La globalización y la sociedad de consumo diagraman las ciudades actuales. Las urbes se han convertido, como objetos del turismo de masas, en espacios comerciales.
Existen dos parámetros que regulan el crecimiento citadino: la especialización y la tematización.
Hay ciudades culturales, como Valencia o Barcelona; cosmopolitas, como Nueva York o Buenos Aires; turísticas, como Miami o La Habana; comerciales, como Chicago o Panamá, por dar pocos ejemplos.
Quito ha puesto la mira en especializarse como una metrópoli turística. Y ha dado pasos para ingresar en esa esfera.
Su gran Centro Histórico es su principal gancho.
Se han mejorado los equipamientos específicos como hoteles, restaurantes y sitios de diversión. El Casa Gangotena es un ejemplo tangible y está catalogado entre los mejores del continente.
Y La Ronda es una zona de distracción y boato de buena factura.
La tematización, en cambio, tiene un camino con más vallas. Esta variante exige dar las mayores facilidades al visitante, en todos los aspectos urbanísticos.
Una urbe tematizada debe ofrecer un entorno simplificado y comprensible, con recorridos claros por sus edificios representativos (iglesias, museos, parques o monumentos icónicos) que puedan ser recorridos de manera rápida y segura.
Y es ahí donde empieza el primer tropiezo.
Aunque existen buses que permiten la apreciación de la ciudad sin bajarse del mismo, el horrible tránsito quiteño puede convertir ese paseo en un suplicio.
Por las noches, asimismo, ciertas zonas del Centro (Bulevar 24 de Mayo, Santo Domingo…) son peligrosas.
Son dos lastres que Quito debe eliminar si quiere lograr sus metas.