El arquitecto Gabriel Rivera recibió el Premio al Ornato Ciudad de Quito en la categoría Nuevas edificaciones. Fotos: Archivo / EL COMERCIO
Tiene 36 años, ha desarrollado varios proyectos unifamiliares y multifamiliares en varias ciudades del país, y hace poco -el pasado 12 de septiembre del 2019- recibió el Premio al Ornato Ciudad de Quito en la categoría Nuevas edificaciones destinadas a vivienda unifamiliar. Se impuso con el proyecto Casa Tacuri, la vivienda en la que habita junto a su esposa y sus dos hijas.
Se trata de Gabriel Rivera, un arquitecto que ama la fotografía y que en sus ratos libres le dedica tiempo a la lectura y al cuidado de las plantas. La vegetación le aporta tranquilidad, lo conecta con la tierra.
Gabriel estudió arquitectura motivado por su padre, un ingeniero civil que desde siempre involucró a su hijo en el mundo del diseño y de la construcción.
Junto a su pequeño recorría las obras, conversaba con los maestros albañiles y definía otros detalles. Gabriel lo acompañaba, pero apenas podría se escapaba a las montañas de arena y de ripio para jugar. Salía con los zapatos cubiertos de polvo, y eso lo divertía. También asegura que era feliz mirando a sus tíos hacer planos: en su familia hay alrededor de 10 arquitectos.
Este joven arquitecto asegura que acompañaba de buen modo a su padre y que gracias a eso hoy es arquitecto y tiene su propio estudio; se llama Gabriel Rivera Arquitectos.
Tras salir de la universidad formó parte del grupo de trabajadores en la constructora de su padre. Disfrutó de su tiempo cerca de su familia, pero luego quiso volar con sus propias alas y abrió el estudio en el 2009. Ahora es él quien da trabajo a más personas, a las que valora porque “somos un equipo”. Arrancó con diseño, pero ahora también se dedica a la construcción.
Ama la arquitectura, dice, porque le permite crear proyectos únicos, para personas con diferentes gustos y necesidades. Para satisfacer aquello, precisamente, construyó su casa en Nayón, un barrio donde vivió su juventud.
Con una ligera sonrisa cuenta que el diseño y construcción le tomó más tiempo del establecido, pues se considera una persona detallista y minuciosa y “hacer algo para uno mismo siempre es más complicado”.
Casa Tacuri tiene 350 metros cuadrados de construcción y está implantada en un terreno de 1 000 metros cuadrados. Esta obra se caracteriza por poseer una arquitectura moderna: líneas rectas, materiales que muestran sus ‘imperfecciones’. Fue construida sobre un terreno lleno de árboles de algarrobo y con una pendiente positiva desde la calle. Esa vegetación, precisamente, fue la que influyó en el diseño de la vivienda, pues partió de buscar los espacios vacíos que dejaban los árboles.
De los 14 ejemplares solo se taló uno. El resto está en el patio interno de la casa, en la parte posterior y uno, dentro de la casa. Se trata de un fresno que atraviesa la losa y que con el paso del tiempo se espera que sus hojas impidan que el agua moje la madera que recubre el piso de la sala de estar que está frente a la cocina y desde donde se aprecia el patio cubierto de vegetación y el área social: sala y comedor.