Todas las fotografías de Henri Molina son en blanco y negro, en un juego de claroscuros. La mayoría fue capturada en paisajes costeros. Foto: cortesía de Henri Molina de Clausade
El manejo de la luz -sobre todo el juego entre claroscuros- es parte de la impronta de las imágenes que Henri Molina de Clausade ha coleccionado a lo largo de cuatro décadas, como fotógrafo amateur.
Tras cámaras analógicas y digitales han capturado paisajes próximos a la vida rural de la Costa ecuatoriana, entre ellos senderos, playas y peñascos, que permiten adentrarse en su sensibilidad estética.
Setenta y dos de esas cientos de imágenes fueron seleccionadas para ser parte del libro ‘Henri Molina de Clausade’. La publicación cuenta con un prefacio de Inés Flores y un prólogo, ensayo visual y epílogo de Daniel Alvarado.
A criterio de Flores, una de las críticas de arte más importantes del país, estas fotografías en blanco y negro son, de alguna manera, como los dibujos de un gran plumillista, “en cuyo tintero está la luz”.
Los claroscuros con los que juega el autor imprimen nuevos sentidos y lecturas a campos de flores, a destellos producidos por el sol sobre el mar, a un grupo de pescadores que tienden su red en la playa, o a la silueta de un caballo en medio de un entorno rural.
Foto: cortesía de Henri Molina de Clausade
En el primer apartado del libro se incluyen imágenes que este fotógrafo capturó en sus viajes por varias ciudades de la Serranía ecuatoriana, como Cuenca, Gualaceo y Riobamba y por las playas de Los Cayos, en Florida (Estados Unidos).
La segunda galería de fotografías está compuesta por 40 imágenes de piezas arqueológicas vinculadas a las culturas ancestrales de la Costa ecuatoriana. Se trata de retratos de piezas de la colección privada de su suegro, el arqueólogo Emilio Estrada Icaza, que fue transferida al Banco Central del Ecuador, en los años setenta del siglo pasado.
Sobre estas imágenes, Alvarado sostiene que el autor no busca trazar ni reforzar un relato de orden científico, sino que aspira a reconocer en los restos materiales de estas culturas “la proyección de un orden divino sobre las distintas expresiones de la vida”.
En el ensayo visual titulado ‘Un arqueología de la luz’, Alvarado incluyó fotografías en las que el autor aparece en distintas etapas de su vida, siempre con una cámara colgando de su cuello o sostenida entre sus manos, parte del equipo fotográfico con el que ha trabajado estas décadas, e imágenes de su laboratorio de revelado.
Foto: cortesía de Henri Molina de Clausade
Su camino en la fotografía empezó en 1974. Aquel año se interesó por experimentar con diapositivas. Poco tiempo después comenzó su exploración con el blanco y negro y desde ese momento siguió un recorrido autodidacta, que lo ha llevado ha transformar paisajes que pueden pasar inadvertidos, en postales que fácilmente quedan guardadas en la memoria de quien las ve.
De 1975 es la fotografía en la que aparecen un hombre y una mujer trepados en una bicicleta que bordea la orilla del mar. La imagen, capturada en San Pablo (Santa Elena), es un ejemplo de cómo los paisajes cotidianos pueden convertirse en recuerdos sublimes si son observados bajo diferentes ángulos e iluminaciones.
El espíritu amateur que Molina de Clausade (París, 1939) ha mantenido en su faceta como fotógrafo aparece también en las imágenes que ha capturado en los últimos años. En ellas sigue intacto su deseo de jugar con los claroscuros.