros con o sin permiso, porque para él una ciudad con paredes vacías es una ciudad “que no reflexiona sobre lo que está pasando”. Además, sostiene que el trabajo de los grafiteros no va a parar porque las autoridades municipales hayan declarado la ‘guerra’ al grafiti.
A criterio de Fabiano Kueva, artista y gestor cultural, lo importante en este momento es que las autoridades reflexionen, antes que en los castigos o si esta práctica ensucia o empobrece a la ciudad, que lo sucedido con el vagón del metro viene acompañado de una “suerte de crisis porque los jóvenes no encuentran canales institucionales adecuados para lograr espacios en la ciudad. Por ejemplo, muchos de los que hacen vandal no tienen lugares para talleres”.
Al respecto, Pablo Corral, Secretario de Cultura del Municipio de Quito, explica que se está trabajando en una Ordenanza de Cultura que va a contemplar la creación de corredores culturales para facilitar el trabajo de los artistas urbanos. “Tratar de consensuar espacios es algo que se aplica para los artistas que están dispuestos a dialogar. Hay que entender que hay artistas que son totalmente beligerantes”.