Plano de Quito en 1734, por Dionisio de Alcedo y Herrera. Busa. La villa se trazó el 20 de diciembre de 1534 y se efectuó el primer reparto de solares.
Las ciudades son hijas de la Conquista y a cada una se la bautiza con un nombre, por lo tanto Santiago no es San Francisco. Las ciudades son hechos jurídicos, donde debe existir un fundador autorizado legalmente para ello. En nuestro caso, quien funda Santiago y días después San Francisco es Diego de Almagro, quien ostenta el poder a nombre de Francisco Pizarro.
Por otro lado, el anhelo de los conquistadores no es fundar ciudades sino controlar territorios, apoderarse de tesoros y someter a los pobladores; para esto se establecían las ciudades, por eso se dice: conquistar es fundar.
Francisco Pizarro había sido reconocido por el rey de España Carlos I como gobernador del Perú por las Capitulaciones de Toledo del 26 de julio de 1529. Estas le facultaban a descubrir, conquistar y pacificar un amplísimo territorio que comenzaba en Tenempuela, luego Santiago, que se prolongaba por 200 leguas hacia el sur. Dentro de este territorio se encontraba la futura ciudad de San Francisco de Quito.
El conquistador Pedro de Alvarado pretendió también desde Nicaragua la conquista del Quito, con una expedición que recaló en Bahía de Caráquez. De los hombres de Pizarro, el primero en salirle al paso fue Sebastián de Benalcázar, quien abandonó Piura y avanzó por el callejón interandino hacia el norte; en Tomebamba recibió apoyo cañari para su enfrentamiento con Rumiñahui, el defensor inca de Quito.
Le persiguió Diego de Almagro, quien no solo se movía para impedir la conquista de Alvarado, sino también para evitar que Benalcázar se desvinculara de la gobernación de Pizarro. Benalcázar llegaría a Quito a mediados de junio de 1534 y no fundó ciudad alguna, pues lo que le interesaban eran los tesoros aborígenes. En Caranqui recibió la orden de Almagro para que se reuniera con él en la zona de Riobamba, para y unir sus fuerzas contra Alvarado.
Reunidos a inicios de agosto, sus huestes sumaban unos 200 hombres de a pie más un centenar de a caballo. El 15 de ese mes Almagro, para demostrar su autoridad y tomar jurídicamente posesión de estos territorios, fundó la ciudad de Santiago de Quito, nombrando un cabildo con dos alcaldes y ocho regidores, asentándose apenas 67 vecinos. No se trazó la ciudad ni se repartieron solares ni tierras; Santiago desaparecerá inmediatamente al fundarse San Francisco, como se verá enseguida.
Al llegar deshechos, extenuados y enfermos los hombres de Alvarado, el temido enfrentamiento entre españoles no tuvo lugar, llegándose el 26 de agosto de 1534 a un acuerdo, por el cual la flota de Alvarado en Bahía pasaba a manos de Almagro por 100 000 pesos de oro y dejándose en libertad a los hombres para que decidieran su destino.
Recalcando su poder, Diego de Almagro fundó a distancia el 28 de agosto la villa de San Francisco de Quito, “en el sytio e asyento dondesta el pueblo que en lengua de yndios aora se llama quyto”, 150 km al norte de Santiago, nombrando así mismo el Cabildo: dos alcaldes y ocho regidores y encargando al capitán teniente Sebastián de Benalcázar, establecer la nueva villa. Cieza de León dice al respecto: “Estaban de camino, para venir a Xauxa, Alvarado y Almagro, donde creían hallar a Pizarro. Parecióle al mariscal que, pues Belalcázar lo habla acertado en lo pasado, que sería justo dejarle el mando de capitán teniente de aquella tierra, y que pues no estaba en buena comarca la ciudad de Riobamba, que se despoblase y asentase en Quito. Y así se hallaron y quedaron con Belalcázar muchos de los que habían venido de Guatimala, y fundó en Quito la ciudad del Quito…”
Almagro y Alvarado partían hacia el sur y Benalcázar hacia el norte con 300 hombres, quedando vacía de españoles y levantados los campamentos de Riobamba. La ciudad de Santiago solo estaba en el papel.
