Nueve jóvenes ‘gladiadores’ aprendieron a encuadrar la cámara, enfocar y capturar una imagen, mientras luchan contra el cáncer. A través de esta actividad expresan sus emociones.En julio de este año, Luis Garzón, de 22 años, asistió a su primera clase de fotografía, en la Fundación Jóvenes contra el Cáncer. Fue la oportunidad de aprender algo que siempre le gustó. Recuerda que de niño jugaba con la cámara instantánea de su padre. Ahora usa cámaras profesionales.
Aprender a fotografiar, para él, es una manera de distraerse y de olvidar, por un momento, la enfermedad. “Siento que va a ser la base para mi carrera”.
‘El Osito’, como le dicen sus amigos, supo de su leucemia hace 10 meses. En esa época cursaba el tercer semestre de Medicina en la Universidad Central. Pero los tratamientos le quitaron tiempo y decidió retirarse. Ahora, encontró su vocación en la fotografía. Luis admira el trabajo de los periodistas gráficos en la cancha.
Los fotógrafos que dirigieron el taller contaron con tres cámaras para las clases. Cada semana, tres chicos podían llevarse los aparatos a sus casas. El turno de Gissella Álava, de 23 años, fue mientras se preparaba para una operación.
Durante esa semana, los instructores le pidieron que escribiera en una hoja las cosas que no le permiten sentirse bien. Luego debía arrugar el papel, meterlo en un vaso con agua y congelarlo en el refrigerador. Ella debía hacer fotos de este proceso.
Este ejercicio fue inspirado en las terapias del oncólogo español Carlos Canal. El médico usaba la fotografía para que los pacientes expresaran sus emociones.
A Gisella le ayudó a desestresarse y desahogarse. Hace un año, le diagnosticaron cáncer y dejó la universidad. Entonces pasaba todos los días en su casa. Encontró en el taller una salida al llanto.
Luis Mantilla, de 25 años, también está motivado. Él vive en Ambato, pero viaja tres horas cada semana para compartir con sus compañeros. Es parte de un grupo de líderes de la Fundación Jóvenes contra el Cáncer.
Luis dice ser un ‘guerrero’. Todavía le quedan dos años de tratamiento para la leucemia, pero su sonrisa y capacidad de liderazgo motiva a sus compañeros.
Durante el taller, los jóvenes tuvieron salidas de campo. Acudieron al Centro Histórico de Quito y también a los hospitales Eugenio Espejo y Solca. Allí visitaron a otros chicos con cáncer.
David Leines, de 18 años, fotografió el brazo tatuado de su amigo Samuel, interno en el hospital. Para él, capturar imágenes sirve para recordar las historias, personas y momentos. Su hermano Andrés no tiene cáncer, pero es voluntario y se sumó al taller.
Los nueve ‘guerreros’ y un voluntario comparten historias a través de sus fotos. Su exposición está abierta hasta el 7 de noviembre, en el Centro de Promoción Artística del parque El Ejido.