‘La selva rota’ es una publicación que se puede conseguir en las oficinas de Abya-Yala o a través de Internet. Foto: cortesía Miguel Donoso.
La selva amazónica no solo es un espacio rico para los sectores turístico, petrolero y biológico. En este lugar también se genera un entretejido humano que se nutre, precisamente, de todo aquello que ofrece la naturaleza y en torno al cual se toman decisiones vitales para la continuidad de las comunidades allí asentadas.
Esta riqueza humana, en constante disputa de intereses por grupos económicos, es lo que se aprecia en el libro ‘La selva rota. Crónicas desde el río Napo’, escrito por José Miguel Goldáraz, conocido localmente como ‘Achakaspi’.
La publicación se divide en 12 capítulos, en los que abordan temáticas como el petróleo, la misión, el desarrollo en los pueblos amazónicos, la justicia en esta zona, los conflictos entre comunidades, el alcoholismo, entre otros. De este modo, el misionero capuchino expone ampliamente la realidad de una sociedad que, al igual que la selva que habita, está en constante peligro, ya sea por falta de políticas o bien por conflictos que intentan resolverse de manera meramente económica, sin llegar a solucionar las problemáticas que aquejan a la gente.
En este libro, publicado bajo el sello Abya-Yala, Goldáraz no teme ofrecer una mordaz crítica a las relaciones mal estructuradas entre la gente de la ciudad y aquellos cuya existencia está basada en una relación más estrecha con la naturaleza. Así lo expone claramente en el texto ‘Tagaeri-Taromenane-Waorani.Las crueles incongruencias de la civilización’, donde escribe: “Cuando uno ha vivido durante muchos años en “el infierno verde de la selva” llega a ser testigo de inimaginables e incivilizadas incongruencias”.
En efecto, tanto en este texto así como en otros como ‘Territorios indígenas ricos – baldíos para el propio desarrollo’, ‘Escribir con la mano y borrar con el codo’ o ‘Estafadores en el río Napo: los gallinazos atacan’, él escribe frontalmente sobre cómo existen prácticas y pactos inescrupulosos con los que se pretende aprovechar de las poblaciones amazónicas.
Pero no todo es conflicto en esta publicación. Goldáraz también rescata aquellas prácticas que todavía sostienen la vida comunitaria y el trabajo que realizan en este sector los misioneros capuchinos. Muestra de ello es el relato en el que cuenta cómo a su llegada fue un tema de vital importancia el dotar de ciudadanía a la gente de la Amazonía ecuatoriana.
Escribe que en los albores de la exploración y explotación petrolera, los nativos no obtenían un trabajo debido a que no constaban en el Registro Civil, ya que las oficinas quedaban muy lejos de las comunidades indígenas.