Mientras Benalcázar se enfrentaba a Rumiñahui, los conquistadores Juan de Ampudia y Diego de Tapia entraban al destruido asiento aborigen el 4 de octubre de 1534, revolviendo las ruinas en busca de tesoros. La fundación efectiva de la villa de San Francisco de Quito la realizó Benalcázar el 6 de diciembre de 1534, posesionando a las autoridades del Cabildo nombradas por Almagro: Juan de Ampudia y Diego de Tapia, alcaldes, y como regidores Pedro de Puelles, Pedro de Añasco, Rodrigo Núñez, Juan de Padilla, Alonso Hernández, Diego Martín de Utreras, Juan de Espinosa y Melchor de Valdés, avecindándose en el padrón ante escribano 204 pobladores, entre ellos dos negros, que obviamente no podían ser esclavos.
Así pasó San Francisco del papel a la realidad sobre el sitio que los “yndios llaman Quyto”. Algunas de las autoridades y muchos vecinos de Santiago se domiciliaron en San Francisco, con lo que acabó la agonía de la primera fundación de Almagro.
La villa se trazó sobre el terreno el 20 de diciembre, efectuándose el primer reparto de solares. En adelante se repartirían terrenos para huertas, sembríos y ganado, se establecerían los ejidos, carnicerías, etc. Rumiñahui moriría a manos de los españoles en los primeros meses de 1535.
Es absurdo pensar que se construyera una iglesia provisional en un sitio tan lejano como en el que ahora se levanta el templo de El Belén, obra reconstruida desde los cimientos a finales del siglo XVIII, al norte del paseo de La Alameda. El lugar a unos dos kilómetros de la Plaza Mayor, a campo traviesa, sin cura ni vivienda no podía ser el lugar de la iglesia de los españoles. El templo parroquial de la ciudad era un elemento fundamental para la vida de los católicos conquistadores y debía estar a la mano para asistir a ella, rezar diariamente, asistir a misa los domingos y fiestas de guardar, bautizar a las criaturas nacidas a los pocos meses, enterrar a los muertos y orar por los difuntos.
Desde las ordenanzas más tempranas se regulaba que la iglesia debía estar en la Plaza Mayor. Curiosamente, en el artículo firmado por quien escribe estas líneas, aparecido en el Diario El Comercio el 7 de septiembre de 2014, recordaba este asunto, en las primeras líneas: Fernando el Católico, en la Instrucción que envió desde Valladolid el 2 de agosto de 1510 a Pedrarias Dávila, cuando este se aprestaba a asumir la Gobernación de Castilla del Oro, recalcaba el orden que debía imperar en el trazado de las poblaciones. Señalaba que “fechos los solares para plaza, como el logar en que hobiere la iglesia, como en el orden que tovieren las calles; porque en los logares que de nuevo se facen dando la orden en el comienzo sin ningún trabajo quedan ordenados e los otros jamás se ordenan”.
Las ordenanzas de población que se integran a la recopilación de leyes de Indias de 1573 acogen la idea al hablar de la traza: “a trechos de la población se vayan formando plazas menores en buena proporción, allí donde se vayan a edificar los templos de la iglesia mayor, parroquias y monasterios de manera que todo se reparta para buena proporción para la doctrina”.Por otra parte, preguntamos ¿qué religioso, secular o regular celebraría misa los domingos siguientes a la fundación de la villa, quién oficiaría en la Misa de Gallo y en la fiesta de la Epifanía? No conocemos esto en los papeles del Cabildo…
Ante la imperiosa necesidad de brindar auxilio espiritual a los vecinos, a mediados del año 1535 el Cabildo resolvió nombrar al clérigo Juan Rodríguez como cura de la villa, entregándole un terreno en el costado sur de la Plaza Mayor para que se construyera el templo parroquial y su casa de residencia. Esta iglesia no fue más que una modesta estructura “pequeña y de tapias, cubierta de paja”, reemplazada tres décadas después por la iglesia catedral, una vez erigido el Obispado de Quito el 8 de enero de 1545.
En definitiva, para fundar una villa o una ciudad se necesitaba cumplir con cuatro requisitos: existencia de un fundador con potestad; nombramiento por el mismo de las autoridades del Cabildo o Ayuntamiento con dos alcaldes y cuatro u ocho regidores según el tamaño de la población; un mínimo de 40 vecinos o moradores españoles mayores de edad; y por último, un lugar concreto.
*Arquitecto, historiador.