Golfo de Guayaquil: un ‘Cerrito’ en reserva de manglar

La captura de cangrejos, ostras y la pesca es la principal actividad de los comuneros. Fotos: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

La captura de cangrejos, ostras y la pesca es la principal actividad de los comuneros. Fotos: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

La captura de cangrejos, ostras y la pesca es la principal actividad de los comuneros. Fotos: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Un gran espejo líquido refleja el verdor de manglares centenarios, de más de 4 metros de altura, en la ruta hacia Cerritos de los Morreños, comunidad a dos horas de lancha desde Guayaquil. Un recorrido de kilómetros y kilómetros de aguas mansas y mangles, en el estero Salado. El canal se ensancha desde solo 100 metros hasta varios cientos, a medida que el viajero se interna en el Golfo de Guayaquil.

Casas de caña y construcción mixta se levantan sobre palafitos en los bordes de un cerrito Verde, un punto de tierra firme en medio de la espesura del manglar. La comunidad, que vive de la pesca y la captura de cangrejo, es a un mismo tiempo la protectora de la mayor reserva de manglar de este tipo en el país.

Son 10 800 hectáreas que fueron concesionadas en el 2011 por el Ministerio del Ambiente, a favor de la comuna, cuyos habitantes se autoidentifican en su mayoría con el cholo pescador. Así se reconoce Genaro Vera, presidente de la Asociación de Usuarios del Manglar Cerrito de los Morreños, quien dice que también tiene sangre montuvia.

Genaro Vera, en una de las calles internas del poblado.

Vera explica que a cambio de la explotación racional y sostenible de los recursos pesqueros de la concesión –con apego a vedas y límites de captura en las zonas determinadas– unos 100 cangrejeros y pescadores realizan labores de custodia y vigilancia al internarse en los ramales del Salado.

Entre los principales peligros para el ecosistema está la tala de manglar por parte de camaroneras, una acción que puede ser denunciada por los comuneros.

Entre los logros de estos años de concesión, Vera menciona la renovada presencia de lagartos, una especie en peligro. La comuna también tiene entre sus compromisos la educación socioambiental con los niños y la elaboración de un monitoreo pesquero, un registro de la captura de cangrejo que es remitido de forma periódica al Ministerio, que dicta el plan de manejo.

Vista de la escuela pública Luis Garzón Jiménez.

Desde la Cooperativa La Fragata, en el segundo puente de la vía Perimetral, al sur de Guayaquil, parten embarcaciones a motor hacia la comuna. En los primeros tramos ya es visible una nata de residuos orgánicos: hojas secas en las que sobresalen recipientes plásticos: tarrinas, botellas y vasos, que los guayaquileños botan al desagüe de la calle, junto con muñecas, zapatillas y botellas de vidrio. Pero también se observan gaviotas que en picada hunden el pico en el agua en busca de peces. Cuando se comienza a dejar la contaminación citadina atrás, aparecen fragatas, negros cormoranes de buche rojo y solitarias mariposas amarillas volando sobre las tranquilas aguas.

Unas 2 000 personas, agrupadas en 348 familias son las beneficiarias de la concesión en diferentes poblados del Golfo. En Cerrito viven unos 600 habitantes y debido a la migración a la ciudad, la comuna ha perdido a casi la mitad de su población en los últimos años, según el Presidente de la Asociación. El servicio de agua llega en barcazas desde Guayaquil a los dos grandes tanques de la comunidad y el Ministerio de Energía instaló paneles solares con energía limpia, aunque un porcentaje considerable de los sistemas están inhabilitados, a la ­espera de baterías de repuesto y mantenimiento.

Tras más de una hora y media de navegación por el estero Salado desde Guayaquil, se descubre la comuna asentada entre las aguas y las faldas del cerrito Verde.

La comunidad busca en el turismo otra fuente de ingreso, aunque aún carece de plazas de alojamiento, por lo que los turistas deben ir y regresar el mismo día. Las visitas a la zona son coordinadas de forma esporádica por el Hotel Manso Boutique, de Guayaquil, que promociona los atractivos naturales de la zona y la gastronomía, pescado y cangrejo cocinado en las propias casas de los pobladores.

En Cerrito de los Morreños se desarrolla la trama de la novela ‘Don Goyo’, de Demetrio Aguilera Malta, publicada en 1933, en la que el autor describe a los habitantes de la pequeña isla como “hombres peces”. que le dedican su vida al mangle y a la pesca. La historia de Gregorio Quimí, Don Goyo, que según los vecinos tiene base real, ofrece información sobre la fundación de la comuna, que festejará 100 años el próximo 24 de septiembre.

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