Por qué el frío puede agravar la pandemia

La temperatura fría y la baja humedad favorecen la aparición de infecciones del tracto respiratorio. Foto: Pixy.

La temperatura fría y la baja humedad favorecen la aparición de infecciones del tracto respiratorio. Foto: Pixy.

La temperatura fría y la baja humedad favorecen la aparición de infecciones del tracto respiratorio. Foto: Pixy.

Aunque las infecciones del tracto respiratorio pueden ocurrir durante todo el año, la temperatura fría y la baja humedad propias del otoño y el invierno favorecen que se den con más frecuencia en estas épocas del año. Como los coronavirus penetran por el aparato respiratorio, es razonable que nos preguntemos si el frío extremo tendrá alguna incidencia en el curso de la pandemia.

Las infecciones del tracto respiratorio son las infecciones más comunes en todo el mundo, responsables del 20 % del exceso de mortalidad invernal, además de una carga económica considerable para la salud pública. La incidencia del resfriado común varía según la edad y encontramos las tasas más altas en niños menores de 5 años. Estos tienen de tres a ocho enfermedades respiratorias virales por año, mientras que los adolescentes y adultos tienen aproximadamente de dos a cuatro, y los mayores de 60 años tienen una media de menos de una. A pesar de estas cifras alarmantes, tengamos en cuenta que la mayoría se curan por sí solas y por completo.

Principales virus causantes de infecciones respiratorias a lo largo del año. Foto: The Conversation.

Son las bacterias y los virus, no el clima, quienes causan estas infecciones. Entonces, ¿por qué tanta gente enferma en los meses fríos y húmedos de otoño e invierno? Apunto algunos motivos que justifican esta vinculación y que dependen tanto del comportamiento humano como de nuestra fisiología.

Tras el verano, los niños vuelven al colegio. El contacto estrecho hace que aumente la posibilidad de que los virus y, con menos frecuencia, las bacterias, se propaguen.

El clima frío hace que se pase más tiempo en interiores. Con ello se promueve la exposición cercana a otras personas, que pueden estar infectadas.

Además, hay más factores relacionados con la calidad del aire en entornos cerrados, en hogares u oficinas, donde las personas pasan más del 90% de su tiempo.

Los virus más comunes que causan el resfriado sobreviven mejor en ambientes fríos y de baja humedad, como es el caso del otoño y el invierno.

La inhalación de aire frío, el enfriamiento de la superficie corporal y el estrés por frío provocan respuestas fisiopatológicas, como la alteración de nuestro sistema inmunitario, que pueden contribuir a una mayor susceptibilidad a las infecciones respiratorias.

La nariz nos protege del frío y los microorganismos

La nariz es la parte del aparato respiratorio superior que se encarga de contrarrestar el frío y la falta de humedad. El aire, a su paso por la nariz, atraviesa un tortuoso recorrido entre cornetes y meatos, que ponen en íntimo contacto el aire inhalado con la superficie de la mucosa nasal, con tres objetivos:

- Calentar el aire hasta alcanzar la temperatura corporal, gracias a que la mucosa tiene muchos vasos sanguíneos.

- Humedecer ese aire seco hasta su saturación con vapor de agua mediante la secreción de moco y agua por las células de la mucosa.

- Retener partículas y microorganismos para que no pasen al tracto respiratorio, gracias al epitelio ciliado.

Si respiramos por la boca, todo este papel protector, humidificador y calefactor de la nariz lo perdemos y obligamos a que otros componentes de la vía realicen un gasto extra, pues el aire tiene que llegar a los alveolos de forma adecuada que garantice el intercambio gaseoso.

La fisiopatología de las infecciones respiratorias con el frío

Veamos ahora cuales son los aspectos que redundan en una mayor susceptibilidad a padecer enfermedades infecciosas y que afectan a la mucosa, el músculo liso y los vasos sanguíneos del tracto respiratorio.

El aire frío puede secar y dañar tanto el revestimiento interior de la nariz, como de otros epitelios superficiales, haciéndolos más susceptibles a la penetración de un virus. Además, este epitelio va a generar sustancias proinflamatorias, las cuales, si son persistentes, pueden provocar lesiones epiteliales y favorecer la penetración de microorganismos.

El frío provoca vasoconstricción para preservar el calor corporal. Ello podría dificultar que los leucocitos llegasen a la membrana mucosa respiratoria, lo que dificultaría la protección contra los gérmenes.

La contaminación del aire obliga a las células fagocíticas (macrófagos) a trabajar más para eliminar restos de partículas y les merma capacidad para luchar contra los microorganismos.

La vitamina D desempeña un papel importante en el mantenimiento de un sistema inmunológico saludable. La exposición reducida al sol durante el invierno puede provocar niveles más bajos de vitamina D.

En estudios con ratones se ha visto que, a medida que bajamos la temperatura, estos tienen mermada la producción de interferones, que es la defensa intrínseca antiviral, lo que conduce a que la infección sea más persistente y difícil de resolver.

En definitiva, el frío puede agravar la extensión y gravedad de la pandemia.

Estamos en unas condiciones y en una época de año en la que se ha de reducir en la medida de lo posible la exposición e incrementar los mecanismos de contención para la población. Ojalá en el hemisferio norte seamos capaces, no solo de lograr lo que consiguieron en el austral haciendo desaparecer casi por completo la gripe, sino que reduzcamos el doloroso tributo del SARS-CoV-2. Una parte importante está en nuestra mano. Actuemos con conocimiento y responsabilidad.

*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.

*Rafael Sierra Pérez es Catedrático de Biología Celular en el Departamento de Biotecnología. Investigó en Inmunología y Biología Molecular del Cáncer en la Unidad Mixta del Hospital General y el Centro Príncipe Felipe, Universitat Politècnica de València

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